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Un crucero pijo hacia la Antártida (Capítulo IV - Parte 1)

Un día intenso en las Malvinas

Javier Sagastiberri

Jueves, 8 de agosto 2024, 00:36

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Navegamos hacia el norte por alta mar, sin avistar tierra alguna, durante todo el domingo. Aprovecho para descansar, para leer algo sobre las Malvinas y por la tarde visito el gimnasio.

Por la noche me encuentro con Raúl y vemos uno de los partidos de nuestra franquicia de football americano favorita. Los Kansas City Chiefs se enfrentan a los Buffalo Bills. En el bar tienen dispuestas dos pantallas de televisión. Alrededor de cada una de ellas se agrupan los seguidores de uno y otro equipo. Estamos rodeados de camisetas del Kansas, ese es nuestro lugar. Raúl me explica varios aspectos del juego que todavía no conocía. Cuando los «nuestros» consiguen ensayar, Raúl se levanta e inicia un bailecito para festejarlo imitando a los jugadores que vemos en la pantalla, y con ello se gana la adhesión de los yanquis que nos rodean. Es un crack este tío.

Celebramos la victoria con una segunda copa y nos retiramos, pues nos espera un día intenso en las Malvinas.

Me levanto temprano. El barco se encuentra enfrente de Port Stanley, la capital de las Falkland. Nos acercan a tierra en unos pequeños ferries.

Nada más desembarcar veo muy próximos a dos lobos marinos, madre e hijo, descansando en el muelle y totalmente desentendidos de lo que hacemos los seres humanos: no nos consideran un peligro.

Tengo unas tres horas para visitar la capital antes de subir al autobús que me conducirá a una playa lejana para poder contemplar más pingüinos.

En la tienda para turistas adquiero un plano de Port Stanley y otro de las islas. Decido empezar mi excursión recorriendo la costa hacia el este. Me detengo a menudo a contemplar las viviendas de los isleños y tengo la sensación de encontrarme en el norte de Inglaterra. Visito una bonita iglesia protestante y luego la plaza cercana, donde se alza un impresionante monumento confeccionado con los huesos de una ballena azul. Todo lo que me rodea huele a británico. Tienen un cuidado exquisito en ignorar que no están en el Mar del Norte, sino en una tierra vecina al continente latinoamericano.

En la mañana anterior intenté aclararme acerca de las disputas sobre la soberanía de las islas. Encontré argumentos de todo tipo en ambos bandos contendientes. Lo que parece cierto es que no estaban habitadas hasta la llegada de los europeos. Por lo tanto, no ha existido una etnia aborigen sojuzgada por los colonizadores.

Hay argumentos con apariencia de solidez y otros que son de lo más peregrino. Van desde la discusión sobre la nacionalidad del primer ser humano que avistó esta costa, hasta razones de tipo geológico, como la discusión sobre si este archipiélago se desgajó del continente americano o tiene su origen en la Antártida, también bastante próxima a las islas.

Y luego están las razones de carácter histórico. Cuando llegué a los historiadores, me rendí. La soberanía ha sido reclamada incluso por los uruguayos. Los único que conservo en la memoria de esta maraña de teorías jurídico-históricas es que desde 1833 ocupan a la fuerza estas tierras los británicos y que sólo hubo un cambio de gobernanza mediante la violencia en 1982, cuando la Junta Militar argentina, cada vez más contestada en su país, intentó fortalecerse simbólicamente acudiendo al más primario de nuestros sentimientos políticos: el nacionalismo. Le funcionó durante dos meses, pero rápidamente se impuso el principio de realidad. Se puede ver como una pugna entre Anacleto agente secreto y el agente 007 con licencia para matar. No resulta muy difícil predecir el resultado, vista la gran diferencia de nivel entre tales contendientes. A mi poco apreciada Margaret Thatcher le vino de perlas, pues reavivó el nacionalismo de sus compatriotas, y la rápida victoria le devolvió la popularidad que había perdido entre la población por causa de sus severos ajustes, y gobernó durante ocho años más. En cambio, la Junta argentina hizo el ridículo más espantoso y cayó al año siguiente. Fue lo único positivo en este desgraciado conflicto: aceleró la caída de la dictadura.

Lo curioso del caso es que en este momento en Argentina ha triunfado un político que tiene mucho que ver tanto con la junta militar argentina (por sus ideas autoritarias) como con Margaret Thatcher (por su antipatía hacia los sindicatos y su desmedida afición por los ajustes económicos brutales).

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