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Vista de un monte con eucaliptos. SANDRA ESPINOSA

El eucalipto no hace bosque

jon hidalgo y Javier Franco

Domingo, 6 de noviembre 2022, 02:14

Uno de los temas recurrentes en las cumbres climáticas es la mitigación de los efectos de las emisiones de gases de efecto invernadero asociadas a ... numerosas actividades humanas. Básicamente hay dos herramientas de mitigación: la reducción y la captura de CO2.

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Los bosques desempeñan un papel fundamental en la mitigación del cambio climático, ya que secuestran CO2 y lo almacenan de forma casi permanente, tanto en la parte aérea como en el suelo. Pero en los últimos 30 años hemos destruido en torno a 180 millones de hectáreas de bosques (la superficie conjunta de España, Francia, Alemania e Italia). Además de seguir incrementando nuestras emisiones hasta acercarnos peligrosamente a un punto de no retorno (si es que no lo hemos alcanzado ya), hemos ido destruyendo uno de nuestros principales salvavidas.

En 1997 se aprobó el Protocolo de Kyoto para implementar medidas efectivas contra el cambio climático. Por un complejo proceso de ratificación, no entró en vigor hasta 2005, lo cual refleja la baja convicción de muchos países ante la amenaza global que suponía el cambio climático. En el Protocolo se resalta la importancia de los sistemas forestales en la captura y fijación de los gases de efecto invernadero (como el CO2) y, por ello, se estableció el objetivo de aumentar la superficie neta arbolada a nivel mundial. Así, desde hace años se vienen promoviendo en todo el mundo plantaciones de árboles para compensar las emisiones de CO2.

Esta visión focalizada en los árboles y no necesariamente en los bosques es, en nuestra opinión, un gran error de concepto. Una superficie arbolada -como las plantaciones de pinos y eucaliptus que tanto abundan en nuestro territorio-, no es, necesariamente, un bosque. Un bosque es un sistema natural formado por numerosas especies autóctonas, con árboles maduros (en un auténtico bosque, los árboles pueden tener varios siglos de edad) y que ocupa una gran extensión de terreno. Los bosques auténticos son una gran reserva de biodiversidad y contribuyen a numerosos procesos ecológicos (regulación del clima, ciclo del agua, etc.). Además, los bosques generan bienestar y albergan una parte del patrimonio cultural de los pueblos. Los auténticos bosques sí que contribuyen decisivamente a compensar las emisiones de CO2 a largo plazo (a diferencia de los cultivos forestales, cuyos ciclos de crecimiento y cosecha son de unos 15-30 años).

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Por todo ello, las políticas internacionales, nacionales y regionales y las administraciones competentes deberían promover la conservación y la recuperación de los auténticos bosques, tanto para mitigar el cambio climático como por constituir un bien público.

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