Rutas a la sombra del Gorbea
La emblemática cima, con sus bosques y cuevas, es el faro de la comarca de Arratia-Nervión. Cuatro etapas permiten conocer a fondo un territorio rico en patrimonio, paisajes y leyendas
iratxe lópez
Jueves, 7 de noviembre 2019, 01:12
Sábado, desayuno en Orozko… caprichitos de viajero. Fin de semana por delante para cerrar las puertas del hogar y merodear un nuevo destino. No muy lejos, que la rutina aprieta pero el cansancio desgasta. Conduciremos por la comarca de Arratia-Nervión solo unos kilómetros para ver mucho, o lo que apetezca. Desde estas líneas mostramos las posibilidades y será bueno que cada cual que escoja su ritmo. La cosa es huir, buscar una buena excusa para bajar las persianas de casa y abrir los ojos a otros encuadres, el de siempre resulta de sobra conocido.
Etapa 1: actividad mañanera
Lo dicho, pintxo de tortilla y café para comenzar con ganas. En cualquier taberna junto al Ayuntamiento, sin olvidar echar un vistazo a la Casa Kareaga, actual Museo Etnográfico integrado en este edificio señorial del siglo XVIII (946339823). El objetivo es conocer las tradiciones y la cultura vasca, peculiaridades de esta zona repleta de datos curiosos, de fotos, vestimentas y muebles de antaño. Descubre la vida de quienes nos precedieron y sabrás qué tradiciones les movían. Tras el paseo dirígete hacia el barrio de Olarte, donde alza sus formas rectilíneas la casa-torre de Aranguren. Vistazo detallista y la foto de rigor antes de seguir hacia el de Ibarra, típicamente rural, encajonado entre montañas y en el tiempo.
Si eres de los que adora el monte, aparca algo más arriba en la barriada de Urigoiti. Coge la mochila y haz piernas hasta el Ojo de Atxular. La senda es accesible, plagada de peñas y vacas que observan tu discurrir sin demasiado interés, el justo para levantar la cabeza y otear un horizonte marcado por el macizo de Itxina. Aquí se extiende una parte de las 20.000 hectáreas de Parque Natural del Gorbeia. El mundo permanece sometido a designios naturales. Cuando regreses, o si has preferido no caminar, adéntrate desde Ibarra en el puerto de Oikotz-Gana, acceso al valle de Arratia.
Pasarás primero por Artea, donde detener el coche. Conoce la ermita de Santiago, levantada en 1851 sobre planta rectangular, con cubierta a tres aguas. O la de San Martín de Tours, en el barrio de San Martín, elevada sobre una pequeña colina y asentada en la roca. En su puerta se conserva un pasador gótico semejante al de San Miguel.
Etapa 2: de la comida a la cena
Llega la hora del descanso, de sentarse ante una mesa y usar mantel. ¿Una recomendación en Areatza? El restaurante Aldamin, por ejemplo, donde sirven raciones de rabas y patatas torcidas los domingos, menús basados en el recetario tradicional (aldaminjatetxea.com). Primera villa nacida en el valle, allá por el XIV, su casco antiguo ha sido declarado Bien Cultural con categoría de Conjunto Monumental. Típico del Medievo, mezcla arquitectura rural y urbana con algunos inmuebles asomados al río Arratia. Destaca el Palacio Gortazar, construido entre los siglos XVI y XVII, con sus asombrosas las pinturas de la fachada. Rivaliza en belleza, o al menos lo intenta, el Ayuntamiento neoclásico del siglo XIX, dotado de once arcos de medio punto.
Pateadas las callejas, conviene poner rumbo a Zeanuri, desde donde el domingo emprenderemos el ascenso al Gorbeia para hacerse la foto frente a su cruz. Pero aún es sábado y en la localidad merece la pena visitar la iglesia de Andra Mari, en el barrio de Eleizondo. Construida a mediados del siglo XVI, tres naves con bóvedas sostenidas por cuatro columnas distribuyen sus formas.
