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El cerro del castillo domina el casco antiguo de Nalda.
Nalda, el castillo que reaparece

Nalda, el castillo que reaparece

Las excavaciones han sacado a la luz esta fortaleza medieval que tras siglos de abandono fue utilizada como era y su colina acogió bodegas

iratxe lópez

Jueves, 18 de julio 2019

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Queda poco, apenas unos vestigios, pero la historia se recompone piedra a piedra, narración a narración, recobrando los muros que el tiempo había derrotado. El castillo de Nalda aguarda en la localidad riojana del mismo nombre, a solo 17 kilómetros de Logroño. Bajo parte de ella, más bien, sepultado en parte por la tierra y los siglos en pleno valle del Iregua, a las faldas del Moncalvillo y rodeado por un paisaje espectacular. Al norte Albelda de Iregua. Al sur Viguera. Al este Clavijo y Soto en Cameros. Al oeste Sorzano.

Nalda (La Rioja)

  • Cuándo Por libre todo el año. Visitas guiadas el 26 de julio. Fiesta de la Ciruela Claudia (agosto), Jornada de Cultura y Vino (14 septiembre), 5 octubre a las 12.00 h., Fiesta de la Ciruela Pasa (diciembre).

  • Reservas Actividad gratuita. 941447203 y en castillodenalda@ayto-nalda.es.

Las crónicas de Fernando IV, que reinó entre 1295 y 1312, hablan ya de esta fortaleza. En 1299 Juan Núñez de Lara había atacado en Castilla las tierras del obispado de Calahorra, de las que Juan Alfonso de Haro disponía en nombre del rey. Núñez de Lara perdió aquella afrenta en la batalla registrada entre Araciel y Alfaro. Hasta el castillo que nos ocupa, por entonces propiedad de su oponente, le llevarían prisionero.

Los expertos sospechan que el edificio existía desde mucho antes de esa primera mención escrita. Cualquier buen contendiente habría distinguido las maravillas de su situación estratégica. En pleno trazado del sistema defensivo formado por las fortalezas del valle del Iregua. Junto a los enclaves esenciales de Viguera, Albelda y Clavijo dominados por los cristianos desde el año 923. De esto se enterará el grupo presente durante la visita guiada que traduce los restos visibles adornándolos con narraciones.

Relatos compartidos por los arqueólogos empeñados en este rescate, que dirigen al grupo de tusistas. Llegado el siglo XIV, el azar inclinaría la balanza hacia la familia Ramírez de Arellano. Convertiría el lugar en centro de poder de un vasto territorio, el Señorío de Cameros, que en aquella época dominaba las tierras desde el norte de la provincia de Soria hasta el valle del Ebro.

A comienzos del XIX, la abolición de señoríos puso fin a esta situación, transformando el lugar en cantera. Los materiales fueron expoliados y los escombros cubrieron la antigua fortaleza escondiéndola a los ojos. El cerro que antes vigilaba el avance enemigo se acondicionó como era de trilla. Su uso había cambiado. Necesitaban excavar las entrañas para construir pequeñas bodegas de vino familiares, incluso hoy quedan varias en los alrededores.

El paseo

Gracias a las excavaciones, el pasado bélico se convierte hoy en día en estudio arqueológico. Expertos en la materia presentan datos a quienes se interesen por desentrañar el recuerdo. Lo hacen en distintas citas a lo largo del año, y de los años, de manera que los asistentes puedan comprobar in situ el avance de la recuperación. Así serán testigos de cómo se destapa la historia apartándole siglos de polvo para redescubrir vidas pretéritas.

Comenzarán el recorrido desde el Arco de la Villa, antigua entrada al recinto fortificado situada en la plaza del pueblo. Por si las fechas elegidas para estas rutas guiadas no coinciden con nuestra agenda, el castillo está abierto todo el año y se puede recorrer libremente. No es lo mismo pero varios paneles informativos ayudan a hacerse una idea del lugar que ocupaba la fortaleza, de sus dimensiones, los espacios que lo componían, la función de cada uno de ellos. Fueron épocas revueltas, plagadas de luchas y tensiones en las que dominar un territorio desde la cima del risco significaba defenderlo. Para seguir siendo el señor del castillo.

Un grupo de visitantes se asoma a un aljibe. PILAR HIDALGO

Excavaciones

El pasado mes de febrero finalizó la duodécima campaña de excavaciones en el cerro de esta fortaleza, que se mantuvo al menos seis siglos en pie. La nueva fase de trabajo arqueológico pretendía rescatar las estructuras interiores. Aparecieron dos nuevos aljibes, uno íntegro con estructura de bóveda y otro rectangular. Suman tres, pues existe otro ya destapado. El número de estos depósitos de agua indica que probablemente servirían para abastecer a más personas que las que ocupaban el edificio. Eso antes de que los huecos acabaran funcionando como mazmorras. También ha aparecido un cubo circular destinado a la vigilancia y un silo donde almacenar el grano. La máxima aspiración de los arqueólogos, la Torre del Homenaje, está sin embargo por descubrir.

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