Lo urgente y lo importante
Actualizar nuestra autonomía es necesario, pero la lucha contra la pandemia y sus consecuencias ha de ser la prioridad del nuevo Gobierno vasco
La coalición entre el PNV y el PSE-EE me parece, como ya indiqué y argumenté en un artículo precedente en estas mismas páginas, la ... mejor de las opciones posibles. Además de que es la que mejor refleja la aritmética resultante de las últimas elecciones para obtener un Gobierno estable y con apoyo holgado en el Parlamento, recoge la mayoría de las sensibilidades más centradas del espectro político vasco, enviando a la oposición a los partidos más extremos: los que defienden el soberanismo español a ultranza -el PP, máxime con la defenestración de Alfonso Alonso por Génova, reemplazado por Carlos Iturgaiz- y el vasco no menos a ultranza en el caso de EH Bildu. El PP y EH Bildu no solo están en los extremos del arco político vasco. Además, los dos defienden un planteamiento periclitado, obsoleto, aunque todavía tiene muchos adeptos en la Europa en construcción; me refiero a la soberanía de los estados. Unidas Podemos es una formación que se busca a sí misma y busca su espacio político con un continuado cambio en sus dirigentes, un indicador de la zozobra en la que se mueve.
En lo que hasta ahora se ha conocido del acuerdo de Gobierno, la expresión «capacidad de decidir» está ausente, ya que no tiene el aval de la familia socialista. Personalmente, la «capacidad de decidir» como concepto socio-político -parece que tiene menos recorrido en su dimensión jurídica actual en el concierto de las naciones, o pueblos- no me desagrada en absoluto siempre que se entienda como capacidad de decidir relativa, no absoluta, bajo el doble principio de la subsidiariedad en la toma de decisiones y del respeto a las minorías. La soberanía absoluta ya no existe en la realidad, afortunadamente, aunque persista en los papeles y en las proclamas políticas añejas que miran al siglo XIX y no al horizonte de la segunda mitad del siglo XXI. Con gran repercusión en muchos ciudadanos por su fuerte contenido emocional. «¡faltaría más!!, se dice. «¡Nosotros decidimos de nuestro destino! ¡Nosotros decidimos de lo nuestro! Sin interferencias ajenas». Cómo si fuéramos Robinsones aislados en una galaxia perdida en el universo.
En un mundo tan interconectado y tan interdependiente como el actual, tal planteamiento, llevado al extremo, conduce al «American (Spain o Euskadi) first» o al totalitarismo en la concepción de Hannah Arendt, quien propugnaba el «amor mundi», lo que le supuso la enemistad de algunos amigos judíos que le exigían una diferenciación hacia los judíos como víctimas prioritarias del nazismo.
El acuerdo alcanzado entre el PNV y el PSE-EE habla de completar las competencias incluidas en el Estatuto de Gernika hace 40 años -increíble incumplimiento legal en un Estado democrático- y de un nuevo Estatuto de Autonomía adaptado a las circunstancias actuales. Plantea «defender el autogobierno y el cumplimiento íntegro del Estatuto de Gernika y lograr un nuevo pacto estatutario para una nueva generación». Tema para más de un artículo. Baste decir aquí que las nacionalidades sin Estado propio, como Euskadi, entre otras, necesitan otro acomodó político en la Europa en construcción.
Me he entretenido en este tema pues es, por lo que leo e intuyo, el más espinoso del pacto de coalición, ya que es bien sabido que PNV y PSE-EE mantienen, de siempre, sensibilidades distintas en este punto. Además, como nacionalista vasco, bien que moderado -soy radical en otros ámbitos,como el de la justicia social-, el futuro de Euskal Herria como pueblo me preocupa. Como tal Euskal Herria.
Sin embargo, aun considerando de capital importancia la cuestión de la actualización de la autonomía, sostengo sin duda alguna que hoy en día lo más urgente está en la lucha contra la pandemia y, tanto o más, en la pérdida de empleo y en el empobrecimiento brutal de tanta gente. La disyuntiva sanidad-empleo no es tal. La pérdida de empleo está en grandísima medida relacionada con la sanidad, consecuencia de la pandemia y de las lógicas exigencias sanitarias para vencerla. Ciertamente. Pero los acentos y las articulaciones entre las prioridades sanitarias y las del empleo y empobrecimiento no se solventan simplemente diciendo que «lo prioritario es la salud», aunque es el principio defendido por la mayoría, especialmente si sus salarios están cubiertos o no drásticamente disminuidos. No es cuestión fácil, desde luego. El hecho de que se den respuestas diferentes en algunas medidas en ámbitos próximos -Francia y España, sin ir más lejos- es un indicador de que no hay una única solución buena.
Deseo el máximo acierto al nuevo Gobierno en este tema central de nuestros días en Euskadi de cómo afrontar las consecuencias de la pandemia que padecemos. Es una cuestión en la que se alía lo urgente con lo importante.
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