¿Cómo está cambiando la tecnología nuestros hábitos sexuales?
El porno en el móvil y las apps para ligar ya han cambiado la forma de satisfacer el deseo sexual
sara borondo
Martes, 19 de noviembre 2019, 23:33
El ser humano siempre ha tenido formas alternativas de practicar sexo al margen de relacionarse con otra persona. Por poner un par de ejemplos, el primer consolador del que se tienen referencias se encuentra en un vaso griego del s. VI a.C. A finales del s.XIX se inventaron los primeros vibradores de baterías, aunque como herramienta terapéutica para curar lo que entonces se llamaba 'histeria femenina', causada por la represión del instinto sexual femenino y que hasta entonces se trataba con 'masajes pélvicos' manuales realizados por médicos o enfermeras. También se utilizaron durante mucho tiempo en ambientes donde solo había hombres -como en los barcos- las 'damas de viaje', muñecas con forma femenina hechas de tela cosida. A partir de 1930 empezaron a comercializarse ya con su forma moderna.
Los objetos utilizados hasta hace unos años palidecen frente a la tecnología de que disponemos actualmente para satisfacer el deseo sexual. Incluso ha nacido el término 'digisexual', personas que buscan placer sexual con robots fabricados a tal fin, a las que las máquinas les proporcionan más placer que el sexo con personas. Para la psicóloga y psicóloga Itziar Gómez, todo depende de cómo se concibe la sexualidad y las relaciones eróticas: «si se reducen a un mero modo de conseguir gratificación física, hay quien podría llegar a preferir la tecnología al contacto con otras personas. Ahora bien, estamos excluyendo todo lo que tiene que ver con la intimidad, la comunicación o la emoción. Pudiendo introducir juguetes sexuales para intensificar el placer en la propia relación de intimidad, sería una pena quedarse solo con el objeto y, sobre todo, perder el potencial de conocimiento y expresión con uno mismo y con el otro que nos brindan las relaciones sexuales».
Optar por la tecnología para satisfacer el deseo sexual no es negativo en sí mismo, aunque para la experta plantea dos riesgos posibles: el primero es la dependencia. «Acostumbrarse a un tipo de estimulación específica que conseguimos a través de la tecnología y perder la capacidad de excitarse antes situaciones o circunstancias que lo excluyan. Afortunadamente nuestros cuerpos ya están perfectamente equipados para el placer, olvidarnos de ello sería dejar de desarrollar todo nuestro potencial», dice Gómez.
El segundo riesgo es el aislamiento: «El deseo sexual es un impulso que empuja a una persona a buscar a otra, a mirarla, a seducirla, a conocerla y comunicarse con ella. Si cubro mi necesidad sexual en soledad y apoyada por la tecnología, puedo dejar de desear y, con ello, salir menos al encuentro del otro. Esto, como siempre, no tiene tanto que ver con la tecnología en sí como con el uso que hacemos de ella», apunta la psicóloga.
Estas son las principales maneras en que la tecnología interviene en la vida sexual de las personas:
Sexo con robots
Hace menos de un siglo los nazis desarrollaron el proyecto Borghild para crear una muñeca hinchable -las herederas de aquellas 'damas de viaje'- destinada a las tropas alemanas en combate, aunque el bombardeo aliado de Dresde destruyó la fábrica que las iba a fabricar e impidió que la idea se convirtiese en realidad. Ahora hay una gran variedad de muñecas hinchables y algunos modelos, fabricados en silicona y personalizables, superan fácilmente los 6.000 euros. Todo esto ha quedado obsoleto con la llegada al mercado de las primeras muñecas sexuales con inteligencia artificial. Hemos pasado de lo que mostraba Luis García Berlanga en 1974 con su película 'Tamaño Natural' o Craig Gillespie en 2007 con 'Lars y una chica de verdad' (en las que los protagonistas se enamoran de muñecas hinchables realistas), a 'Ex Machina', el film dirigido por Alex Garland en el que el que el objeto del deseo del protagonista es una robot ginoide con inteligencia.
