El líder decisivo del sindicalismo y la democracia
Nicolás Redondo propugnó la unidad de acción de UGT y CC OO
Los reduccionismos sobre la Transición han diluido el papel clave que jugó Nicolás Redondo Urbieta. Contribuyen a ese olvido algunas de sus decisiones, controvertidas, así ... como su carácter discreto, que ha limitado su posterior presencia pública.
Hijo de un socialista severamente represaliado, niño enviado a Francia cuando la guerra y trabajador de La Naval, empezó su actividad sindical en 1945, con 18 años. La llevó a cabo en las dificilísimas circunstancias del franquismo, con un rosario de detenciones (1960, 1962, 1967, 1968, 1971, 1973). Estuvo entre quienes mantuvieron UGT en un contexto en el que tuvo más éxito el asamblearismo sindical que la organización tradicional.
En la génesis de la Transición fue crucial la contestación social al régimen durante sus últimos años. En ella la agitación sindical jugó un papel de primer orden. Desde 1971 Nicolás Redondo fue, como secretario de organización, el líder indiscutible de UGT.
A finales del franquismo la principal actividad socialista era la sindical. Aun así, en el Congreso de Suresnes (1974) Redondo renunció a liderar el PSOE, cediendo el paso a Felipe González. Resulta improbable que se llegara a ver en el papel de secretario general socialista. Contra lo que se ha sugerido, sus desavenencias con González no arrancarían de una rivalidad al respecto sino de discrepancias posteriores. Sus expectativas socialistas estaban ligadas a la acción sindical. En 1976 fue elegido secretario general de UGT. Lo fue hasta 1994, durante dieciocho años decisivos en la formación de la democracia y del sindicalismo. Tuvo protagonismo en ambas vertientes.
A finales de la dictadura, Comisiones Obreras tenía la primacía sindical. La UGT de Nicolás Redondo optó por afianzar una vía organizativa clásica, con secciones sindicales, acuerdos marco y una estructura centralizada, frente a la estructura horizontal de Comisiones (comités de empresa, convenios sectoriales). Sus acuerdos de 1979 y 1980 con CEOE, contestados por CC OO, gestaron el nuevo modelo sindical, bilateral, basado en la relación entre sindicato y patronal, sin interferir en la política del PSOE como alternativa de poder. La vía fue eficaz: UGT alcanzó la hegemonía sindical (ganó las elecciones sindicales entre 1982 y 1994).
Otra cuestión fue la relación del sindicato con el Partido Socialista. Tradicionalmente, UGT y el PSOE habían formado parte de la misma familia. En España, contra lo que sucedió en otros países, la primacía había correspondido al Partido Socialista. En cierto sentido la relación histórica se había invertido a finales del franquismo, pues el sindicato tenía más fuerza social que la formación política.
En el poder desde 1982, González entendió que su dependencia respeto al sindicato se había reducido. El PSOE buscó la que se llamó modernización de España, no el desarrollo de un ideario obrerista.
Nicolás Redondo estuvo en la Ejecutiva del PSOE y fue diputado en 1977, 1979, 1982 y 1986 (fue el único en Bizkaia elegido en esos cuatro comicios), pero se deterioró su relación con el PSOE. El distanciamiento se atisbó cuando Redondo discrepó del referéndum de la OTAN, 1986. Después, llegaron las discrepancias de fondo. Criticaba la forma en que el Gobierno tomaba decisiones, de modo poco dialogante, y sostuvo una visión sindical en la que la prioridad era avanzar en los derechos de los trabajadores y no los planteamientos economicistas de los que hacía gala el Gobierno.
La ruptura se escenificó, primero, con la dimisión de Nicolás Redondo como diputado (1987), después de haber votado 'no' a los Presupuestos. Terminaba la política de concertación que había seguido UGT desde 1979. Las tensiones llegaron a su punto culminante en la huelga general del 14-D, 1988, un rotundo éxito.
La política propugnada por Redondo traía dos novedades: la independencia de UGT respecto al PSOE y la unidad de acción entre UGT y CC OO, que se ha mantenido desde entonces.
Tras la quiebra de PSV, la promotora inmobiliaria de UGT (1993), Nicolás Redondo anunció su intención de no presentarse a la reelección y de no aceptar ningún puesto honorífico. Al dejar la secretaría general del sindicato abandonó la actividad pública, si bien mantuvo sus posicionamientos contra ETA y el terrorismo.
Por entonces empezó el declive de las centrales, que perdieron influencia social y política, quizás por el precario mantenimiento de su independencia y su subordinación a los intereses partidistas de la izquierda.
En el recuerdo de Nicolás Redondo quedan su prolongada actividad sindical en la clandestinidad, el éxito de UGT en la Transición democrática, su independencia respecto al PSOE y la unidad de acción sindical. Deben valorarse desde la complejidad que se vivió alrededor de la Transición, que no es reducible a una interpretación lineal.
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