Yolanda Díaz, Andalucía y después ya veremos
La vicepresidenta piensa que el proyecto político empieza y acaba en ella misma
Yolanda Díaz desvincula su proyecto político de lo que suceda en Andalucía. Y normal, nadie quiere identificarse con las escisiones, las peleas por cuotas de ... financiación y los trámites bucrocráticos que llegan tarde. El problema es que esta forma de hacer se ha convertido en la norma de la izquierda española y Díaz no es ajena a ello. Aplazar la constitución del proyecto político de la vicepresidenta segunda es una estrategia hábil para evitar quemarse políticamente. Sin embargo, la posibilidad de un adelanto electoral con el que el Gobierno evite acudir a los comicios después del desgaste de las municipales y autonómicas del año que viene y el continuo deterioro de Unidas Podemos en el Ejecutivo urgen a la izquierda transformadora no solo un revulsivo, sino un referente que neutralice las infinitas disputas.
Díaz comete un error al querer desvincularse de cualquier campaña política que no tenga que ver con la suya. En las elecciones de Castilla y León apenas apareció y en Andalucía se espera algo similar. Pretender concurrir a las generales con el apoyo de unos partidos políticos a los que no se les da cobertura cuando se es el máximo -o único- activo de su espacio político es irreal e injusto. Aún más, Díaz peca del mismo adanismo que Podemos: pensar que el proyecto político empieza y acaba en ella misma. Uno se pregunta qué quedará en esta izquierda si la vicepresidenta segunda no consigue la presidencia (y es evidente que no la conseguirá). Más allá del cambio de modales respecto a Pablo Iglesias, parece que la vicepresidenta quiere tejer otro proyecto personalista y, esta vez por omisión más que por incapacidad, dejar un páramo representativo en las comunidades autónomas. Lo mismo, pero esta vez sin estructura orgánica.
La izquierda no puede pretender reformular su proyecto político cada año y movilizar a partir del miedo a la derecha o la ilusión, en función de lo que el momento político precise y cada consumidor desee. Del mismo modo, es absurdo pensar que Díaz puede obtener buenos resultados sin los partidos que ahora forman Unidas Podemos detrás. Por mucho que Podemos sea un proyecto amortizado, que tras sus múltiples errores y los cientos de ataques ya no puede dar más de sí, en las elecciones generales siempre ha demostrado una rocosidad infranqueable.
Unidas Podemos ocupa el espacio electoral del que quería huir, el de la antigua Izquierda Unida. La coalición consigue acoger a acólitos convencidos a la izquierda del PSOE, pero no tiene una vocación de partido de mayorías. Ahora bien, su suelo de votos es superior a los dos millones. Aun sin la capacidad agregadora que tenía 2015, es imposible tejer un proyecto político desde la izquierda transformadora sin el partido de Ione Belarra.
Ante el error de no haber diseñado espacios en la coalición de izquierdas para dirimir las esperadas disputas internas, emerge un Pablo Iglesias convertido en el jarrón chino que siempre detestó. El ex vicepresidente segundo, ahora transformado en periodista crítico y sin ninguna influencia en su partido según afirma, critica el 'dedazo' de la vicepresidenta en Andalucía. Seguramente Iglesias obvie que, tal y como comenta en su libro, nombró a la ministra de Trabajo futura candidata a la presidencia del Gobierno sin siquiera comentárselo. Cuando pide unas primarias entre todos los partidos de la coalición quizás no recuerde la sangría en la que se convirtieron todas las primarias internas de Podemos en las autonomías. Y probablemente no se acuerde de aquel objetivo de sumar desde fuera y ser fiel al proyecto político. O tal vez sí que lo recuerde y esté impregnado del adanismo del que hablábamos antes. En fin, aun reconociendo su papel clave en canalizar el clima el 15-M y haber roto la cláusula de exclusión histórica en un Gobierno, la izquierda ya existía antes de la formación morada y seguirá existiendo después.
Si hace unos años los debates en este espacio político giraban alrededor de estrategias, pues los debates ideológicos nunca han tenido especial relevancia, ahora luchan por copar nombres en las listas y financiación. Incluso Errejón, que siempre se negó a concurrir con Izquierda Unida en pos de un proyecto transversal, se ha unido a la fiesta. Fuera de Madrid hace mucho frío y en el Grupo Plural todavía más. Pero es un frío silencioso, sin levantar el mismo ruido que los otros partidos y con una fuerza ínfima ha conseguido encabezar la coalición por Sevilla.
Con la constante incógnita de cuándo y cómo armará Díaz su nuevo proyecto político, solo queda sentarse a ver cómo, tras estos errores de cálculo, Juanma Moreno arrasa en Andalucía. Tal vez después, o no, sepamos algo de un 'proceso de escucha' que tendrá que levantar cadáveres políticos.
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