«Compañero te doy...»
El anteproyecto de Ley de Protección, Derechos y Bienestar de los animales es un tema que preocupa a los cazadores, porque podría suponer el fin ... de la caza. Ignora esa gente que para un perro de caza salir al monte es su mayor alegría. Nació cazador y se siente orgulloso de acompañar a su dueño. Cualquier profano que le vea desenvolverse en el campo diría que está poseído de su mérito y de su inmutable superioridad. Camina en el monte delante de su amo o a su lado, sin perder detalle de todo lo que acontece. No se distrae un instante y va pidiendo a la tierra el secreto de lo que busca. Ni la codorniz que apeona, ni el conejo que gazapea, ni la liebre que corre con astucia se libran de su perspicacia. Si pierde el rastro, levantará un poco más el hocico para ventear de nuevo y volver a cogerlo. Esto lo revela con claridad en la actitud que adopta.
Los cazadores saben que el momento en el que el perro se para es el más hermoso y excitante de toda la jornada de caza, experimentando una alegría inexplicable al notar que el animal modifica su marcha, acelera el paso y que la búsqueda se hace más viva. La mirada del can adquiere una fijeza extraordinaria. Los músculos del perro se estiran como si fuesen de alambre, tiene la cola recta como un junco, sus ojos brillan como diamantes, parece que ni siquiera puede respirar y así permanece, como si fuese de bronce, sin que la facultad de moverse se traduzca más que en una convulsión imperceptible que le agita la boca. El buen perro de muestra continuará así hasta que se lo indique su amo. Si éste ha fallado el tiro, se guardarán muy bien de arrancar detrás de la pieza. Después de una buena puesta, todas las caricias que se haga al inteligente animal son pocas. El sabrá agradecérselo.
Para que un perro sea completo ha de ser obediente, tener mucha afición, trabajar con viveza, pero sin precipitación, aguantar la puesta, cortar bien el terreno y cazar cara al viento. Si además sabe cobrar bien, va a ir arrancando uno a uno los secretos del monte. Lo que la vista no alcanza lo suple el instinto del animal. Ni rastrojo, ni aulagas, ni monte bajo, por difíciles que sean, son refugios seguros para los animales. La muestra marca el sitio, que es lo esencial; después viene el tiro que puede rematar la obra. Para que el lance sea afortunado, ambos deben complementarse, sobre todo por medio del perro, el compañero más fiel. Si de verdad quieren tanto a los perros como alardean, déjenles que sigan cazando por el bien de todos.
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