Euskadi es la comunidad que más gasta en apuestas deportivas por habitante

En Euskadi, la tradición de las apuestas está muy arraigada por su vinculación con los deportes rurales vascos -pelota, aizkolaris, arrijasotzailes...-. «Lo hacemos en familia, en Navidad, hemos jugado toda la vida. Es una cultura que promueve que desde jóvenes hagamos cosas aparentemente inocentes», explica Óscar Pérez, terapeuta de Proyecto Hombre.

Euskadi es, en este sentido, la comunidad autónoma en la que más dinero se apuesta al año, si se mide lo que los expertos llaman juego real: lo apostado menos lo recuperado. Así, los vascos con 25,3 euros al año lideran una clasificación en la que solo se acercan a esa cifra los navarros (23,4) y los riojanos (20,7). En ninguna del resto de comunidades se alcanzan los 12 euros per capita. Así se desprende de los datos ofrecidos por el Anuario del Juego en España 2023, elaborado por el Consejo Empresarial del Juego (Cejuego).

El mismo informe ofrece detalles sobre el número de establecimientos existentes en los que poder apostar. En el conjunto de Euskadi hay 2.068 máquinas distribuidas en 1.395 locales, en su mayoría bares. Además de en ellos, esta actividad se concentra en los 209 salones de juego y los 22 salones de apuestas abiertos en los tres territorios históricos, según la memoria del área de Juego y Espectáculos del Gobierno vasco.

Esta oferta, sumada a la posibilidad de apostar por internet, deriva en que en Euskadi se jueguen cantidades millonarias. En 2022, el último año del que se tienen cifras, se apostaron 382 millones de euros, de los que se recuperaron 327,2 en premios. Es una cantidad que crece año tras año debido al aumento del juego online.

La proliferación de este tipo de negocios, pero sobre todo la facilidad con la que se puede jugar, ha tenido su impacto en el perfil de personas que recurren a la fundación Gizakia, dedicada a la atención integral de las adicciones. Ante el aumento de casos que detectaron, en 2020 este organismo decidieron crear un área de intervención específica centrada en la ludopatía.

Desde Gizakia identifican dos perfiles de ludópata. El primero corresponde a hombres adultos con una dependencia patológica. «Lo normal es que en estos casos la adicción a las apuestas esté vinculada con el consumo de cocaína o el alcoholismo», asegura Erdoitza Unanue, directora de programas de la fundación.

Dejando a un lado el perfil del ludópata habitual, cada vez son más los jóvenes que piden ayuda al ser conscientes de su adicción al juego. «Comienzan viendo las apuestas deportivas como una actividad de ocio a la que van en grupo, lo que les desarrolla una sensación de falso control», explica Unanue.

«Han conseguido unir el tema del juego al deporte y hacernos creer que es algo bueno y positivo», añade Óscar Pérez, de Proyecto Hombre. Este experto asegura, de hecho, que estar federado como futbolista «es un factor de riesgo» para convertirse en ludópata. «Estadísticamente tienen más posibilidades de acabar teniendo un problema», admite tras remarcar que después de los entrenamientos es habitual que los equipos se junten en salones de juego.

Unanue, por su parte, también ve en los videojuegos una vía de entrada a las apuestas deportivas. «Cada vez es más habitual que integren 'minijuegos' como las tragaperras o que el personaje pueda entrar en un casino, lo que lleva a normalizar el juego», detalla.

Al igual que en el resto de adicciones, también en este caso hay un síndrome de abstinencia. «Es de los más complicados», subraya Óscar Pérez. «La ansiedad, los nervios y el malestar son tremendos», añade. Es comparable al de la heroína y del tabaco: «Si no lo hago, no voy a poder estar bien».

Por lo general, las personas que piden ayuda a estos centros lo hacen «porque les fuerza la vida, porque están arruinados, han destrozado sus relaciones de pareja o les obliga un juez por robar. Han acabado con su vida casi sin querer», explica Pérez. A ello se le suma el sentimiento de culpa por el dolor que han causado a su alrededor.