Otras relaciones políticas
Los cambios sustanciales van a venir de la sociedad organizadaen movimientos sociales con pretensiones globalizadoras
Recientemente Eneko Andueza decía en una entrevista que Euskadi es cada vez menos nacionalista, menos independentista. Sin embargo, en cada proceso electoral crece el número ... de votantes a partidos nacionalistas. Luego hay… más nacionalistas. Otra cuestión es la relación entre nacionalismo e independentismo. Crece el número de personas que se consideran nacionalistas, pero también se han desradicalizado las exigencias políticas provenientes de sentirse nacionalista.
Así, por un lado, crece el número de ciudadanos que quiere que tanto su sentido de pertenencia nacional como un superior estatus de autogobierno sean, a través de un referéndum, políticamente reconocidos y establecidos. Pero, por otro lado, eso no les lleva a un buen número de ellos a exigir que ese cambio político conlleve la independencia
Muchos votantes nacionalistas, especialmente/exclusivamente del PNV, combinan el nacionalismo, el sentirse miembros de la nación vasca, con una actitud moderada y su correspondiente demanda de no agitación política. Desean ser considerados como ciudadanos vascos, pero ello no les lleva a exigir y mucho menos a presionar a sus representantes políticos nacionalistas para que lleven a cabo cambios sustanciales y entre ellos, aquellos que consideran especialmente conflictivos como una situación de plena independencia.
En el conjunto de la sociedad se ha ido produciendo una cierta distancia entre ciudadanos y política. Volviendo al sentido de pertenencia nacional, el mismo no parece estar implicando una actitud de compromiso de participación activa -movilización, etcétera- en el apoyo y defensa de sus partidos nacionalistas. Existe una identidad colectiva nacional y en muchos de ellos también una identidad partidista -votan porque es su partido-, pero no parece que ninguna de esas identidades les conduce, más allá del acto de votar, a la actividad colectiva o personal en espacios, momentos o procesos. Son ciudadanos que entienden que sus partidos deben gobernar…, pero que creen que ellos, además de votarles, nada más tienen que hacer para lograr su victoria.
Esta distancia, enfriamiento, en la relación entre los partidos y sus votantes es dentro del área nacionalista mucho más extensa y evidente en el PNV que en EH Bildu. Y en otras fuerzas no nacionalistas como el Partido Socialista o el Partido Popular la distancia no solo crece, sino que puede ser definida como constitutiva de la relación. En el caso de Podemos persiste una cierta relación, pero, dada la creciente disminución del apoyo electoral, la misma está ya muy limitada
Refiriéndonos a la situación de aquí, y no a las confrontaciones que se dan en el Estado, sobre todo en su centro -donde entre otras cosas existe un terrible lucha por la libertad liderada por la candidata Ayuso-, se ha producido en los últimos tiempos un cierto apaciguamiento del escenario político a través de un proceso convergente. Proveniente, entre otras razones, del cansancio social de prácticas políticas participativas que confluye con la iniciativa de los propios partidos de retirarse, de coger distancia de su presencia social.
Sin embargo la distancia, la frialdad, en las relaciones entre ciudadanos y partidos políticos debe ser cuestionada en cuanto que ahora hay otras movilizaciones sociales que, directa o indirectamente, implican una relación básicamente confrontativa con diversos actores sociales, y entre ellos partidos e instituciones políticas.
En los últimos años ha crecido sustancialmente la movilización social. Un desarrollo espectacular de huelgas y correspondientes movilizaciones laborales. Y también en otras áreas: feminismo, servicios públicos, especialmente salud, exigencias medioambientales... Esas movilizaciones empiezan a aparecer, a través de confluencias entre distintos grupos, como acciones colectivas que van más allá de las concretas reivindicaciones originales . Que buscan, que demandan cambios globales, una transformación más completa de la sociedad.
Habría que preguntarse si no se está dando un cambio de la estrategia de la relación política. Los ciudadanos supuestamente politizados abandonan la relación y la presión con -y a- sus partidos. Y, por otro lado, surge el fortalecimiento estratégico de los movimientos sociales, que se convierten en movimientos sociales políticos con pretensiones de globalidad en cuanto que pretenden que partidos e instituciones lleven a cabo transformaciones sociales sustanciales.
Los resultados de las elecciones no presentan grandes cambios. Y tampoco parece probable que se produzca una movilización política de la sociedad centrada en la exigencia a los partidos de la izquierda de la izquierda para que, desde el poder, transformen la sociedad hacia la igualdad. Más bien parece que los cambios sustanciales van a venir de la presión de otros sujetos políticos, de la propia sociedad organizada en movimientos sociales con pretensiones globalizadoras.
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