El preocupante futuro de los 'pueblos taller'
Donde no hay tejido empresarial 'residente' no hay porvenir
Desde hace más de cinco siglos, entre los valles de Ayala y del Bidasoa decenas de poblaciones vienen subsistiendo gracias al procesado de la madera ( ... antes mástiles y vigas, después muebles, papel…) y del metal (antes aperos de labranza y armas, después máquina herramienta, componentes de automoción…). Además, estos 'pueblos taller' vienen compartiendo otros rasgos adicionales: predominancia de las pymes, presencia de cooperativas, residencia de los empresarios en sus poblaciones de nacimiento, empresas familiares de más de una generación, cercanía en el trato entre los directivos y sus empleados, elevados salarios ('coste empresa' hasta un 30% superiores a los de un trabajador equivalente en Inglaterra) y unos niveles de productividad por encima de la media estatal. Esta acumulación de factores propició el desarrollo de una cultura específica, que -por extensión- se ha venido asociando al estereotipo de 'lo vasco': igualitarismo, gregarismo, cooperación social, arraigo, emprendimiento y laboriosidad, entre otros rasgos.
Pero en las últimas décadas viene deteriorándose el 'modelo' de los 'pueblos taller'. Entre los síntomas alarmantes podemos mencionar la emigración de empresarios locales, la venta de compañías a entidades 'de fuera' del pueblo (fondos de capital desarrollo o grupos multinacionales), los cierres de fábricas, la emigración de los jóvenes más preparados y el descenso de la población activa.
Al problema han contribuido algunas tendencias generales frente a las que nada se puede hacer: la mayor movilidad geográfica de las personas capacitadas técnica e idiomáticamente (que tienden a acumularse en determinadas capitales del mundo), las mejoras en las comunicaciones terrestres y las telecomunicaciones (que permiten regresar, o no perder contacto, con la familia dejada atrás), un mercado de control de empresas auténticamente mundial, la carrera de adquisiciones para reunir grupos grandes (más competitivos y susceptibles de colocarse en la Bolsa de valores con fuertes plusvalías) y la intensificación de la competencia, entre otros.
Adicionalmente, al declive de estas poblaciones se ha unido la orografía de esas comarcas, pues afecta tanto a la calidad de vida del conjunto de su población como a la competitividad de sus empresas. Al estar emplazados en estrechos valles muy llenos de fábricas, estas localidades tienen mayores limitaciones para desplegar un urbanismo del siglo XXI, con sustanciales desventajas en cuanto a conservación paisajística y las comunicaciones viarias si se las compara con los municipios costeros o las capitales. Otro factor es la disponibilidad y el precio del suelo edificable, tanto para viviendas como para ampliaciones de las factorías; todo lo cual repercute en los costes y competitividad de las empresas allí radicadas.
El ambiente social vasco viene representando otra amenaza para la actividad económica y la prosperidad de estas localidades. Para empezar, la agresividad sindical, que -además de haber propiciado los elevados niveles salariales actuales- convierte cualquier desacuerdo laboral en un conflicto con graves repercusiones personales para el empresario implicado: pintadas frente al domicilio, carteles insultantes, muñecos del sujeto ahorcado colocados en la vía pública... Otro factor que coadyuva a la emigración de emprendedores son las incomodidades a las que se enfrentan los empresarios autóctonos que quieren mejorar su calidad de vida conforme su compañía gana más; a menudo no pueden comprar una casa unifamiliar del nivel deseado, tener un coche de lujo suscita críticas entre sus conocidos, que su familia vista marcas de lujo provoca envidias. En el pueblo natal el disfrute del éxito tiene unas limitaciones que no se encuentran fuera de él.
Por todas esas razones muchas empresas de los 'pueblos taller' vienen trasladando sus operaciones. Y un importante contingente de empresarios se van a vivir a la costa y a las capitales; como solo vuelven para trabajar, sus hijos se casan fuera y -cuando el padre se jubila- la compañía se vende a una corporación que acaba deslocalizando para reducir costes laborales. Un 'tóxico' ciclo: pérdida de tejido empresarial y empleo, emigración de los jóvenes, descenso de la población activa y la renta per cápita…
La densidad de 'pueblos taller' en Gipuzkoa es una causa de que solo un 25% de su población viva en San Sebastián; en tanto que su escasez en Álava explica que Vitoria concentre a un 71% de alaveses. Donde no hay tejido empresarial 'residente' no hay futuro. Por eso debemos mejorar el urbanismo y paisajismo (para que sean más agradables), valorar socialmente a los empresarios (para que más jóvenes aspiren a serlo y no se marchen los que han triunfado), diversificar la oferta productiva autóctona (mediante turismo, alimentación, artesanías, cultura) y promover el orgullo local poniendo en valor su historia y el patrimonio artístico, natural e industrial.
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