El arte del disimulo
Como un discípulo aventajado de Maquiavelo y Gracián que sabe que, una vez perdidos el favor de la calle y la dignidad, solo queda cultivar ... el arte de la apariencia, este Gobierno y su presidente han decidido desplegar sus naturales dotes para el fingimiento a fin de intentar mantener el tipo, pese a saberse sentados sobre una bomba de relojería que puede hacer detonar, de un momento a otro, la Justicia.
Será ella -y no Moncloa ni sus altavoces mediáticos- quien determine la veracidad y el alcance de lo dicho y de lo que todavía le quede por contar, en sede judicial, a Víctor de Aldama. «Ese personaje» al que antes condecoraban e invitaban a los mítines y a los viajes oficiales y ahora toca ridiculizar comparándolo con «Anacleto, agente secreto» o con el «pequeño Nicolás», en un intento nervioso y pueril de restar credibilidad a su demoledor testimonio acerca de la ciénaga de corrupción en la que presuntamente habría chapoteado el sanchismo, desde su llegada al poder en 2018. Pero al que nadie del Gobierno o del PSOE ha explicado aun cómo ni en calidad de qué se le permitió entrar hasta la cocina de varios ministerios y de la propia sede de Ferraz, de la mano de quien fuera su secretario de organización, José Luis Ábalos y su fiel escudero, Koldo. O por qué se le concedió un aval para que pudiera actuar en representación de los intereses de España en Venezuela, como ha acreditado ya con un documento entregado a los investigadores y consignado en la Moncloa.
«Menuda inventada», tiró de sarcasmo ante su primera declaración Pedro Sánchez que sigue sosteniendo que está tranquilo y que el suyo es un gobierno limpio asediado por los bulos e infundios, al que ahora le toca lidiar con la odiosa figura de un delator que parece dispuesto a nutrir de nuevas revelaciones las hasta cuatro presuntas tramas delictivas que le salpican: el caso Begoña Gómez; la compra de material sanitario; las mordidas de Ábalos, Koldo y los aforados Torres y Cerdán; el compadreo con Delcy y el prometedor asunto de los hidrocarburos.
La respuesta de los aludidos es más vieja que el átomo. Negarlo todo, querellarse contra el soplón y poner la maquinaria de comunicación y propaganda a trabajar para situar en la agenda pública nuevos temas que desvíen la atención del asunto, haciendo de la berrea televisiva una cuestión de Estado o desenterrando un presunto delito de evasión fiscal del rey Emérito ya investigado y archivado. Pan y circo para salvar al soldado Sánchez.
Pero la sombra de la sospecha es ya demasiado alargada y las acusaciones lo bastante graves para seguir diciendo que brilla el sol cuando el diluvio universal se ha desatado. Víctor de Aldama no ha hecho más que sacudir el tapete y un espeso manto de mugre ha vuelto a ennegrecer la vida política española, haciendo que los socios de este gobierno tengan que taparse la nariz y contener el aliento ante lo que se avecina. Veremos cuánto más aguantan la respiración algunos, antes de abjurar del credo monclovita y tener que admitir que el emperador (ahora sí) va desnudo.
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