80 años de la caminata del infierno
Crimen de guerra ·
76.000 prisioneros estadounidenses y filipinos, entre los que hubo tres de origen vasco y navarro, fueron obligados por el ejército japonés a recorrer a pie la península de Bataán entre malos tratos y ejecucionesLa guerra tiene sus normas, en las que se contempla lo que se supone que no se puede hacer en un enfrentamiento en el que ... lo que interesa es vencer al enemigo a toda costa. La vulneración de estas reglas es considerada un crimen. Estos días estamos asistiendo en Ucrania a un ejemplo más de este tipo de horror. Y ayer sábado se conmemoró otro, al cumplirse el 80 aniversario de la llamada Marcha de la Muerte de Bataán, en Filipinas. Fue el traslado forzoso a pie de unos 76.000 prisioneros de guerra filipinos -cerca de 64.000- y estadounidenses -unos 12.000- capturados por el ejército japonés, desde el extremo sur de la península de Bataán hasta un campo de concentración situado a más de un centenar de kilómetros del punto de partida.
En torno a 10.000 murieron extenuados, por los malos tratos o ejecutados en el camino. También hubo unos pocos que lograron escapar, huyendo a través de la selva. Entre todos estos miles de desdichados hubo tres estadounidenses de raíces vascas o navarras, Joseph Arrizabalaga, Paul Indart y Manuel Eneriz. La asociación Sancho de Beurko ha recuperado su memoria a través de su proyecto de investigación 'Fighting Basques', cuyo objetivo es documentar la vida del millar de combatientes que la emigración vasca aportó a las fuerzas armadas de los Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial.
La ocupación
La campaña japonesa de Filipinas empezó el 8 de diciembre de 1941, al día siguiente del ataque a Pearl Harbor. El 14 Ejército imperial japonés, comandado por Homma Masaharu y formado por unos 43.000 hombres a los que se sumarían otros 16.000, se enfrentó a las fuerzas defensoras filipino estadounidenses, unos 130.000 hombres, buena parte de ellos recién movilizados y asignados a unidades de combate improvisadas.
La ocupación japonesa se completó el 9 de junio de 1942, tras la rendición de las tropas americanas y filipinas en la península de Bataán y Corregidor. El mando nipón ordenó recluir a los prisioneros en campos de concentración. Su marcha forzada comenzó el 9 de abril, en Mariveles, en el sur de la península de Bataán y duró de 5 a 10 días, dependiendo del punto en el que cada prisionero se incorporó a la caminata. Hubo también un breve trayecto en tren, con los cautivos metidos en vagones de carga tan abarrotados que algunos murieron de pie. Así se mantuvieron durante todo el trayecto hasta las cercanías del campamento O'Donnell, un centro de entrenamiento del ejército filipino convertido por los japoneses en campo de concentración.
El coronel Calvin Jackson, superviviente, pudo tomar unas notas en su diario: «Marchamos tanto de noche como de día. Hace un calor terrible, es seco y polvoriento... Hay muchos pozos por el camino, pero sólo se nos permitía llenar las cantimploras unas pocas veces. Muchos chicos se caían mientras caminaban en la fila. Los dejaban tirados al lado de la carretera». Los cautivos eran golpeados y humillados. Muchos fueron fusilados, muertos a bayonetazos o decapitados a espada. Algunos fueron enterrados vivos, agonizantes. Muchísimos de los que lograron llegar al campo murieron después de hambre o por diversas enfermedades.
Como apunta Guillermo Tabernilla, investigador de Sancho de Beurko, «Japón no había ratificado la Convención de Ginebra, la que establecía el tratamiento de los prisioneros de guerra, de 1929». Pero había asumido otros acuerdos similares, «como la convención de La Haya, de 1907». La asociación ha recuperado «la memoria de tres combatientes vascos que estuvieron en la marcha».
