«Cayeron en el peor lugar posible, justo donde no había árboles»
En el tramo en el que los cinco amigos se precipitaron al Urumea apenas hay espacio entre el asfalto y el vacío
JAVIER GUILLENEA
Martes, 10 de marzo 2020, 08:08
En el lugar de la tragedia, un camino rural del barrio Osinaga, en Hernani, queda una cinta colocada por la Ertzaintza, rodadas entre el barro ... y, más abajo, junto a la orilla del río, los arbustos que arrancó de cuajo la Citroën Berlingo en la que viajaban cinco personas. Hay también un poste de hormigón que muestra en su base las rozaduras provocadas por un vehículo y un trozo de parachoques sobre la hierba aplastada. El poste está inclinado, no se sabe muy bien cómo se sostiene en ese terreno inestable.
La carretera es estrecha pero tampoco es para tanto. Lo estrecho en ese punto es la inexistente línea que separa el asfalto del vacío. En otros puntos del camino hay algo de terreno en los márgenes y gruesos tocones que dan la impresión de poder detener la caída de un vehículo, pero allí no. Justo allí no hay nada. Un mal cálculo es la distancia que media entre la vida y la muerte.
Es el lugar donde a las 23.30 horas del sábado se precipitó al río el vehículo que ocupaban tres hernaniarras y una pareja de Vitoria que regresaban de celebrar un cumpleaños en una sidrería. «Han caído en el peor sitio, justo donde no había árboles», repiten los paseantes que se acercan a la zona. «Esto de la carretera es de toda la vida, no hay bordillos ni nada, es estrecha y peligrosa», se queja Ángel, un vecino del barrio.
Es lunes por la mañana. Xabier Lertxundi, el alcalde de Hernani, examina el camino con un equipo técnico. Buscan soluciones «para mejorar la seguridad en el tramo», pero no es tarea fácil. «Es una carretera rural en la ladera de un río, con un terreno en el que es difícil poner pivotes», admite.
«Mantas y comida»
Lertxundi permaneció junto a los familiares de los tres desaparecidos durante la búsqueda del vehículo en el que se hallaban atrapados bajo el agua. Ayer quiso agradecer «el comportamiento respetuoso que mantuvieron en todo momento». «Fue increíble la serenidad y respeto que mostraron», añade. El alcalde hizo extensivo el agradecimiento a los habitantes del caserío Loidi, que se convirtió en un refugio donde los familiares hallaron consuelo y los rescatadores descanso. «Sacaron mantas y comida, estuvieron todo el tiempo al pie del cañón».
El caserío se encuentra a escasos metros del lugar donde se produjo el accidente y donde los servicios de emergencias montaron el dispositivo para buscar a los desaparecidos. Durante todo el domingo el edificio fue la zona cero de una larga jornada donde hubo poco espacio para la esperanza.
El caserío Loidi se convirtió en un refugio donde los familiares encontraron apoyo y los rescatadores descanso
Joxelu se había ido a dormir cuando lo despertó su madre, María Jesús Anzizar. Eran poco más de las once y media de la noche y un grupo de jóvenes que regresaban de una sidrería comenzó a llamar a golpes a las puertas de la casa. «Llegaron corriendo y nos pedían que avisáramos a los municipales, que había habido un accidente». Para entonces alguien ya había realizado la llamada y el lugar no tardó en llenarse de ertzainas y bomberos. «Había un movimiento brutal», recuerda Joxelu ante la puerta del caserío, que permaneció abierta desde entonces.
Fue la madre quien se hizo cargo rápidamente de la situación y comenzó a dar instrucciones a sus hijos, Joxelu, Amaia, Izaskun y Xabier, mientras la noche se llenaba con las voces de los equipos de rescate. A la vivienda comenzaron a llegar los familiares de los accidentados, que fueron acogidos de inmediato por sus habitantes. Les hicieron pasar a la planta baja, un amplio espacio con una larga mesa y una cocina, y allí se acomodaron como pudieron mientras observaban los trabajos de los rescatadores, que montaban carpas y recorrían el agua en busca de sus allegados.
«Noche horrible»
«Hacía mucho frío y les sacamos ropa de abrigo, leche, café, tortillas..., de todo. A los que no podían más y tenían que dormir los llevábamos a los sofás», dice Joxelu. Cada cierto tiempo entraba en la casa un ertzaina o bombero con aspecto fatigado que tenía que ir al baño, el desfile era incesante. «Todos estuvieron aquí, la policía local, los bomberos, los buzos..., todos».
«Les abrazábamos y les hablábamos. Tratábamos de darles ánimos aunque todos sabíamos el desenlace»
«Fue una noche horrible», asegura Joxelu. Los familiares se mostraron «enteros, aunque con pequeñas crisis», pero allí estaban los habitantes del caserío Loidi. «Hablábamos con ellos y les abrazábamos para tratar de darles apoyo y cobijo. Les dábamos ánimos aunque ya se sabía el desenlace».
A las nueve de la noche del domingo los buzos encontraron el coche con los cadáveres de los tres amigos en su interior. La búsqueda había terminado y la casa se fue vaciando entre palabras de agradecimiento. Cuando quedaron solos, los Loidi se dieron cuenta del mal sueño que habían vivido, de la presión a la que se habían visto sometidos. «Nos derrumbamos y empezamos a llorar», revela Joxelu.
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