Un tesoro de la zona es también el calero de San Justo. Probablemente hoy no tengas tiempo de conocerlo, pero si renuncias a la subida montañera puedes dedicarte a él. Se encuentra en el barrio de Ozerinmendi, rodeado por un precioso robledal junto a la ermita levantada en honor de San Justo y San Pastor. Fue en 1996 cuando la asociación Ipizki Taldea se empeñó en evitar su abandono, que comenzó hacia 1950. De forma troncónica invertida, tiene cuatro metros de profundidad y 150 centímetros de diámetro en la parte superior, más 40 en la inferior.
Caída la noche, llega el momento de acostarse en el hotel Ellauri, magnífico alojamiento de cuidada decoración y selecta gastronomía donde cenar. Fue construido sobre los cimientos de una torre medieval de los siglos XI y XIV (www.ellauri.com). Tras la larga jornada, relájate en su jacuzzi al aire libre.
Etapa 3: entre la salida del sol y el almuerzo
Amanece el domingo, desperezándose poco a poco. Cumplida la cita con Morfeo, que habrá albergado tu cuerpo entre sábanas durante las horas oscuras. Toca madrugar para emprender la marcha hacia la cima del Gorbea, sobre 1.480 metros de macizo. Seres mitológicos acompañarán la aventura, también recuerdos de akelarres celebrados en cuevas como Itxulegor, Mairulegorreta o Supelegor (gorbeialdea.com). Tras desayunar, acércate al barrio de Lanbreabe y toma el camino por el acceso al aparcamiento de Londegorta.
Si eres más de árboles que de cumbres o si sigues cansado por la caminata de ayer, una buena alternativa es asomarte al humedal de Saldropo, a la sombra de las Peñas de Atxuri. Llegarás por el puerto de Barazar. Desde el hostal de idéntico nombre arranca una pista que termina en el aparcamiento del área recreativa. Piérdete en este paraje, enredado entre lamias e iratxos. Basajaun espera tu llegada, aunque será difícil verle, los humanos no le hacemos demasiada gracia. La vegetación es voluptuosa y diversa, incluso existen plantas insectívoras. Asentado sobre una antigua turbera hay un sendero habilitado con flechas amarillas.
El esfuerzo, en ambas elecciones, habrá merecido la pena. Queda tiempo de superar el puerto de Barazar y sus vistas, de enfilar hacia Otxandio. Campos agrícolas, ganado y tradición ferrera dominan sus lindes. La paz casi se toca, desde luego se percibe. Una curiosidad aguarda en la plaza Mayor, la fuente dedicada a Vulcano. Neoclásica, fue construida por Martín de Saracibar en 1850 y dedicada al dios del fuego para recordar la importancia de la herrería.
La iglesia de Santa Marina renacentista y el ayuntamiento barroco decoran el municipio natal del músico Carmelo Bernaola, quien siempre se enorgulleció de sus orígenes. La primera, del XVI, debió cumplir misión defensiva en sus inicios pues desde la torre es posible vigilar todo el territorio. El segundo, construido en 1742 con piedra labrada, dispone de tres escudos y reloj de sol.
Etapa 4: tarde de despedida
Si ya tienes hambre puedes comer en Dima, tras descender por el puerto de mismo nombre, rodeado de verde. Mereces un premio. El Axpe-Goikoa presenta cocina vasca clásica con pinceladas vanguardistas y asados (www.axpegoikoa.com). Tras la digestión podrás detenerte ante la ermita de la Piedad, humilladero barroco con amplio alero decorado. Allí, entre laderas suaves esparcidas en las faldas del Aramotz, son famosas las cuevas de Baltzola, de las que cuelgan y emergen estalactitas y estalagmitas que la imaginación asociará con formas geométricas, humanas y animales. Durante el camino hacia ellas aparece el puente de Jentilzubi, un arco natural labrado por el agua.
Según lo movida que haya resultado la jornada, tal vez hoy no de tiempo de acercarse hasta esta cavidad. Si eso ocurre, queda apuntada la excursión para futuras visitas al barrio de Indusi. Habrá que añadir además la de la Central Hidroeléctrica de Errotazar que puede divisarse desde el exterior. Levantada en 1910 gracias a una concesión a Flora L. De Heredia para aprovechar las aguas del río, empleó las conducciones hidráulicas de un antiguo molino situado en las proximidades.