Reino Unido, ante el espejo del brexit
Aunque algo está cambiando en el debate público y las consecuencias económicas de la salida de la Unión resultan evidentes, Europa sigue siendo un tema tabú para los principales partidos británicos
A primera vista, todo sigue igual en Reino Unido. El miércoles, durante el congreso anual de los 'tories', el primer ministro, Rishi Sunak, presumió del ... crecimiento económico de su país y aseguró que se había producido «gracias al Brexit, no pese a él». Días antes, la ministra de Comercio, Kemi Badenoch, había subrayado los «grandes» acuerdos comerciales alcanzados tras la salida de la Unión, mientras la responsable de Interior, Suella Braverman, abogaba por abandonar la Convención Europea de Derechos Humanos.
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Sin embargo, y pese al ruido del ala más dura de los conservadores, algo parece estar cambiando en el debate político británico. En los últimos doce meses, el Gobierno de Sunak ha alcanzado dos acuerdos con la UE: el de Windsor, que desbloqueó el Protocolo sobre Irlanda del Norte; y el reingreso de Reino Unido en Horizon, el programa de cooperación científica de la Unión Europea. Por primera vez en años, Londres y Bruselas celebraron una rueda de prensa conjunta, escenificando un entendimiento importante y comprometiéndose a estrechar sus lazos en los próximos años.
También las encuestas parecen indicar un cambio de tendencia. El pasado mes de agosto, un sondeo realizado por YouGov mostró que el apoyo al Brexit está disminuyendo. Un 46% de los encuestados afirmó que apoyaría la celebración de un nuevo referéndum en los próximos diez años. De producirse esa votación, el 50% optaría por reingresar en la Unión. El respaldo a la UE es especialmente fuerte entre los menores de 25 (70%) y de 49 años (58%), pero incluso un 25% de aquellos que apoyaron a Boris Johnson en 2019 considera que fue un error abandonar el bloque.
Pese a ello, la política británica vive sumida en una paradoja. Aunque las consecuencias negativas del Brexit son evidentes, y pese al creciente arrepentimiento entre su electorado, Europa sigue siendo un tema tabú para sus principales partidos políticos. En gran medida, esto se debe a sus cálculos internos. A escasos meses de las próximas elecciones generales y con los 'tories' en una situación de enorme debilidad, ni laboristas ni liberales quieren regalar a Sunak el balón de oxígeno que supondría reabrir la 'cuestión europea'. Salvo cambio mayúsculo en los próximos meses, la campaña electoral de 2024 estará más centrada en cuestiones internas -sanidad, educación, desigualdad territorial- que en el encaje de Gran Bretaña en Europa.
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La incógnita reside, más bien, en qué sucederá tras los próximos comicios, en los que el Partido Laborista de Keir Starmer parte como claro favorito. Hasta el momento, los laboristas se han mostrado tajantes al asegurar que no buscarán reingresar en la UE, en el mercado interior o en la unión aduanera. En las últimas semanas, sin embargo, el propio Starmer ha dado las primeras pistas sobre cuál podría ser su estrategia si accediera a Downing Street. A mediados de septiembre visitó la sede de Europol, donde pidió un acuerdo migratorio con Bruselas, antes de reunirse con Macron en el Elíseo. Días después, en una entrevista, declaró que su Gobierno buscaría renegociar el acuerdo de comercio y cooperación con la UE.
La incógnita reside en saber qué sucederá tras las próximas generales, donde los laboristas parten como claros favoritos
Es más que probable que un futuro acercamiento entre Bruselas y Londres se produzca de manera gradual, a través de acuerdos puntuales (sobre reconocimiento de títulos, estándares veterinarios, visados de corta duración para estudiantes o artistas) y mediante el ingreso de Reino Unido en distintas agencias y proyectos comunitarios. La primera revisión del acuerdo de cooperación, programada para 2025, permitirá abordar algunas mejoras. Sin embargo, Londres no lo tendrá fácil. Por una parte, porque el Brexit ha pasado a un tercer plano en Bruselas, que se enfrenta a retos mayúsculos y que afronta una complicadísima ampliación en 2030. Por otra, porque la UE ha dejado claro que el mecanismo de revisión está diseñado para mejorar cuestiones técnicas, no para facilitar una renegociación radical. Un acercamiento por parte de Londres solo sería concebible si el Gobierno británico se mostrase como un interlocutor serio y digno de confianza; en otras palabras, si se dieran tres condiciones.
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En primer lugar, será necesaria una estrategia a medio y largo plazo que aporte una visión clara sobre el papel de Reino Unido en Europa. El reciente informe franco-alemán sobre la ampliación de la UE, que propone una Unión a cuatro velocidades y con distintas categorías de membresía asociada, podría proporcionar un punto de partida. Para ello, Londres habrá de aceptar que no existe una UE a la carta, que un país tercero no puede disfrutar de mejores condiciones que un Estado miembro y que beneficiarse del mercado interior requiere acatar sus obligaciones. Más allá del encaje institucional de Reino Unido, una mayor coordinación en defensa y seguridad, una política común hacia el Sur global y un compromiso conjunto para acelerar la transición energética también podrían ser tres claves para alcanzar un acuerdo político. Hasta que no se produzca ese debate en Westminster, cualquier estrategia de renegociación estará condenada al fracaso.
Es probable que, tras el acuerdo de Windsor, las relaciones entre Reino Unido y la Unión Europea hayan iniciado un deshielo. Lo es, también, que un Ejecutivo de Starmer suponga un punto de inflexión iniciando un acercamiento gradual hacia Bruselas y conteniendo alguna de las consecuencias más dañinas del Brexit. Y aunque una victoria laborista suponga un cambio de paradigma, este se producirá a la británica: con escasa autocrítica, sin entender -o sin querer entender- el funcionamiento del orden jurídico comunitario y sin comprender su nuevo rol en un mundo multipolar.
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La política exterior no gana elecciones, pero sí puede determinar el éxito o el fracaso de un gobierno. Como el Fantasma de las Navidades Pasadas, la 'cuestión europea' siempre acecha a la política británica, haciendo y deshaciendo gobiernos y poniendo en aprietos a sus principales partidos. De la valentía de sus líderes dependerá el porvenir de Gran Bretaña en la Europa del futuro.
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