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El comisario Villarejo. EFE

Villanejo

Es 'el espía que surgió del lío' y cuya vocación por grabar le llevó a grabarse a sí mismo contando sus fechorías

Lunes, 1 de octubre 2018, 01:24

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Lo dijo Séneca hace dos mil años en las 'Cartas morales a Lucilio': «Apenas encontrarías a nadie que pudiese vivir con la puerta abierta. Es nuestra conciencia, no nuestra altivez, la que ha puesto en ella porteros; vivimos de tal manera que sorprendernos inesperadamente es sorprendernos en falta». Me he acordado estos días de esa cita con motivo de las grabaciones del excomisario Villarejo que nos dosifican los medios para nuestro solaz y sano esparcimiento. Yo no sé si el comisario Villarejo ha leído a Séneca, pero toda su conducta es la utilización provechosa y perversa de esa reflexión que se hizo el filósofo cordobés hace veinte siglos. Villarejo sabe que pillar al prójimo a traición en su vida privada es pillarle en falta. Como habrá descubierto también, a base de grabar y grabar, que hay benditos de Dios cuya falta más grave, cuando creen que nadie les ve ni les oye, es tirarse pedos o sacarse pelotillas de la nariz, mientras hay otros y otras -Dolores Delgado, por ejemplo- cuyas faltas son menos veniales y consisten en hacer alarde de homofobia para degradar a un compañero; en celebrar servilmente los delitos confesos de un expolicía corrupto o en poner a caldo a todos los colegas de la judicatura hasta un temerario extremo que directamente oscila entre el delito de falsa acusación y el de encubrimiento criminal.

Villarejo, o Villanejo, atesoraba esos audio-detritos y otros durante años con un amor de madre y una pasión acumulativa de coleccionista que viene a ser una versión tecnologizada del síndrome de Diógenes. Porque en esas cintas el hombre tendrá de todo, desde las canalladas más gordas hasta una impresionante colección de pedorretas que sonrojarían a sus autores, pero que no irán a ninguna parte. Las grabaciones de Villanejo transpiran ese hedor cutre de privacidad cotidiana, sudada y desarreglada que constituye el gancho más atractivo para las audiencias de los programas de telerrealidad. Y es que el Gobierno este cada vez se parece más a los platós del 'Gran Hermano' en los que el monotema es «a quién hay que echar de la casa», y en los que todos lloran hipócritamente la despedida del que se va. Ni Màxim Huerta ni Carmen Montón. Hay que reconocer que la que mejor ha sabido encarnar ese verdulero rol de 'gran hermana' que se resiste a ser expulsada de la telecasa ha sido Delgado con su discurso grueso que crea adicción.

Sí. Villanejo nos tiene en vilo, en un sinvivir con sus grabaciones. Villanejo es 'el espía que surgió del lío' y cuya vocación por grabar le llevó a grabarse a sí mismo contando sus fechorías. Villanejo no sólo tentaba a los demás para que se pringaran, sino que se tentaba a sí mismo para contarnos lo suyo con las modelos. El problema de su audioteca es el de los papeles de Panamá: ahí está todo quisqui. Me temo que no tardaremos en verlo por la calle. Y en las teles.

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