Joseph Arrizabalaga Arrillaga
De la Guerra Civil española a la Segunda Guerra Mundial
La información sobre Joseph Arrizabalaga Arrillaga -o Joe, como figura en su tumba- es escasa, incluso para su propia familia. Se puede comprobar en un número de 2009 'The Quan', una publicación editada por «descendientes de los defensores americanos de Bataán y Corregidor», en la que aparece el siguiente mensaje: «Mi tío, el soldado de primera clase Joe Arrizabalaga, del Ejército de los Estados Unidos, con el número de servicio, sirvió en Bataán con la 808ª Compañía de Policía Militar. Aunque fue herido en una mano según los registros militares, sobrevivió a la marcha de la muerte, pero murió el 19 de mayo de 1942 en el campamento O'Donnell. Está enterrado en el cementerio americano de Manila, parcela N, fila 11, tumba 14. Cualquier información adicional sobre él, especialmente de cualquier persona que lo conociera, sería muy agradecida tanto por mí como por mis dos hermanas». Firma Edward Arrizabalaga.
Guillermo Tabernilla explica que «los padres de Joseph Arrizabalaga eran vizcaínos». Él había nacido en «Boise, Idaho, pero vivió en Bizkaia, a donde lo enviaron para completar su educación. Pero tuvo que regresar a Estados Unidos por la Guerra Civil». Fue destinado a Filipinas, «en la Policía Militar, cuyos efectivos se unieron a la defensa del país ante la invasión japonesa». Sobrevivió a la Marcha de la Muerte, «pero las condiciones de vida infrahumanas del campo O'Donnell acabaron con él. Murió de malnutrición el 19 de mayo. Tenía 21 años», resume Tabernilla.
Paul Indart
Sobrevivió a la caminata pero la malaria acabó con él
Paul Indart «nació en Reno, Nevada, en 1916, donde su padre dirigía el Indart Hotel, un establecimiento muy conocido entre la comunidad vasca de ese estado. El padre era bajo navarro y la madre bearnesa», precisa Pedro Oiarzabal, también investigador de Sancho de Beurko. El cabo Indart formaba parte del personal de tierra de las Fuerzas Aéreas que se ocupaba del mantenimiento de los B-17, las 'fortalezas volantes'. «Se había presentado voluntario. Estuvo en la base aérea de Clark, que fue destruida por los japoneses y luego en la base de Del Monte, en Mindanao». Al no poder ser evacuado, como todos sus compañeros, pasó a formar parte «del 2º Batallón del Regimiento Provisional del Cuerpo Aéreo», una formación improvisada que se enfrentó a las tropas japonesas durante 3 meses. «Indart fue uno de los que sobrevivió a aquella caminata infernal. Pero al final, cuando ya estaba internado en el campo, la malaria pudo con él. Murió el 9 de mayo. Tenía 26 años».
Manuel Eneriz
Prisionero en Japón, vio caer la bomba atómica de Nagasaki
«El cabo Manuel Eneriz sobrevivió a la Marcha de la Muerte y también a su internamiento en los campos de prisioneros. Pero además fue testigo directo de un hecho histórico: estaba a 48 kilómetros de Nagasaki cuando los estadounidenses lanzaron la bomba atómica sobre esta ciudad japonesa», destaca Oiarzabal. «Nació en California, en Santa Clara, en 1920. Su padre era navarro y su madre andaluza». Fue destinado a Filipinas, donde pasó a formar parte de la Compañía 'K' del 31º Regimiento de Infantería. Apresado por los japoneses, fue trasladado en la Marcha de la Muerte y enviado al campo de prisioneros de Fukuoka-Kashii, en la isla japonesa de Kyushu. «Allí estuvo tres años y medio, sometido a trabajos forzados en una mina de carbón con jornadas de 10 horas, hasta que fue liberado el 15 de octubre de 1945». «Sobrevivió a episodios de malaria, disentería y escorbuto, además de golpes y hasta puñaladas de sus captores». Desde aquí presenció la caída de la bomba el 9 de agosto de 1945.
en su contexto
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10.000 Es el número aproximado de prisioneros que murieron en la marcha, aunque las estimaciones varían entre 5.500 y 18.650.
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Internados. Se calcula que 26.000 filipinos y 1.500 estadounidenses murieron en el campo O'Donnell.
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Batallones de 'limpieza'. Los japoneses crearon grupos de 'limpieza' que mataban a los prisioneros que ya no podían caminar.
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Responsable. El general Homma Masaharu comandó el 14º Ejército japonés, que invadió Filipinas. Fue condenado por crímenes de guerra relacionados con las acciones de las tropas bajo su mando y fue ejecutado por un pelotón de fusilamiento el 3 de abril de 1946.
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