La salud mental exige algo más que una consulta
Introducir psicólogos no clínicos en Atención Primaria, sin una visión más amplia y estratégica, será otro parche
El Departamento de Salud del Gobierno vasco, a través del Pacto de Salud, ha anunciado la posible incorporación de psicólogos a los centros de salud ... para atender problemas comunes como la ansiedad o la depresión. La medida ha sido bien recibida en ciertos sectores y, en principio, puede parecer positiva. Pero conviene analizarla más allá del titular fácil. Porque, si no se aplica con criterio, puede acabar siendo un parche más, e incluso agravar lo que pretende solucionar.
Es cierto que los médicos de familia no disponen hoy de las condiciones adecuadas para abordar el sufrimiento emocional de muchos pacientes. No por falta de formación –muchos la tienen, y muy buena–, sino por una realidad laboral que mina cualquier continuidad asistencial: excesiva rotación, agendas imposibles que no dejan espacio para una escucha mínima, burocracia desbordante, entre otras dificultades. En ese contexto, y sin tiempo para el acompañamiento, la prescripción farmacológica se convierte en una vía tan rápida como limitada.
Ahora se pretende 'aliviar' esta situación introduciendo a psicólogos en los ambulatorios. Pero aquí está el problema: ¿qué tipo de psicólogos? Incorporar perfiles sin la especialidad de Psicología Clínica puede suponer repetir errores que ya conocemos. No basta con buena voluntad o cierta formación genérica. El abordaje de la salud mental, incluso en sus formas leves, requiere conocimientos clínicos sólidos, supervisión profesional y trabajo en equipo.
Por otro lado, muchos de los malestares que hoy se atienden como síntomas clínicos son, en realidad, respuestas humanas ante situaciones de vida difíciles: soledad, precariedad, conflictos personales o laborales. Y estas no siempre se curan en una consulta. Psicologizarlas de forma automática, o reducirlas a sesiones breves y protocolizadas, corre el riesgo de cronificar el problema o invisibilizar sus verdaderas causas.
La propia Estrategia de Salud Mental de Euskadi propone algo más sensato: un modelo colaborativo entre Atención Primaria y los equipos de Salud Mental, reforzando estos últimos con psicólogos clínicos bien formados, integrados en estructuras estables y en relación fluida con los centros de salud. Esta fórmula, aplicada con éxito en otros países, permite un tratamiento más ajustado, con circuitos claros de derivación y atención compartida.
Pero el cambio no puede quedarse solo en lo sanitario. Debemos mirar también al terreno comunitario. Muchas personas necesitan apoyo, sí, pero no siempre en forma de terapia individual. Este enfoque solo funcionará si se complementa con un refuerzo real del ámbito social. Porque muchos de los síntomas que se presentan como 'problemas mentales' son en realidad expresiones de malestar ante condiciones de vida muy difíciles.
Por eso, es fundamental activar y reforzar recursos comunitarios en muchos casos ya existentes: espacios de encuentro, centros cívicos, asociaciones, trabajadores sociales, terapeutas familiares o psicólogos comunitarios. Profesionales que, sin ser clínicos, pueden llevar a cabo una labor preventiva y de contención emocional fundamental.
No se trata de elegir entre lo médico, lo psicológico o lo social, sino de articular respuestas distintas para problemas distintos. Y sobre todo, de no saturar los centros de salud con funciones que no les corresponden.
En resumen, introducir psicólogos no clínicos en Atención Primaria puede parecer una solución rápida, pero sin una visión más amplia y estratégica, será otro parche. Incluso podría aumentar la confusión, diluir responsabilidades y generar nuevas frustraciones.
Lo urgente es reforzar los equipos de salud mental públicos, consolidar la colaboración con Atención Primaria y activar la red comunitaria. Porque el sufrimiento psíquico no siempre es una enfermedad y no toda ayuda pasa por una receta o una terapia. A veces, empieza por mirar más allá de la consulta.
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