Los mejores planes culturales para este fin de semana

Recordamos que la asistencia a los espectáculos puede estar limitada por los cambios en las restricciones de movilidad de los municipios y los horarios están sometidos a variación si se adelantara el toque de queda.

Una oportunidad como pocas este sábado en Ermua: la de ver a Héctor Alterio recordando a León Felipe en el 50º aniversario de la muerte del poeta en el exilio mexicano en el montaje 'Como hace 3.000 años'. Alterio conoció al escritor zamorano, bastante olvidado en este país, en su Buenos Aires natal cuando era un chaval de 17 años y desde entonces ha estado «prendado» de él, de su obra, y de ahí este homenaje en el que resuenan textos como 'Vencidos', 'Escuela' y 'Qué lástima'.

Las palabras –incluidas reflexiones del actor sobre su propio exilio– no vienen solas, sino sobre la música del guitarrista José Luis Merlín, que toca tanto sus composiciones como las de maestros como Joaquín Turina, Joaquín Rodrigo, Ástor Piazzolla y Francisco Tárrega.

Siguen en cartel hasta el domingo la versión de 'El viaje a ninguna parte' de Fernando Fernán Gómez que han hecho en el Teatro Arriaga y, en Pabellón 6, en el espacio de la Compañía Joven, 'Mi último baile', o la vida de las hermanas Mirabal, Las Mariposas dominicanas asesinadas por el dictador Trujillo. Son también dos homenajes estupendos y dos buenas reivindicaciones. La primera, la del oficio de cómico, que tan buenos momentos nos da a los espectadores; la segunda, la de la libertad, la igualdad y el repudio de la violencia contra las mujeres.

Los dos próximos conciertos programados por la Sociedad Filarmónica de Bilbao ofrecen una enorme paleta de sonoridades diferentes y muy atractivas. El primero tiene un tono dramático por momentos, lúgubre incluso, que impregna las tres obras que estarán en los atriles. El trío Machiaveli, integrado por Claire Huangci al piano, Solenne Païdassi al violín y Tristan Cornut al violonchelo, comenzará con el Trío de Ravel –que ellos mismos grabaron hace unos años–, que por momentos tiene una exuberancia casi orquestal, seguirá por el Trío Nº 1 'Elegíaco' de Rachmaninov –qué capacidad la suya para encoger el corazón con su música– y terminará por el llamado 'Dumky' de Dvorák, que partiendo de temas eslavos se mueve entre la danza y un tono que llega a ser casi funeral.

Si Ravel escribió su partitura usando temas vascos que había manejado previamente para una obra que no llegó a terminar, Rachmaninov hace en esta pieza –concluida cuando tenía solo 19 años– algo así como un involuntario ensayo de lo que será su segundo trío. Esa obra, escrita unos meses más tarde, fue su respuesta artística a la muerte de Chaikovski. Es inevitable pensar que Rachmaninov es en muchos sentidos el continuador del autor de 'El lago de los cisnes', que a su vez había escrito un trío cargado de melancolía a raíz de la muerte de su profesor Nikolai Rubinstein.

La peripecia vital y artística de Yefim Bronfman daría para una novela. Nacido en Taskent, república de Uzbekistán, en aquel momento integrada en la Unión Soviética, comenzó sus estudios musicales en su país, pero a los 15 años emigró a Israel y más tarde se fue a EE UU, cuya nacionalidad adquirió. Bronfman es un pianista de sonido poderoso, muy atento al control absoluto del mismo, que va a transitar por el terreno del primer Romanticismo, con un Beethoven que lo preludia en la menos habitual Sonata Nº 11 y que derrocha energía en la Nº 23, la célebre 'Appassionata'.

Después llegará Chopin. Tras el Nocturno op. 27 Nº 2 (cinco minutos de pura delicadeza) llega la Sonata Nº 3, menos célebre que su precedesora (donde está la famosa 'Marcha fúnebre') pero no menos hermosa. Un programa muy clásico, colmado de emoción, de esos en los que un intérprete tiene todas las cartas en su mano para seducir al público.

