«Parece que todos somos unos sucios corruptos y no es así», se defiende el Gobierno vasco
La oposición trata de acorralar con las 'puertas giratorias' y el 'caso De Miguel' a un Urkullu que les acusa de «demagogia» y de «mezclar» las cosas
A 70 días de las elecciones municipales y forales, la oposición se afana en intentar retratar al PNV como exponente de la corrupción y el ... clientelismo en Euskadi. El 'caso De Miguel', a punto de completar su recorrido judicial con el inminente ingreso en prisión de cuatro exdirigentes jeltzales, y los episodios de 'puertas giratorias' en Lakua sirvieron nuevamente este viernes a los grupos para tratar de acorralar al lehendakari en el Parlamento. Pero el Gobierno vasco se revuelve ante cualquier sombra de sospecha. «Parece que todos somos unos sucios corruptos y no es así», defendió el portavoz, Bingen Zupiria.
Viene siendo costumbre en este periodo de sesiones preelectoral que los plenos de control en el Legislativo se conviertan en una sucesión de preguntas sobre corrupción y otro tipo de actitudes que atentan contra el buen gobierno. Este viernes fueron Elkarrekin Podemos-IU y PP+Cs quienes interpelaron al lehendakari por la actividad de la Comisión de Ética Pública –el órgano que vela por el cumplimiento del Código Ético de los cargos públicos– y por la existencia de «amiguismo y clientelismo» en las instituciones vascas, gobernadas en su mayoría por el PNV.
Desde su escaño, el mandatario nacionalista escuchó a una Miren Gorrotxategi (Podemos) que sacaba a relucir los casos de 'puertas giratorias' y acusaba al Ejecutivo autonómico de no tener clara «la línea que separa el legítimo ejercicio en la actividad privada de alguien que ha pasado por política del provecho personal de alguien por tener un cargo o un carné». A un Carlos Iturgaiz (PP) que ironizaba con la «protección a ultranza de los derechos laborales» de Alfredo de Miguel. Y a un José Manuel Gil (Cs) que alertaba de la «preocupación social evidente» ante todos estos casos.
En sus respectivas respuestas, Urkullu se escudó en la legalidad. En lo relativo al 'caso De Miguel', reivindicó que el Gobierno vasco ha actuado «con firmeza ante una situación inaceptable». Recordó que «el máximo rigor y las máximas garantías jurídicas» obligaban a esperar hasta la comunicación de la sentencia firme para despedir a los dos condenados que aún trabajaban para la Administración, e indicó el «compromiso cumplido» justo la víspera. Contrapuso esta reacción frente a quienes «destruyen pruebas y discos duros a martillazos», en alusión al PP.
«Marco pionero y exigente»
Pero más allá del escándalo de corrupción más grande de Euskadi, el lehendakari también quiso contrarrestar las críticas de «clientelismo» por los casos de 'puertas giratorias' de ex altos cargos de Lakua. Es aquí donde arremetió contra la oposición por tratar, en su opinión, de «mezclar» cuestiones y hacer «demagogia». Defendió el derecho para acceder al mercado laboral de quienes hayan ejercido responsabilidades públicas y situó la regulación vasca sobre conflictos de intereses como un «marco pionero y exigente» homologable a «las democracias más avanzadas».
El principal pulso lo tuvo con Iturgaiz, a quien el mandatario del PNV acusó de utilizar el «trazo grueso» en sus intervenciones pero sin basarse en pruebas. «Si sus afirmaciones tienen fundamento, le recomiendo que vaya a los tribunales. La democracia se lo agradecerá», le invitó. El presidente del PP vasco, por su parte, le contestó que los casos de corrupción y de 'puertas giratorias' no son «ruido» sino «realidades».
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