Tirar de pasaporte
Comienza a exigirse el pase covid para acceder a hostelería, hospitales, gimnasios y eventos
Hay un momento en 'La cartuja de Parma' en el que incluso Stendhal nota que sus personajes se pasan el día preocupados por los pasaportes ... y se disculpa ante el lector, aclarando que en aquella época en Italia todo el mundo hablaba constantemente de pasaportes. Bueno, podemos hacernos la fantasía de que no vivimos una pandemia triste y extenuante, sino grandes aventuras sentimentales al norte de la Italia posnapoleónica. Porque hoy va a hablarse mucho de pasaportes por aquí. Quizás no se hable de otra cosa. Tras recibir el visto bueno de los jueces, el Gobierno vasco impone la exigencia del pasaporte covid para acceder a hostelería, hospitales, gimnasios y eventos culturales y deportivos que se celebren bajo techo.
Gotzone Sagardui definió ayer el pase covid como «una herramienta más». Sabedora de que la herramienta no es cómoda para nadie, la consejera recordó el objetivo de las restricciones: por un lado, evitar hospitalizaciones y muertes; por otro, evitar demoras y colapsos en el resto del sistema sanitario. Son objetivos que justifican la molestia. Como justifica la vacunación el dato en el que insistió la consejera: una persona no vacunada tiene seis veces más posibilidades de ingresar por covid en un hospital, mientras que la probabilidad de que esa persona hospitalizada termine en la UCI es diez veces mayor. Dice algo de la condición humana que el Gobierno vasco confíe en el fondo en la utilidad de otro porcentaje: a partir de hoy, la probabilidad de entrar en un bar sin pase covid debería ser del 0%.
Conseguirlo no va a ser fácil. Hay en nuestras calles muchos bares y cafés en los que solo trabaja una persona, que lógicamente se dedica a servir y no a custodiar el acceso. También hay momentos en los que los alrededores de una barra promisoria se transforman en algo tan organizado y controlable como una melé en un Sudáfrica-Australia. La consejera garantizó ayer que se aclararán las dudas y dio por hecho que la casuística será extensa. Ni siquiera descarten el aumento de la asistencia a misa. En uno de esos momentos en los que anda sin pasaporte por el norte de Italia, Fabricio del Dongo ve que no puede entrar en ninguna posada y se mete a una iglesia para sentarse al menos como si estuviese en un café.
VATICANO
Lady Falcon
La oposición clama porque Yolanda Díaz viajó a Roma en el Falcon para ver al Papa y concluir que hay esperanza. Bueno, no sé. A mí me parece que el episodio habla bien de Pedro Sánchez. Porque parece una trampa. Y porque, aunque le guste mucho el Falcon, lo comparte con los otros niños. Como tantas cosas en España, lo del avión presidencial es recurrente, extenuante e hipermétrope. Hoy se indignan quienes ayer desdeñaban la demagogia de protestar cuando Rajoy o Aznar eran pillados yendo a mítines del PP justo en el Falcon. Siempre es ridícula esa pretensión de aspirar a lo ejemplar precisamente en la troposfera. Como si el presidente del Gobierno dejase de serlo si va a un acto de partido. O como si se agendase siempre lo imprescindible. Alfonso Guerra movilizó un Mystère para llegar a la Maestranza. Domingo de Resurrección, Romero y Paula en el cartel. Incluso un caza disparando habría estado justificado.
FORQUÉ
El cortejo
Dos días después de la muerte de Verónica Forqué, el país no organiza ciclos de sus películas ni celebra su talento como actriz. Con una unanimidad casi automática, la opinión pública ejerce su nuevo papel de tribunal severo, moralizante, y aprovecha el peso irrebatible de la muerte para exhibir dolor -o sea, identidad-, parasitar ofensas y pedir redención. El espectáculo es contradictorio: un cortejo en blanco y negro creyéndose legitimado para pisotear la intimidad de alguien que contribuyó a que nuestro pasado común fuese de los más vivos colores.
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