Hace dos años la catalana Synthea Amatus presentó Samantha, una robot sexual que cuesta unos 3.000 euros, con cuerpo de TPE (termoplástico elastómero) al que la empresa española insertaba sensores y altavoces para que sonase e incluso expresase su disconformidad si el usuario no se esforzaba lo suficiente. Incluso podía llegar a apagarse si se era demasiado violento.
RealDoll es una empresa fabricante de muñecos sexuales de silicona en la que se pueden reservar ya unidades de Harmony, que utilizará la tecnología de Realbotix para convertirse en el primer modelo de robot sexual con inteligencia artificial. Está actualmente en modo de pruebas, es decir, se trata de uno de los modelos de silicona de RealDoll en el que se ha insertado la inteligencia artificial y los mecanismos para que mueva la cara.
En Harmony se podrán programar las reacciones sonoras, las expresiones del rostro y la 'personalidad' de la robot. No solo sirve para tener sexo, sino que es capaz de responder a algunas preguntas, y la inteligencia artificial permitirá que vaya aprendiendo. En el vídeo de presentación se indica que está diseñada para «amar, honrar y respetar a su compañero humano por encima de todas las cosas». El precio ronda los 12.000 euros. RealDoll también fabrica muñecos hinchables masculinos, aunque sin inteligencia artificial, pero menos del 5% de sus clientes los compran, así que parece poco probable que vaya a lanzar algún modelo de robot sexual que represente a un hombre.
Apps para ligar
Las aplicaciones para ligar son muy habituales, y no solo entre la gente más joven. La más conocida es Tinder, pero hay muchas más como Badoo, happn, okcupid, ourtime… Son la forma más rápida de conocer gente nueva y, en la práctica, de quedar para tener sexo con vistas, o no, a empezar una relación.
La misma rapidez, dice la psicóloga, hay para romper el vínculo con la otra persona, lo que lleva a que las relaciones queden en un nivel muy superficial. Para Gómez, estas apps promueven «una sensación de abundancia: si un encuentro no sale bien, o incluso aunque funcione, existe la posibilidad de seguir conociendo a otras personas». Por un lado se genera una sensación de exigencia y superioridad al saber que hay otras muchas opciones y por otro está la inseguridad de verse rechazado en unos instantes sin saber el porqué la mayoría de las veces.
Pornografía en el móvil
Con Internet el consumo de porno ha cambiado. Antes había que ir al quiosco a comprar revistas porno, lo que dificultaba el acceso a los más jóvenes y ahora en el ordenador, la tablet o el móvil se puede acceder a cualquier edad a millones de páginas web que ofrecen pornografía gratis o acceder a servicios de webcam de sexo en directo, de forma que se calcula que los niños empiezan a ver pornografía de todo tipo a los 9 o 10 años.
Gómez explica que ahora hay acceso 24 horas al día al material pornográfico: «En caso de adicción es mucho más difícil gestionar los límites -dice-. Antes, a no ser que llevaras unas revistas a cuestas era necesario esperar a casa para satisfacer esa necesidad. Ahora la posibilidad está discretamente escondida en un smartphone que puede consultarse desde un baño o cualquier lugar suficientemente íntimo».
La psicóloga explica que ver demasiado porno puede tener un efecto contrario al deseado: «mientras que una exposición esporádica puede alimentar el deseo sexual, una implosión o exposición masiva puede llevar a que la persona se habitúe y deje de responder a los estímulos con la misma intensidad». El deseo se activa más ante lo prohibido o escaso y tal facilidad de acceso a contenido sexual lo reduce.
Los nuevos 'vibradores'
Los nuevos vibradores no son vibradores y se olvidan de la vagina para centrarse en el clítoris. El juguete sexual del momento, que ha revolucionado la masturbación femenina, es el Satisfyer Pro 2, al que se conoce como «succionador de clítoris» aunque en realidad lo que hace es proyectar ondas expansivas y pulsaciones de aire que provocan el orgasmo femenino en muy poco tiempo.