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El hombre no puede conocer su mente porque la mente es el único medio de que dispone para conocerla. Puede conocer su corazón, pero no quiere. Y hace bien. Es mejor no mirar ahí dentro. 'Meridiano de Sangre', Cormac McCarthy
La literatura de Cormac McCarthy ha cautivado a millones de lectores durante décadas. Su muerte el pasado 13 de junio a los 89 años nos ha dejado huérfanos por un lado, y, por otro, un vacío irremplazable en el mundo de las letras, pero también un increíble legado que tiene eco en todos los rincones de la cultura contemporánea. Muchas novelas, películas, series o videojuegos no serían lo que son sin Cormac McCarthy. Su influencia, un mosaico de brutalidad y realismo descarnado, ha superado las fronteras propias de la literatura, impregnando la fibra creativa de figuras tan reconocidas como los hermanos Coen o Ridley Scott, cineastas de renombre, pero también a narradores y diseñadores de juegos. En este universo en expansión de narrativas interconectadas, 'Red Dead Redemption' nace como una obra que bebe directamente de McCarthy, un título que es mucho más que un homenaje, un videojuego que permite a las nuevas generaciones explorar y experimentar la crudeza y la belleza de un mundo forjado entre la frontera de lo humano y lo inhumano.
La frontera, un concepto que McCarthy explora con una profundidad casi poética en libros como 'Meridiano de Sangre' y la 'Trilogía de la Frontera', encuentra una nueva encarnación en el cosmos que Rockstar ha construido en Red Dead Redemption. En sus novelas, el escritor de Providence describe una frontera que no es solo un lugar físico, sino una metáfora de los límites humanos; sus obras funcionan prácticamente como tratados sobre la propia humanidad. La frontera que narra McCarthy es un lugar donde conviven la belleza y el terror, un territorio donde los personajes se enfrentan no solo contra los peligros del mundo, sino también a sus propios demonios.
En el videojuego Red Dead Redemption, esta frontera se expande y se transforma en un mundo que vive y respira, donde los jugadores pueden y deben perderse con total libertad. Al igual que en las novelas de McCarthy, la frontera aquí es a la vez un lugar de belleza salvaje y un terreno donde la ley y la civilización parecen estar siempre a un paso de distancia. En este diálogo constante entre el jugador y la historia es donde Rockstar recrea con precisión esta frontera, que funciona como un telón de fondo para que personajes como Arthur Morgan y John Marston, desligados de los cánones heroicos, cabalguen por este terreno incierto, llevando sobre sus hombros el peso de una vida en el alambre y de unas decisiones que navegan entre los límites del perdón y la perdición.
Arthur Morgan, el protagonista de 'Red Dead Redemption 2', es un hombre de aristas y profundas contradicciones, un forajido con un peculiar código moral, alguien que puede ser, por momentos, tanto un buen hombre como un villano. Su lucha interna, su batalla constante contra los aspectos más oscuros de su naturaleza, recuerda indefectiblemente a los personajes de McCarthy, individuos que a menudo se encuentran atrapados en situaciones donde la moralidad es ambigua y las decisiones nunca son ni evidentes, ni fáciles.
Por otro lado, John Marston, el avatar del jugador en la primera entrega, es un tipo que busca redención, alguien que intenta escapar de un pasado violento y encontrar un lugar en un mundo que avanza con pasos de gigante y parece haberlo dejado atrás. Su viaje, su lucha por encontrar un sentido de pertenencia y propósito, bien puede recordarnos a la travesía de Billy Parham en la 'Trilogía de la Frontera', un joven que vive su propia odisea personal en un intento de encontrar su lugar en un mundo que a menudo parece indiferente al sufrimiento humano, un mundo donde la redención es la Estrella Polar, pero rara vez se alcanza, y donde la luz solo se vislumbra en los intersticios de la oscuridad que lo consume todo.
Es cierto que Rockstar no busca, como hace Naughty Dog en 'The Last of Us Parte II', romper con el axioma por el cual todos los héroes deben generar empatía en el jugador al mando. En ambas entregas de Red Dead Redemption hay una clara motivación porque, de un modo u otro, terminemos cargando con las desdichas y penurias de sus protagonistas, pero no al coste de hacerlos planos e insustanciales. Ni Marston, ni Morgan llegan al nivel de deshumanización de 'El niño', Glanton o el Juez Holden de Meridiano de Sangre, pero bordean por momentos esos límites para generar la incomodidad necesaria en el jugador, que será capaz de mantener su vínculo emocional sin caer en un maniqueísmo torticero.
