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Las grandes transformaciones sociales y económicas suelen tener su origen, muy a menudo, en las preguntas incómodas. Corresponde a los sectores más dinámicos e inquietos ... de una sociedad plantear debates alejados de la zona común de confort, especialmente cuando ésta amenaza con hacer agua.
Se abre así una espita por la que se cuelan ideas nuevas y propuestas disruptivas que buscan garantizar el bienestar desde nuevos paradigmas, a sabiendas de que quien pierda el paso está condenado en un mundo que se transforma cada vez a mayor velocidad. Mantener el ritmo frenético de los más aventajados exige derribar algunos de los dogmas preestablecidos, no sólo para adaptarse a lo que viene inexorablemente sino para sacar rédito de ello.
Pero, desgraciadamente, Europa optó hace tiempo por la autocomplacencia decadente, por no hacerse preguntas incómodas, por sumirse en un confortable letargo mientras de fondo suena la lira. Aquellos que, por separado, definieron el mundo actual ya ni unidos son capaces de ser relevantes. Por ello, antes de que sea tarde, urge desperezarse y afrontar los grandes desafíos globales.
El sexto informe del foro Zedarriak, presentado el pasado miércoles, propone un plan de acción que sitúe a Euskadi como líder de innovación y competitividad de la Unión Europea. El propio objetivo da cuenta de la ambición de sus impulsores, en un país como el vasco con grandes fortalezas como su sólida tradición industrial, pero con una población envejecida y un índice de natalidad dramático.
En ese escenario, el objetivo fundamental debe ser el reforzamiento de la apuesta por la ciencia, la tecnología y la innovación, reteniendo el talento local y atrayendo el foráneo, maximizando a su vez el retorno de los fondos europeos y alineando el sistema educativo con las necesidades no ya del futuro sino del presente inmediato.
Ser pequeño no equivale, en ningún caso, a ser insignificante, y Euskadi es ejemplo de dinamismo y buen hacer a nivel continental. Pero, en encrucijadas como la actual, abordar los propios retos con valentía es la forma más fructífera de aportar al proyecto común europeo, en cuanto que espacio de libertad y prosperidad.
Para ello, como exponen los autores del mencionado informe, cabe plantear cuestiones incómodas referentes, por ejemplo, a la atroz dependencia energética del país o a las nuevas vetas de negocio derivadas de la realidad geopolítica europea; sin que ello presuponga que se deban compartir las soluciones sugeridas.
En cualquier caso, ya no es posible atrincherarse entregados a la molicie o refugiarse tras los eslóganes. El mundo de hoy no espera a nadie. Los análisis valientes, incluso los ásperos, son más necesarios que nunca en Euskadi y en Europa: nos arrastran al punto en el que las contradicciones limitan nuestro futuro.
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