

Secciones
Servicios
Destacamos
Edición
Han pasado ciento ochenta años desde que Engels describiera las lamentables condiciones de trabajo en las fábricas del Manchester de la revolución industrial y, por ... suerte, el ecosistema laboral y productivo de las sociedades occidentales en la actualidad no se parece en nada al que inspiró la lucha de clases de su camarada Karl Marx. Sin embargo, la falaz retórica político-sindical en nuestro país pareciera más atascada que nunca en el siglo XIX. Al punto de que cualquier gobierno se siente en la obligación moral de tomar medidas para evitar que «¡esos malvados empresarios capitalistas, especuladores, acaparadores y explotadores sin escrúpulos, expertos en evadir impuestos para amasar fortuna!» hagan realidad sus perversos planes de cargarse el Estado de bienestar. Como si no fuese en base a su iniciativa emprendedora y a la actividad económica que sus empresas generan sobre lo que este se edifica y se sostiene mayormente en pie.
La propia dicotomía entre empresarios y trabajadores resulta hoy extemporánea y engañosa. Especialmente en el País Vasco, donde existe un muy rentable modelo de empresa cooperativista en la que el mismo trabajador ejerce de propietario y accionista. España y Euskadi están llenas de pequeños y medianos empresarios que trabajan de sol a sol, para poner en marcha y sacar adelante sus negocios. Empresas que generan empleo remunerado para el trabajador y -con algo de suerte- un margen de rentabilidad para quien soporta el riesgo. En ambos casos se trata de recursos que contribuyen a financiar la ingente estructura salarial del sector público, además de los servicios y las ayudas sociales que solidariamente pagamos todos (también las empresas) vía impuestos, fijados ya de forma progresiva por el legislador, por un principio de equidad en el reparto de la riqueza, de manera que el que más ingresa, más tributa. Aunque a medida que se disparan el gasto público y el gasto social ese «más» nunca parece ser bastante.
De ahí el enfado que ha generado en la patronal vasca el acuerdo para la aprobación de una reforma fiscal que, en su afán recaudatorio, eleva el Impuesto de Sociedades y grava al alza los beneficios extraordinarios de las empresas y las rentas del capital. Una medida que no parece destinada a incentivar la inversión, ni a atraer y retener el talento altamente cualificado y bien remunerado que nuestro sector industrial y productivo precisan, por más que desde los partidos que la respaldan se diga que la patronal sobreactúa y desde EH Bildu se la acuse de negarse por puro egoísmo a negociar el SMI vasco con los mismos sindicatos que evitan sentarse a hablar de los problemas que lastran la productividad de nuestro tejido empresarial (absentismo, bajo rendimiento y mano de obra de escaso valor añadido) en la mesa de diálogo social.
Como decía Winston Churchill: «Muchos miran al empresario como el lobo al que hay que abatir, otros como la vaca a la que hay que ordeñar, pero muy pocos lo ven como el caballo que tira del carro». Quizá por eso más de la mitad de nuestros jóvenes preferirían ser funcionarios.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Terelu repetirá en el Zorrilla tras aplaudir el público en pie su debut en el teatro
El Norte de Castilla
Publicidad
Publicidad
Noticias recomendadas
La agresión a un menor del Iurretako en Salou enfrenta a padres, directiva y partidos
Javier García Legorburu
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.