
Secciones
Servicios
Destacamos
Edición
La corrupción es uno de los flagelos más tóxicos para cualquier sociedad, cuyo daño trasciende a lo económico y mina la confianza de la ciudadanía. ... Sin embargo, ello no es solo responsabilidad de quienes ejercen el poder de manera abusiva. Hay también un grado de responsabilidad -por acción u omisión- de los que ayudan a sostener y legitimar un entramado político y gubernamental que opera al margen de la ley y de la ética.
El PNV supo verlo con claridad cuando dejó caer a Mariano Rajoy por la trama 'Gürtel'. Por eso llama más la atención su silencio ahora, así como el del resto de la mayoría parlamentaria que apoya al actual gobierno, ante el caudal de información sobre presuntas adjudicaciones a cambio de mordidas, cátedras inmerecidas, narcos libaneses, hermanos y falsas sobrinas colocados en empresas públicas… Mientras la basura se amontona en los juzgados y en los titulares de prensa, los socialistas exhiben una estrategia de defensa pueril, basada en decir que algunos periodistas y jueces «fachas» les tienen manía. Lo sorprendente es que, una vez publicados los wasaps que dejan claro quién manda, ninguno de sus socios vea motivos para replantearse su relación con Sánchez, con lo que estamos viendo. Desde el borrado de dispositivos móviles que podrían contener pruebas incriminatorias, hasta incurrir en un posible fraude de ley para procurar el aforamiento de altos cargos imputados con maniobras hasta ahora inadmisibles en democracia, o el «exceso de celo» de «una militante» socialista que habría sido capaz -según el Gobierno- de urdir, por su propia cuenta y riesgo, una presunta trama de «fontanería» clandestina para pararle los pies, en plan mafioso, al responsable de lo que en tono despectivo llama «la Camorra», el teniente coronel de la Guardia Civil que dirige las investigaciones sobre la esposa y el hermano del presidente, el fiscal general del Estado y el trío «Koldo-Ábalos-Cerdán», siguiendo el rastro de migas de pan que ha ido dejando hasta ahora Víctor de Aldama, el comisionista reconvertido en confidente de la Justicia. Todo bastante demencial y sonrojantemente inverosímil.
Tanto el PNV, como Junts, admiten que el pestilente «tsunami» de corrupción que emana de las cloacas de la cosa pública supone un serio desgaste para el Gobierno, pero no se espera que abandonen el barco hasta que haya pruebas irrefutables que provoquen su hundimiento definitivo. Mientras ERC y Bildu contribuyen a propagar el relato monclovita de que existiría «una cacería» de la derecha para derribar al sanchismo, en el que siguen viendo «una ventana de oportunidad», pese a todo. Pero unos y otros corren con ello un gran riesgo reputacional. Pues, en tiempos de crisis institucional y corrupción sistémica, el juicio ético no se limita sólo a quienes la practican.
En una sociedad democrática todos somos responsables del tipo de gobierno que respaldamos, permitimos o toleramos. Y, aunque bien dice el refrán que no hay peor ciego que el que no quiere ver, esa responsabilidad comienza por no mirar hacia otro lado negando la evidencia.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.