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Ana Julia Quezada, con sudadera roja, es conducida por los agentes en el registro de la finca de Rodalquilar donde enterró el cuerpo del niño. E. C.
Caso Gabriel Cruz: doce días de lucha contra la 'bruja'

Caso Gabriel Cruz: doce días de lucha contra la 'bruja'

La Guardia Civil tuvo que embarcarse en un auténtico duelo de ingenio con Ana Julia Quezada ante la esperanza remota de que el pequeño Gabriel siguiera vivo

Melchor Sáiz-PArdo

Domingo, 18 de marzo 2018, 01:00

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La partida desde el principio estaba decidida. La 'Bruja', como ya le llaman los especialistas de la Guardia Civil, iba a perder. Ella, dentro de su «egocentrismo» de «verdadera psicópata», quizá pensaba que tenía posibilidades de ganar en esta guerra psicológica contra la élite intelectual del instituto armado, la Sección de Análisis del Comportamiento Delictivo (SACD).

La Guardia Civil, explican los responsables de la investigación sobre la desaparición del pequeño Gabriel, tuvo que dejarse arrastrar durante doce días a esta guerra larvada con Ana Julia Quezada por un solo motivo: los agentes, hasta el pasado 11 de marzo, cuando la asesina desenterró el cuerpo del niño en la finca de Rodalquilar, siempre trabajaron con la esperanza -«bastante remota», admiten- de que el pequeño estuviera vivo.

Casi desde el principio la Unidad Central Operativa (UCO) puso en su punto de mira a Ana Julia (una vez descartada la vía del acosador de la madre). Desde el inicio de este mes sospecharon que si la dominicana había matado al niño probablemente su cuerpo estaba en la finca, a la que Quezada acudió casi cada día, aunque siempre acompañada, para verificar que el cadáver seguía allí. Pero no quisieron detenerla entonces. Entablaron esa «partida de ajedrez» para recabar el mayor número de pruebas contra ella y no precipitar un desenlace trágico en el caso de que Gabriel estuviese secuestrado y custodiado por terceras personas.

El jaque mate a Quezada se produjo hace siete días, cuando lograron ponerla nerviosa al pedirle las llaves de la finca para un registro y la obligaron a mover ficha a una casilla equivocada. Era el final de la partida, explican responsables del caso. Los técnicos de la SACD, liderados por el capitán Andrés Sotoca (el mismo equipo que logró la confesión de 'El Chicle' en el caso de Diana Quer), se volcaron desde el principio en las pesquisas, incluso desplazándose algunos de ellos a Almería.

«Psicópata de libro»

Juan Jesús Reina, el comandante jefe de la UCO, describió esta semana a Ana Julia como una mujer de «frialdad máxima, posesiva, egocéntrica y bastante manipuladora». En realidad, el perfil que trazó la SACD, apuntan los investigadores, era mucho más extenso y respondía a una «psicópata de libro», mentirosa compulsiva, falsa amabilidad, embaucadora social, sin vínculos afectivos estables, con un pasado turbio (desde el inicio la Guardia Civil supo de la extraña muerte de su hija en Burgos en 1996), «vida parasitaria» a costa de los demás, carente de empatía, autoestima exacerbada y sin sentimientos de vergüenza, miedo y mucho, menos de culpa.

Con ese retrato ya en la mano, los agentes que interrogaron en los primeros días a Ana Julia sabían a lo que se enfrentaban. Quezada no se anduvo nunca por las ramas. Desde su primera declaración informal lanzó toda su «artillería de mentiras e imposturas» para intentar acusar de la desaparición a su exnovio Sergio, con el que había acabado enfrentada tras su separación hace más de un año. Desde el principio, aun sabiendo que no había nada inculpatorio contra esa persona, dieron carrete a la asesina. Había comenzado el duelo. «Y la propia Ana Julia era consciente de esa lucha», apuntan desde la UCO.

Las claves

  • Perfil Embaucadora, mentirosa compulsiva, carente de empatía y de «vida parasitaria», así definen los agentes a la acusada

  • Comienza el duelo Desde su primera declaración desplegó toda su «artillería de mentiras e imposturas»

  • Anzuelo Quezada se creyó que las pesquisas se centraban en el acosador de la madre

Las patrañas de la mujer se dispararon. El 3 de marzo colocó la camiseta del pequeño junto a la depuradora de Las Negras, cerca de la casa de Sergio. Aunque la Guardia Civil apenas tenía confianza de que la pista fuera buena, montó un gran operativo para rastrear la zona, sin perder de vista la finca de Rodalquilar, justo en la dirección contraria.

La mujer siguió lanzando órdagos. Empezó a presionar a la familia para ofrecer una recompensa. La Guardia Civil recibió el mensaje: la asesina quería que pensaran que el niño seguía vivo y embarrar aún más la investigación. Fue entonces cuando los agentes empezaron a temerse con más fuerza lo contrario, que estaba muerto.

Ana Julia no se separaba nunca de Ángel. Los agentes reaccionaron dándole a entender que también investigaban al padre. A todos, menos a ella. «Necesitábamos que pensara que estaba ganando la batalla», afirman los investigadores. Le hicieron llegar mensajes para tranquilizarla. Para hacerle creer que ella estaba libre de toda sospecha.

Quezada, revelan los agentes, quiso incluso condicionar el despliegue de búsqueda. En varias ocasiones manifestó su convicción de que al niño lo soltarían cuando hubiera menos gente en la zona. La Guardia Civil entonces movió ficha e intentó que creyera que, al menos en Rodalquilar, la cosa estaba tranquila. Cuando los agentes le pidieron dos veces el móvil, por dos veces dijo que lo había perdido. Nadie le creyó tampoco, pero los funcionarios se hicieron de nuevo los ingenuos.

Un bulo intencionado

Pero Ana Julia no bajaba la guardia. A pesar de todo, ella se seguía sabiendo en el centro de la investigación policial. Y cada vez más periodistas sabían que ella ya era la principal sospechosa. Había que dejarla tranquila para que intentara hacer maniobras arriesgadas. La Guardia Civil ideó el penúltimo ardid, filtrar a la prensa que la investigación volvía a poner el foco en el acosador de la madre.

Esa añagaza fue el principio del fin para ella. Quezada, a pesar de creerse más lista que nadie, se tragó ese anzuelo hasta el fondo. Ni siquiera se dio cuenta de que su propio novio, Ángel, sabía que era la asesina y que estaba fingiendo. Para entonces, la Guardia Civil jugaba esa partida con las cartas marcadas porque había instalado micrófonos en su coche, tenía pinchadas sus llamadas y seguía sus movimientos durante las veinticuatro horas del día.

«Ella creía que nos iba a dar jaque mate haciendo aparecer el cadáver en los invernaderos del Poniente (a 80 kilómetros de Las Hortichuelas), pero al final se lo dimos nosotros», aseguran los investigadores respecto a su última maniobra, cuando el domingo pasado desenterró el cadáver del niño con el fin de trasladarlo de lugar en su coche. Los agentes del instituto armado, que habían observado y grabado todos sus movimientos, le pararon y arrestaron cuando apenas llevaba unos kilómetros recorridos. «El exceso de confianza en sí misma por su desmedido ego fue su perdición. Ese suele ser el punto débil de todos los psicópatas. Y también lo fue de Ana Julia», apunta uno de los responsables del caso.

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