Una oración al paso por Portupekolezea
Sierra de Urbasa (Navarra) ·
En junio el San Adrián de Urbasa recibe romería y vive una bonita fiesta al abrigo de los bosques vecinos. El santo de Nicomedia tiene ... allá arriba un modesto templo, estratégicamente encaramado al borde de un abismo que desde la sierra se despeña hacia las localidades de Ergoiena que le profesan su fe. En su interior hay apenas un altarcillo al que llega el santo para las celebraciones, el resto del edificio es un austero refugio para quien allí quiera guarecerse. Tiene eso algo bueno y es que desde su balcón paisajístico la sierra enseña uno de sus más bellos panoramas. Se goza de ellos si se pernocta en el lugar en primavera, porque a menudo las nieblas acostumbran a quedarse en el valle y propician eternos mares de nubes sobre los que las murallas de roca parecen querer flotar y sobre las que navega la proa del monte Beriain.
Todo eso y las llanuras de la Sakana los vigila San Adrián desde su atalaya. Desde allí cuida y protege pueblos y paisajes de las tormentas, ningún sitio mejor para apoderarse de rayos y centellas.
El santo Adrián fue un soldado romano del ejército imperial enviado a Nicomedia a matar cristianos; presenciando el castigo y matanza a una veintena de ellos quedó tocado por su entereza al afrontar la muerte y decidió ser uno más, convirtiéndose al cristianismo para casar con Natalia y ambos terminar en la santidad. De cuándo le hicieron el templo en Urbasa no hay noticia cierta y aunque la festividad cae en septiembre los vecinos de Lizarraga y Ergoiena le rinden culto en junio, el día 14 toca este año, que es sábado. Mañana, vamos. También otro sábado, el 16 de agosto, le rinden culto los navarros.
Los de Lizarraga lo tienen fácil para irse a rezar a San Adrián, porque tienen su propio puerto; el de Lizarraga, que separa o une, como prefieran, las sierras hermanas de Urbasa y Andia. Desde allí la cresta montañosa es un continuo de abismos. A un lado el despliegue de bosques y praderas; al otro, calizas cretácicas mediante, los precipicios. Y por estos parajes la naturaleza se ha erosionado con figuras de fantasía. A mitad de camino aproximadamente, del puerto hacia el mirador de San Adrián, la roca abre sus tripas en varios agujeros impresionantes. Le dicen Portupekolezea (el agujero o cueva al pie del puerto) a un juego fantástico de hundimientos y erosiones que cualquiera diría que han sido fruto de fuerzas gigantes. Solo es el resultado de la geología milenaria donde una dolina concluye en un sumidero y la erosión no ha logrado vencer a la resistencia de la caliza que se sostiene como un milagro en dos bellísimos y aéreos puentes. Quien quiera podrá optar por pasar sobre ellos o caminar bajo su arco, pero nadie evitará admirarse ante tal ocurrencia del tiempo y la geología.
A San Adrián le sobran dos metros para tener un número perfecto porque está a 1.113 metros de altitud. A Portupekolezea le sobran razones para invitarnos a viajar y admirar. Que por un lado haya aún dólmenes marcando el territorio, que por otro lado se deslice una calzada histórica, y que la frontera de los malhechores convirtiera estos parajes en terreno de disputas y escaramuzas solo suman argumentos a esa excusa que buscamos siempre para leer y explorar.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.