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Con un gran hermetismo por todas las partes con la pretensión de proteger al máximo la intimidad de las once presuntas víctimas, así como evitar ... en lo posible su revictimización al tener que volver a relatar lo que habrían vivido cuando eran menores de edad, la Audiencia Provincial de Gipuzkoa ha albergado este lunes el comienzo del juicio contra el monitor de surf de Hondarribia acusado de abusos sexuales a once de sus antiguos alumnos. La Fiscalía de Gipuzkoa reclama un total de 85 años de prisión para el acusado, que en la actualidad tiene 40 años, mientras que las acusaciones particulares piden más de 200 años de cárcel.
La vista oral está señalada para diez jornadas, hasta el viernes día 21. Tanto la sesión de este lunes que se ha prolongado hasta como las dos siguientes de la vista oral, se han reservado para que declaren a puerta cerrada los menores, aunque el tribunal de la Sección Tercera no descarta que algún día más se desarrolle sin presencia de público ni medios de comunicación. Tampoco el procesado estará presente en la sala mientras testifiquen los jóvenes, aunque seguirá las declaraciones desde una sala contigua a través de un sistema interno de videoconferencia. Prestará declaración al final del juicio, una vez estén practicadas todas las pruebas.
Los medios de comunicación únicamente han podido asistir este lunes a los primeros minutos del juicio, en los que se han llevado a cabo las cuestiones previas, en las que la defensa ha presentado «un informe de deshabituación de tóxicos» de su defendido, correspondiente a 2022, mientras que una de las dos acusaciones particulares presentes en la causa ha aportado un informe psicológico de una de las víctimas. En este juicio hay dos acusaciones particulares: una abogada que representa a diez de las víctimas y que pide para el acusado más de 200 años de prisión, y otra letrada que representa a otro joven.
En la jornada de este lunes, que se ha prolongado hasta las 15.45 horas, han declarado cinco personas, que serían tres de las presuntas víctimas y dos testigos de los hechos. Según se recoge en el escrito de acusación del Ministerio Público, al que ha tenido acceso este periódico, entre los años 2011 y 2021 el procesado habría mantenido un mismo 'modus operandi', según se deduce de los hechos relatados por los menores: «Se aprovechaba de las actividades que desarrollaba» como profesor de surf y de la «popularidad» con la que contaba en Hondarribia, «para ganarse la confianza de sus alumnos, los cuales lo veían como una figura a seguir».
Según precisa el fiscal, lo hacía «con sutileza», eligiendo primero al alumno, «mayoritariamente del sexo masculino», al que lo distinguía «del resto del rebaño», le regalaba camisetas o clases o le facilitaba descuentos en material de surf. También se acercaba a las familias, siendo incluso invitado a comidas por diferentes padres y madres, que le permitían llevarse a sus hijos a excursiones o a su domicilio «para comer o pinchar música».
La Fiscalía observa que el vínculo entre el procesado y cada menor se gestaba de manera «progresiva» hasta generarse «una relación estrecha» en la que el hombre «provocaba» una relación de «dependencia» en los menores. Al principio, el procesado se mostraba «cariñoso con el menor 'escogido', dándole besos y abrazos», y mantenía conversaciones «casi diarias» a través de WhatsApp, en las que daba consejos a los chavales, «se inmiscuía en su vida personal» y llegaba a enfadarse si el adolescente se echaba novia. Al final, lograba «anular» la voluntad del menor, que terminaba deseando «contentarle».
Su estrategia incluía los traslados a la playa en su furgoneta, en la que llevaba también las tablas de surf. Para ello, solía recoger y depositar a los menores en sus domicilios, e ideaba la ruta que permitiera subir al 'elegido' en primer lugar y bajarlo en último, para estar más tiempo a solas. Según el fiscal, aprovechaba esos trayectos para besos, abrazos, tocamientos en las zonas genitales, primero por encima de la ropa y, en las relaciones más consolidadas, también por debajo del pantalón. Varios menores detallan «masturbaciones» o «felaciones» mutuas.
Los abusos sexuales también habrían tenido lugar en la vivienda que el procesado compartía con su madre, así como en los bungalós o tiendas de campaña donde se alojaban en los campamentos de una semana que organizaba en las Landas. En su casa invitaba a los menores a comer, ver vídeos de surf o escuchar música. Un chico apunta citas «una o dos veces por semana». Con chicos de 13 o 15 años practicaban sexo oral, se masturbaban... Con varios intentó penetrarlos analmente. Y si el joven manifestaba que le hacía daño, él les requería que le hicieran esta práctica a él.
Algo similar sucedía en los campamentos, en los que empleaba diversas excusas para que su «preferido» durmiera con él: que «no había más camas», que a él «le dolía la espalda» y necesitaba una cama de matrimonio... Un menor manifestó que accedía a ello porque le hacía descuentos en las clases y su familia vivía una situación económica delicada.
Siempre según el relato de la Fiscalía, las relaciones solían acabar cuando la presunta víctima «tomaba conciencia» de lo que estaba pasando y acababa dejando las clases, o cuando empezaba a salir con una chica. El monitor entonces «se enfadaba», y les borraba de sus clases, o no pasaba a buscarles y les dejaba tirados en la calle, o los criticaba y dejaba en vergüenza delante del resto del grupo de alumnos.
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