La calle y los acuerdos históricos
El pacto educativo en el Parlamento vasco es un ejemplo perfecto de la desconexión entre la ciudadanía y las instituciones representativas. En teoría, el 80% ... de los votos en las últimas elecciones y el 90% del Parlamento llegan a un acuerdo histórico para renovar un pacto educativo en el que cada una de las fuerzas políticas cede parte de su programa de máximos para posibilitar el acuerdo. La negociación política que ha posibilitado el pacto ha sido exitosa entre otras cosas por su discreción, por su trabajo de espaldas a la opinión pública y por no abrir a la participación ni a la militancia de los partidos ni a la ciudadanía en general cada uno de los acuerdos que iban fraguando el pacto. Por la comisión han pasado expertos, expertas y representantes de las cada vez menos representativas instituciones de intermediación de los intereses de los sectores afectados.
No nos engañemos, el éxito del acuerdo no ha sido celebrado por la mayoría de la ciudadanía porque o no se ha enterado, o si se ha enterado no ha leído en qué consisten las bases del acuerdo y la realidad es que no ha participado en ningún momento del proceso. A veces nos parece bien que no haya participación ciudadana aunque la canalización de sus intereses lo haga una institución cada vez menos representativa. No olvidemos que en las últimas elecciones al Parlamento vasco la mitad del electorado no votó y el último Sociómetro nos dice que siguen sin ganas de votar el 44%.
Las asociaciones de vecinos siguen menguando y los que gritan 'yo soy el barrio' cada vez tienen menos vecinos detrás. Se puede llegar a acuerdos con los representantes de las organizaciones con mayor representación de un sector y al día siguiente ver desbordarse el acuerdo en forma de protesta como ha ocurrido con la movilización de los transportistas. Esa crisis de las instituciones de representación fue muy estudiada cuando buscábamos explicaciones a las heridas que habían provocado a la democracia la gran crisis económica desatada en 2008. La participación es un lío y provoca grandes contradicciones. No nos gustan las huelgas, no queremos que las protestas causen problemas ni alteraciones del orden público. Nos gusta la participación, pero cuando participan los nuestros. La calle está tensionada y se desborda en protestas que los partidos no son capaces de contener ni capitalizar. Si participan los otros y no compartimos las causas, vemos todo tipo de problemas a todas sus formas de participación, desde la informal a la ilegal pasando por la formal y el voto. Si la polarización hace subir la participación en las próximas elecciones habrá quien se acuerde de los tiempos de los grandes acuerdos y de la democracia poco participativa.
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