La flauta era un instrumento muy habitual en la música del período barroco. Luego, en el Clasicismo y sobre todo en el Romanticismo perdió su papel solista, para renacer de nuevo en el siglo XX y aparecer en partituras sobre todo camerísticas. El ciclo de cámara protagonizado por músicos de la Sinfónica de Bilbao ofrecerá el próximo lunes un programa en el que los nombres de los compositores no resultan familiares: Genzmer, Dring y Cras. Dos tríos con diferente plantilla y un quinteto para este repaso a una música del siglo XX planteada de más moderna a más antigua, con el eje en la británica Madeleine Dring, otra autora cuya obra merece un rescate.

Continúa el ciclo de conciertos por los 125 años de la Banda Municipal de Bilbao, y en esta ocasión el programa lleva el título de 'Máscaras'. No se refiere a las que todos llevamos para tratar de frenar al virus, sino a las máscaras teatrales. El programa se cierra con una obra así titulada, 'Masque', de Kenneth Hesketh. Antes, dos autores más habituales en los escenarios, Ives y Stravinski, para continuar con otra referencia a las máscaras en partitura de Persichetti y una referencia shakesperiana de Reed. Imposible una mayor variedad.

Los de la compañía catalana Mal Pelo llevan más de 15 años ligados a la música de J. S. Bach, trabajando e investigando el movimiento sobre sus composiciones, y en ese largo camino 'On Goldberg Variations/Variations' es el tercer espectáculo de cuatro –en preparación este último–. Esto es casi como una investigación sobre la investigación, o una exploración sobre la exploración, porque en el origen están las Variaciones Goldberg de Bach sobre las que el pianista y jazzista franco-americano Dan Tepfer realizaba hace unos años sus propias variaciones –improvisaciones– y es sobre estas piezas sobre las que los de Mal Pelo danzan. En escena, los cuerpos de los bailarines van marcando cada uno su propia variación, que a su vez crea otras en conjunto; y el trabajo se completa con otros elementos –sigue variando– como textos de varios autores y proyecciones. La cita es esta tarde en Azkuna Zentroa.

Consejos a media voz para generaciones venideras.

La muestra de Saioa Olmo puede parecer, a primera vista, el escenario de una película de ciencia ficción. La sala de exposiciones de la Fundación BilbaoArte se ha convertido en cierto laboratorio de experimentación agrícola y el proyecto resulta sorprendente. Las plantas se nutren de libros de carácter enciclopédico, como si su contenido alimentara su crecimiento. Junto a las mesas de trabajo, hallamos una bala de hierba, alimento del ganado en tiempos de escasez, una colección de líquidos medicinales y fertilizantes, y una estalagmita unida a una botella de suero. Pero el asombro no finaliza ahí. Cuando el espectador se acerca a cada elemento escucha voces fantasmales que le proporcionan consejos.

La propuesta está inspirada en su línea de trabajo 'Surrando el futuro', que plantea el objetivo de establecer vínculos entre el presente y el futuro a través del legado que podemos dejar a las generaciones venideras. El resultado es, en última instancia, una reflexión sobre nosotros mismos y aquello que realmente valoramos, lo que hemos aprendido como sociedad y desde lo cotidiano, y podemos aportar. La artista acude a distintos colectivos que, mediante el susurro, sin imponer, nos aconsejan y recomiendan.

La instalación es una ventana a la esperanza, a confiar en el ser humano como agente de progreso a partir de su experiencia como ser habituado a convivir y compartir. La metáfora de los libros planta condensa esa visión optimista sobre el devenir. Los cultivos parecen aludir a las «tecnologías blandas para mentes esponjosas», que alguien nos propone a media voz. El trabajo creativo de Olmo se ha basado en la interacción entre los individuos, analiza cómo se produce esa relación y sus formas de cambio y progreso y, frecuentemente, ese interés se materializa en proyectos performativos.