El cirujano de las mil operaciones en África
César Ramírez suma doce campañas humanitarias rompiendo la simbiosis entre muerte y pobreza. En Sierra Leona le llaman 'El Bendecido'
Matías Stuber
Sábado, 21 de junio 2025
Es un día normal en mitad de algo extraordinario. En realidad, el turno de César Ramírez (Málaga, 1970) en el Police Hospital de Freetown, capital ... de Sierra Leona, está llegando a su fin. A las ocho y media de la mañana, Ramírez, 54 años, empezó a hacer lo que mejor sabe: operar. Primero un bocio del tamaño de una pelota de balonmano, luego tres intervenciones de hernia y, para rematar, la extirpación de un tumor renal a una mujer que no llega a los 40. Ahora son las nueve de la noche y otra jornada va camino de rebasar las diez horas de quirófano.
Ramírez está a punto de quitarse los guantes de látex que protegen sus delicadas manos, que bien podrían ser las de un pianista. En otra realidad, es el jefe del servicio de cirugía general y del aparato digestivo del Hospital Quirón en Málaga. También, el residente más joven en acceder a una especialidad en la historia de Andalucía. El mayor de cuatro hermanos, criado en el seno de una familia humilde que procede de Alameda, un pueblo de 5.000 habitantes, cerca de esa frontera que divide a las provincias de Málaga y Sevilla.
De vuelta a lo extraordinario. Un asistente le pide salir al pasillo y señala a la parte que da entrada al Police Hospital. Visto con estándares europeos, la infraestructura no pasaría de un ambulatorio de tamaño medio con la necesidad urgente de una buena reforma. El boca a boca ha funcionado y una hilera de personas aguarda una oportunidad. «Es algo que pasa siempre», confirma Ramírez. Mujeres y hombres de mediana edad esperan con miradas vacías.
Con esta última misión en Sierra Leona, el médico ya suma doce campañas de este tipo. Atrás quedan países como Liberia, Benín o Nigeria. Cada uno con sus circunstancias particulares, pero hay algo que todos tienen en común: una atención sanitaria inexistente. «Solo la recibe una élite muy muy reducida», precisa.
2018 Primera campaña
en África. Antes estuvo en Ecuador, pero no se sentió cómodo.
El «lo que pasa siempre» de antes son esas operaciones que se hacen al margen de las previstas. Desde España, existe una coordinación más o menos detallada de los casos que se van a intervenir. Con los años, Ramírez ha creado una red de colaboradores que le da cierta confianza. «Tenemos personas de contacto sobre el terreno, saben que venimos para ocho días y nos buscan a personas que exigen atención», explica el funcionamiento de una logística lo más sofisticada posible. Aunque la palabra logística y África serían un relativismo en sí mismo.
«Tienes que asumir que vas a trabajar en condiciones distintas a las que trabajas en España», dice. Lo único que sería innegociable es la seguridad del paciente. Que las paredes del quirófano están amarillentas. Da igual. Que no hay banco de sangre. Da igual. ¿El termómetro roza los 40 grados y la humedad empapa el ambiente? No importa.
Diez horas de jornada
Ramírez tira una mueca y suelta una reflexión que se puede sintetizar así: si no eres capaz de controlar las potenciales complicaciones, desiste. Si te viene el miedo, también. «Cuando hablamos de cirugía, saber dónde está tu límite es una señal de honestidad», remarca. Pero si te ves capaz, aquí una operación no se pospone para otro día. Realizarla o no decide entre vivir o morir.
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El límite de este cirujano, tras años de oficio se estira como un chicle boomer. Por ello, vuelve a ponerse los guantes cuando el enlace de la ONG local le pide que vea a otra mujer que se señala a la zona del cuello, donde un bocio de gran tamaño capta enseguida la atención. El cirujano se acerca. Palpa la zona de manera cuidadosa y en su cabeza se va formando un historial clínico. Sexo: femenino. Edad: 37 años. Raza: negra. Diagnóstico: una afectación de la tiroides que requiere de intervención urgente.
La mujer está nerviosa. Tiene dolores muy fuertes. Ramírez ofrece una sonrisa para aminorar el temblor de su cuerpo. Luego, habla con su equipo, formado por otros cirujanos, enfermeros y anestesistas. Más de una hora después, la paciente descansa en una de las camas que se reparten en las salas del Police Hospital de Freetown. A primera hora, deberá hacer sitio para otros pacientes.
Es el comienzo y el fin habitual de un día en una campaña quirúrgica de este malagueño. La primera expedición a África fue en 2018. Antes había estado en Ecuador, pero no estaba cómodo. «Cuando participé en mi primera misión en Ganta City, en Liberia, sentí que donde más útil podría ser es aquí», resalta. «El olor que tiene África es el olor a sudor. Ese olor y la pobreza que veías en cada esquina… eso me impactó muchísimo».
La pobreza no solo huele a sudor. También cuenta con estadísticas y números fríos. En Sierra Leona, por ejemplo, los datos del Banco Mundial indican que el 40% de la población dispone de menos de 1,60 euros al día. Un 70% de los jóvenes está en paro. La mayoría no tiene margen de juego ni reservas de ningún tipo.
¿Una mujer como la que acaba de operar lo tiene especialmente difícil? Ramírez asiente. La mayoría abandona la escuela después de la educación básica. Muchas veces para casarse. Luego, llega el embarazo y para las mujeres de Sierra Leona hay pocas cosas más arriesgadas que tener un niño. Uno de cada 89 embarazos acaba en la muerte de la madre. Según la Organización Mundial de la Salud, solo en el Chad y Sudán del Sur fallecen más mujeres durante el parto.
En este contexto, hablar de «operar en los márgenes» suena a tópico. Cuando Ramírez entra en contacto con la sangre de sus pacientes africanos, no sabe si éstos darían positivo en VIH, hepatitis, gonorrea o clamidia. La violencia sexual contra las mujeres es otro problema. Muchas descubren, por primera vez, lo que es que alguien haga algo por ellas de manera desinteresada.
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Cuando Ramírez piensa en cómo son los quirófanos en los que opera en España, constata que la mayoría de protocolos no sirven aquí. La sensación de contar con una red por si pasa algo no existe. Las condiciones siempre van a ser precarias. A veces, hasta el punto de que la electricidad depende de que no falle el único motor destartalado que genera la luz. Esta es también la razón por la que Ramírez se ha preocupado en los últimos años por la formación de cirujanos sobre el terreno. En su equipo viaja siempre un médico residente y con la fundación que creó en 2020 (César Ramírez Bisturí Solidario) sufraga la carrera de médicos locales.
Aquí una operación no se pospone para otro día. Hacerla o no decido entre vivir o morir
Pasadas las once de la noche, no quedan muchas horas para que vuelva al quirófano. La humedad no da tregua en Freetown, pero el cirujano tiene tiempo de comer algo en el hotel, rebajar las pulsaciones y repasar lo sucedido en el día. En su cuarto tiene una cama con somier, una mesita de noche y una nevera. Teniendo en cuenta que el ciudadano medio de África duerme en colchones tirados sobre el suelo, lo del somier ya se puede considerar casi un exceso de lujo.
- ¿Por qué?
- ¿Y por qué no? Me siento útil aquí y veo que puedo ayudar.
Ramírez, padre de tres hijos, ya no es un desconocido en África. Su capacidad de operar a muchas personas en poco tiempo con resultados que les cambian la vida. Po0r algo se le conoce por el apodo de 'El Bendecido'.
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