Afganas, prisioneras eternas
Los talibanes, hijos de una guerra interminable, repiten su comportamiento de los 90 con el respaldo de la tradición local pastún y el islam más reaccionario
Los talibanes han acabado obligando a las presentadoras de televisión a taparse la cara por completo. Realmente era incongruente que cualquier otra mujer que caminase ... por la calle tuviera que enmascararse como un fantasma, mientras que las informadoras realizaban su trabajo a cara descubierta ante los ojos de millones de telespectadores masculinos.
Los talibanes incluso se jactarán de generosos y moderados porque han dejado que las mujeres sigan trabajando en los medios de comunicación en vez de barrerlas sin contemplaciones de cualquier ámbito profesional, que fue lo que hicieron en la década de 1990. Sin embargo, están repitiendo al pie de la letra su comportamiento de entonces, solo que esta vez de forma más hipócrita, prodigando promesas de moderación que luego no cumplen, consolidando sus posiciones antes de aplicar la siguiente fase de represión social no solo contra las mujeres, sino contra toda la población. Es solo cuestión de tiempo que todas las presentadoras sean despedidas, y luego habrá que ver si no cierran la televisión por pecaminosa, como ya hicieron en 1998.
Existen tres motivos para el machismo extremo de los talibanes. El primero es la tradición local de la etnia pastún, el sistema familiar clánico/tribal con subordinación casi total del individuo al grupo, y una jerarquía patriarcal muy rígida, donde los varones adultos permanecen subordinados a sus progenitores como si todavía fueran niños, y estos progenitores a su vez están subordinados a la cúpula dirigente del clan, con un patriarca supremo que puede o no estar rodeado de un consejo de ancianos que le fiscalice hasta cierto punto. En este sistema, las mujeres no tienen derechos, pero la mayoría de los hombres tampoco.
El segundo motivo es la influencia omnímoda de las corrientes más reaccionarias del islam: el deobandismo paquistaní y el wahabismo saudí, respaldado por los ríos de dinero del petróleo. Sin embargo, el éxito de su predicación se debe a que ya de entrada encontraban un terreno receptivo en la tradición local. También tuvo importancia que el Afganistán moderno y democrático que las potencias occidentales proclamaban querer levantar entre 1991 y 2021 quedó reducido en la práctica a una cleptocracia sistemática donde las viejas élites tribales vampirizaron la administración pública afgana para llenarse los bolsillos hasta el extremo de que no se realizaba ningún trabajo útil. Por eso el Estado afgano se colapsó con tantísima rapidez en 2021.
El tercer motivo es meramente coyuntural, derivado de la guerra interminable que ha devastado Afganistán desde 1973. Los talibanes son en su mayoría los hijos de los campamentos, huérfanos de la guerra, sin madres, tías, vecinas o hermanas que les proporcionen una referencia de lo que es una mujer real. Lo único que saben los talibanes sobre las mujeres son los delirios misóginos y psicóticos que les han contado sus adoctrinadores wahabíes o deobandíes. Para los talibanes, las mujeres son poco menos que alienígenas, oscuros espectros de perversión y pecado.
La población pastún urbana querría librarse de todos estos arcaísmos para gozar de un mejor nivel de vida y también querrían liberar en parte -solo en parte- a sus mujeres para tener una vida familiar, y sexual, más relajada, menos estresante, pero muy pocos aceptarían una igualdad total, y mucho menos que sus hijas pudieran controlar su propia vida sexual o no llegar vírgenes al matrimonio. La mera mención de este tema a un pastún, aunque fuese como posibilidad hipotética, es una invitación abierta a que te asesinen.
Los pastunes tampoco 'tragarían' perder el monopolio del poder y el dominio sobre las restantes etnias del país. En ambos casos el problema mental es el mismo: los varones pastunes no quieren verse libres de la opresión patriarcal tradicional si el precio a pagar es perder el privilegio valiosísimo de poder oprimir a otros, ya sea a sus propias mujeres, a sus hijos varones adultos o a los demás grupos étnicos afganos, algunos de los cuales son también bastante machistas.
El hecho de que conservar los moldes sociales machistas y jerárquicos implique mantener a Afganistán en la miseria y el subdesarrollo para siempre no preocupa a los talibanes porque no poseen los conocimientos ni la visión de conjunto para comprender el daño que se están haciendo; y, aunque lo vieran, muy probablemente dirían que es un precio muy razonable a pagar para perpetuar el sistema vigente, sin darse cuenta de que de esta forma su etnia entera, todo lo que son y lo que podrían haber sido, acabará barrida de la Historia, probablemente de forma sangrienta.
¿Y qué puede hacer entretanto una mujer afgana, si no quiere o no puede escapar a otro país?
No tengo respuesta a esa pregunta.
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