Toca reflexionar
Dicen los más veteranos que el tiempo pone a cada uno en su lugar. Eso mismo debió ocurrir el pasado 28 de abril. A los ... socialistas de Pedro Sánchez, lejos por fin de su particular calvario, les bastaron gestos y decisiones de pequeño calado pero de un gran contenido simbólico para cumplir con la profecía: ochenta y cuatro para ganar. En cambio, el Partido Popular de Pablo Casado, cautivo y desarmado, ha purgado con creces, no solo los pecados -mortales de necesidad- cometidos durante estos últimos años por el partido, sino su empecinada voluntad de querer ser toda la derecha en su extensión. Desde la más amable hasta la más repulsiva. Un fracaso en toda regla. En cuanto a Ciudadanos de Rivera y Unidas Podemos de Iglesias, división de opiniones. Se esperaba. Albert Rivera no solo le ha ganado la partida al Partido Popular, sino que amenaza seriamente un espacio que, si no espabilan los de Génova, lo perderán a manos de ese chico listo de la clase. La cruz, pese a su adorable humanización, se la lleva Pablo Iglesias. Una vez más, la izquierda ha querido pero no ha podido. ¿Qué le ocurre a este país?, se volverán a preguntar. Junto a estos primeros espadas, las periferias, es decir, vascos y catalanes, se han erigido en el muro de contención frente a los radicalismos. Ya se sabe, frente al miedo, mejor 'los de aquí'.
Pero la foto no estaría completa sin mentar a Vox. Ya están dentro. Y aunque, posiblemente se debería de haber empezado a reflexionar mucho antes, convendría hacerlo ahora, ya que no tiene remedio, preguntarse por qué. 2.677.173 votos no son tontería. Veintitrés diputados no son una anécdota. ¿Qué errores se han cometido? Evidentemente el argumento de nuestra homologación ideológica con Europa es más bien pobre. Por otro lado, el hecho de que más de dos millones de personas se hayan decidido por un partido que rompe con los consensos básicos de nuestra democracia obliga a reconocer no pocos pecados por parte del resto de los partidos políticos. De entrada, el PP debería hacer olvidar cuanto antes su reciente deriva derechizante y dejar de acomplejarse por eso de la «derechita cobarde». En ningún caso y bajo ningún concepto han de hacerse con el argumentario de Vox. Eso les da alas.
Por otro lado, es hora ya de afrontar la cuestión catalana, gasolina pura que encendió la rabia de Vox. Y por último, corresponde a la clase política terminar con el simplismo y hacer de los ciudadanos sujetos atentos a lo que ocurre. La política simplista solo conduce a decisiones viscerales. Quizás sea este el momento más adecuado para afrontar, de una vez por todas, una cierta intelectualización social. Educación política para las masas que son, al fin y al cabo, las que tienen la última palabra.
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