La memoria de 'El Lobo'
Mikel Lejarza, que estuvo infiltrado en ETA, relata en un libro sus operaciones y sentimientos tras 45 años como espía
- ¿Tú conoces a 'El Lobo'?
- Sí, mujer, es el que estuvo infiltrado en ETA...
- Es que lo conozco.
- ¿Cómo ... vas tú a conocerlo? Pero si este vete tú a saber por dónde está.
- Medio sale conmigo, está intentando ligarme.
- Estás mal de la cabeza, hermana.
Su nombre es Mamen. Es la mujer del agente de espionaje Mikel Lejarza. Madre de sus hijos y confidente, ha querido ofrecer algunas pinceladas de su experiencia al lado de 'El Lobo' en el libro 'Yo confieso. 45 años de espía' (Roca editorial). Su voz es, sin duda, una de las novedades que ofrece esta publicación, que se presentará el jueves en Bilbao. Pero sobre todo, lo es que el propio Lejarza haya decidido compartir en primera persona, de la mano del periodista Fernando Rueda, las operaciones que llevó a cabo, la «soledad» ante la «dejadez e incomprensión» de jefes y compañeros y las anécdotas que había guardado hasta ahora para sí mismo. Ha sido lo que llaman un 'agente negro'.
«Perdí el sueño, perdí a mis amigos y a mi familia. Lo perdí todo y comencé de cero, un cero de verdad. Y mis enemigos se multiplicaron, porque los tenía hasta en mis propias filas». La jefatura superior de la Policía de Bilbao acordó a finales de 1972 buscar a alguien para infiltrarlo en ETA. «Provengo de una familia católica, apolítica y de condición humilde. Nací en un caserío de Villaro, pero entonces vivía en el barrio de Arkotxa, al lado de Galdakao, en el que residían trabajadores de explosivos Río Tinto, como era el caso de mi padre», describe Mikel Lejarza. Su tío le presentó a dos policías: «Tú eres vasco, hablas vasco, quizás nos podrías ayudar». Lejarza acabó accediendo. No sabía que colaboraría con el SECED, el servicio secreto creado por Luis Carrero Blanco. Tampoco lo que era ETA.
Estuvo infiltrado en la banda terrorista un año, entre el 73 y el 74. Siempre había sido «un poco miedosillo». Para prepararse ante lo que le venía encima, se fue a un monte de Navarra. «A ver si soy capaz de quedarme aquí una noche», se dijo. Acabó «hecho mierda». Pero reforzado. Ya como 'El lobo' se montó la «cobertura de que necesitaba el título internacional de decorador» y se lo comentó a un conocido que tenía vínculos con ETA. Dio en la tecla. Acabó en Dax (Francia) con gente mezclada de la VI Asamblea y de los Comandos Autónomos. Tras ganarse su confianza, ya de vuelta en Bilbao conoció a José Ignacio Zuloaga Etxebeste, 'Smith', jefe de los liberados del Bizkaia. Quedaron en el bar 'La Tortilla', junto al Ayuntamiento. Después, cogieron el funicular hasta Artxanda. «Me enseñó su pipa -una Browning 9 mm Parabellum que conseguían en Bélgica- para que la tocara», apunta Lejarza. Fue entonces cuando escuchó por primera vez «te llamaremos». En la organización le bautizaron como 'Gorka' y su primera 'ekintza' fue el atraco a un banco de Eibar.
La información que recabó el 'El Lobo' permitió que en 1975 se asestara uno de los golpes más duros contra la banda. Tres cuartas partes de ETA en prisión. «Los jefes me aseguraron que me enviarían a Hawai y que me corresponderían quince millones». Pero fueron dos. «No me los dieron porque se los repartieron entre ellos». ¿Cómo se enteró? «El servicio era como una casa de putas, si no largaba uno, largaba otro», revela Lejarza. A partir de ese momento, el servicio empezó a pagarle en negro. Entre 150.000 y 300.000 pesetas al mes. Lo siguiente fue hacerse «la cirugía». Su tapadera había saltado por los aires y ETA le condenó a muerte. Incluso empapeló las calles con pasquines con su fotografía. «Si su madre no le reconoce podremos decir que ha sido un éxito», comentaron sus superiores. Y fueron a buscarla a Euskadi.
En 1977 formó su propio grupo. «Os damos un millón de pesetas y os dedicáis a identificar etarras», le dijeron. Mikel Lejarza revela cómo, tras localizar a Etxebeste, 'Smith', la Guardia Civil llegó con tal retraso que se les escapó; e incluso cómo su mujer, Mamen, encontró a 'Argala' en un camping en Cádiz.
Acabar con Terra Lliure
Mikel Lejarza intentaba transmitir «la mayor normalidad» a sus padres. «Nunca lo conseguí. Mi madre no hacía más que llorar. Sufrieron mucho», asume. En 1982, meses antes de que el PSOE ganara las generales, 'El Lobo' recibió un encargo: «Ponte el mejor traje que tengas, coge un maletín y te vas al hotel Meliá. Te encontrarás allí un grupo de gente, unos son italianos, hay un argelino. Tú vas como empresario vasco, limítate a escuchar las cifras que te digan de por tal etarra de tal categoría, tanto. Llévate una grabadora». «¿Qué hostias estáis haciendo?», espetó al oficial al mando. Al poco tiempo comenzaría «toda la historia de los GAL». «A mí me mandaron a México», recuerda.
'El Lobo' no solo se infiltró en ETA, sino que también fue destinado a Barcelona para acabar con Terra Lliure. Se detuvo a todos los miembros, aunque algunos de los sospechosos no llegaran a ser involucrados «por diversos motivos». «En los ambientes de ese grupo terrorista», según asegura que le corroboró el jefe del operativo, «estaban Oleguer Pujol», hijo del entonces presidente de la Generalitat, y «Carles Puigdemont». «Era uno más entre todos los que estaban controlados, y se quitó del medio», explica en 'Yo confieso'.
Mikel Lejarza continuó en Barcelona, época durante la cual ETA intentaría secuestrar a sus hijos y asesinarle con un coche bomba. En los últimos veinte años, se implicó más en la lucha contra el terrorismo internacional o el tráfico de drogas y armas. Ha colaborado con la DEA y el FBI. Tuvo que esperar hasta 2010 para recibir algún reconocimiento oficial. Fue gracias a Carme Chacón, entonces ministra de Defensa. «Ahora voy armado, hago prácticas de tiro... Con todos los años que tengo, mantengo una puntería que te mueres. Cada vez que voy a la iglesia bendigo la pistola para no tener que utilizarla nunca».
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