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Hablar de calidad humana, cuando asistimos a auténticos genocidios, acompañados de una exasperante pasividad internacional, parece un oxímoron; no obstante, consideramos que lo que más cuenta en la aventura humana es la calidad de sus protagonistas.
Me ha costado encontrarlo, porque se halla descatalogado, pero ... a través de una librería de viejo y usando vías virtuales he conseguido el libro que, editado por Taurus con el título de 'La calidad humana', fue publicado en 1977 por Aurelio Peccei (1908-1984), economista, empresario y, sobre todo, humanista italiano. En él nos narra sus experiencias profesionales y sus inquietudes vitales y sirvió de base para encabezar la colección de publicaciones e informes en torno al Club de Roma en su edición en castellano.
Nacido en Turín, de familia pequeñoburguesa, recibió Peccei una educación laica y liberal. En los años juveniles, para alejarse de la Italia fascista y después de su graduación universitaria se fue a París. Luego, trabajando para la Fiat, fue enviado a China y de vuelta a Europa formó parte de la Resistencia. Detenido y torturado comprobó que en la cárcel se puede encadenar a las personas, pero no las ideas. Tras su liberación sería nombrado comisario de la Fiat y organizaría la reconstrucción de la empresa extendiéndola a América Latina.
Fue uno de los fundadores de Alitalia, la primera compañía aérea de aquel país. Creó y dirigió Italconsult, una consultora participada por las principales empresas italianas. A la vez saneó Olivetti e intentó, aplicando los principios de cogestión -participación de los trabajadores en la gestión- que fuese la primera sociedad homologada como europea. Y se sentía orgulloso de su familia multilingüe, con tres hijos y siete nietos.
Como existían muchas instituciones que analizaban asuntos concretos, pero ninguna la problemática global (el trance de la Humanidad), junto al científico escocés Alexander King creó en la capital italiana en 1968 el Club de Roma, acompañado de un grupo de intelectuales, entre ellos, el ilustre bilbaíno Ricardo Diez Hochleitner, que llegaría a ser presidente de la institución internacional y será el prologuista del libro.
Buscó Peccei que fuese un grupo reducido y elegido por cooptación, una no organización, informal, sin dependencia financiera, transcultural, apolítica, multisistémica, con visión a largo plazo, humanista, que aboga por la justicia social, buscando educación y trabajo digno para todos, intercambiando ideas y orientada a la acción. Una conferencia impartida por Peccei en Buenos Aires en 1967 había suscitado la curiosidad de King, que propició su encuentro; y casualmente la actual copresidenta del Club de Roma es la escritora y filosofa argentina Silvia Zimmermann.
Peccei quería abrir brecha, meter ruido y lo consiguió. El primer Informe al Club de Roma publicado en 1972, 'Los límites del crecimiento', un encargo a un equipo científico del MIT dirigido por Donella Meadows, causó un enorme impacto y eso que no propugnaba lo que se le achacaba, el decrecimiento o el crecimiento cero, sino que abogaba por el desarrollo sostenible; tenía más gérmenes de esperanza que amenazas apocalípticas, criticando, eso sí, el crecimiento perpetuo.
Al indicar un objetivo primordial, perfeccionar la calidad de la persona, proponía en el libro varias misiones para conseguirlo. Entre ellas: mejorar como personas y como sociedad, conociendo nuestros límites interiores (salud, nutrición y educación) y nuestros límites exteriores o biofísicos, dado que la Tierra no tiene una capacidad ilimitada de sostén de la actividad humana; cuidar la naturaleza y nuestros modos de convivir, protegiendo las reservas ecológicas; preservar la diversidad cultural (lengua, costumbres, música, danza…) aconsejando que los centros de arte de interés universal gocen de jurisdicción internacional; propiciar la gobernabilidad mundial creando mejores instituciones y abogando por las regiones frente al poder de los Estados; conciliar los avances científicos y tecnológicos con la sostenibilidad.
Peccei fue un pionero en temas que se encuentran hoy en la agenda mundial, como la gobernanza global, el cambio climático y el desarrollo sostenible, Fue, ante todo, un humanista que apela al amor fraterno entre los seres humanos dado que tuvo, nos dice, la fortuna de vivir como hombre libre, incluso en prisión.
Sin pretender compararme a Peccei y salvando las enormes distancias, tengo el enorme honor de compartir varias cuestiones con él. Nació y se graduó -justo ambas cosas- cincuenta años antes que yo; ser economista, trabajar en Olivetti, divulgar el Club de Roma. Pero, sobre todo, pensar en que más que la acción o las ideas son las personas y los vínculos entre ellas lo que cuenta, ya que pueden hacer de una vida, no un episodio, sino la parte de un todo que continúa.
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