Rockstar no ha hablado nunca de Meridiano de Sangre como una de sus influencias directas, pero es inevitable percibir un eco de las vicisitudes que los personajes de McCarthy enfrentan en la novela en el gigantesco mosaico de Red Dead Redemption, donde sus protagonistas se ven inmersos en dilemas morales que desafían las nociones convencionales de bien y mal. Al igual que en la obra de McCarthy, la línea que separa a los héroes de los villanos es borrosa, y las decisiones que deben tomar no son nunca sencillas.
Los jugadores se ven obligados a hollar un paisaje moral perverso, donde las acciones tienen consecuencias palpables y a menudo devastadoras. Realmente, el de Red Dead Redemption es un universo que no teme adentrarse en lo indómito de la psicología humana, sumergiéndose, como pocas obras en el medio han hecho, en temas de violencia, codicia y la lucha constante por la supervivencia. En este entorno, los jugadores, como los personajes de McCarthy, deben enfrentarse a la despiadada crudeza de un mundo que no ofrece respuestas fáciles y donde la lucha por mantener una chispa de humanidad se convierte en una batalla diaria. En este sentido, Red Dead Redemption funciona a modo de espejo de la obra de McCarthy, reflejando la complejidad y la profundidad de una diégesis que desafía las definiciones ramplonas y las respuestas claras.
Observemos a Dutch van der Linde, el líder carismático pero profundamente defectuoso de la banda de forajidos a la que pertenecen Arthur y John. Dutch es un ejemplo perfecto de esta complejidad moral, es un hombre de grandes ideales, alguien que habla de libertad y de luchar contra la opresión del gobierno. Pero a medida que avanza el juego vemos cómo estos ideales se desmoronan, cómo la violencia y la codicia comienzan a consumirlo, algo que deriva en un 'fatal flaw' que lo transforma en una figura profundamente enajenada y trágica.
En el otro lado de la baraja tenemos a Micah Bell, otro miembro de la banda, que sirve para que Rockstar nos presente una forma diferente de maldad, una que es más abierta y menos taimada y matizada. Es un hombre cruel e implacable, alguien que, sin duda, disfruta de la violencia por la violencia misma. Es, de hecho, a través de personajes como Micah, donde Red Dead Redemption 2 explora la naturaleza del mal, la forma en que puede manifestarse de maneras tan viscerales como desnaturalizadas.
Pero también hay momentos de levedad y lirismo en la saga Red Dead Redemption; espacios donde la bondad y la compasión tienen su propio lugar. Uno de estos nos lo encontramos en una escena costumbrista y conmovedora entre Arthur Morgan y una monja, la madre Calderón: Arthur, consumido por la enfermedad y la desesperación, encuentra un momento de gracia y piedad. En este encuentro, la monja le ofrece palabras de consuelo y comprensión, enseñándole que incluso en los tiempos más oscuros, hay espacio para la esperanza, la bondad y la humanidad genuina. Es una escena brillantemente escrita e interpretada que destaca la habilidad del juego para adentrarse en la complejidad de la condición humana.
Red Dead Redemption coge toda la exploración de la psicología humana que realiza McCarthy de la que hablaba más arriba, la hace suya y la lleva a otros lugares, permitiendo a los jugadores vivir estas experiencias de primera mano.
Mientras que McCarthy nos presenta un mundo despiadado a través de la lente de la literatura, Red Dead Redemption ofrece una inmersión profunda en un mundo, que parece sacado de la imaginería de Thomas Moran y que es, en última instancia, hermoso y brutal. Pero Red Dead Redemption no se limita a tomar prestado de McCarthy; quiero pensar que, de algún modo, también contribuye a su literatura, expandiendo el universo que ha creado y llevándolo por nuevos caminos. A través de su narrativa interactiva, el juego ofrece nuevas formas de explorar los temas centrales de la obra de McCarthy, permitiendo a los jugadores vivir estas historias de una manera que no es posible a través de la literatura.
A través del juego, vemos no solo una reimaginación de la literatura de McCarthy, sino también una expansión de ella, una que abre nuevas posibilidades narrativas y formas de explorar la condición humana.
En una época donde la carrera tecnológica y la digitalización parecen estar engullendo cada aspecto de nuestra vida, la literatura de Cormac McCarthy resurge con una relevancia renovada. Su fallecimiento marca el fin de una era, pero su legado literario está lejos de extinguirse.
Así, mientras nos despedimos de McCarthy, también celebramos su testamento, uno que continúa vivo en sus novelas inmortales y en la vibrante influencia que tiene en la cultura contemporánea. A través de Red Dead Redemption, la literatura de McCarthy enraiza, encontrando nuevas formas de expresión y alcanzando a nuevas audiencias. En este sentido, McCarthy vive en cada rincón del mundo de Red Dead Redemption, un panegírico de la profundidad, la complejidad y la belleza de la experiencia humana.
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