Testosterona
Recuerdo que cuando, hace años, vi por primera vez la foto de los abdominales de Aznar me quedé absolutamente fascinado. Es decir, perplejo. Y luego ... pensé: este hombre es un adelantado a su tiempo. Aquellos abdominales de aspecto pétreo eran sin lugar a dudas el resultado de un empeño igualmente pétreo. Y de las consiguientes horas y horas de esfuerzo callado en el gimnasio. Luego, obviamente, todo eso hay que dejar que lo vea la gente de un modo espontáneo. En la playa, por ejemplo. Mostrarlo es el objetivo. Y tiene sentido porque se emite un mensaje: soy un tipo duro. Cuando vi la foto de Abascal montado a caballo mirando al horizonte, otro de esos flashes icónicos que hipnotizan a una generación y acaban pasando a los álbumes del imaginario colectivo, pensé lo mismo: el poder se tiene que notar y estos líderes lo saben y saben posar mejor que los de izquierdas, que parecen intelectuales o algo peor. El domingo vi en 'El País' otra de esas imágenes imperecederas de Abascal y volvió a impactarme una vez más: serio, barbado, todo testosterona, con una camiseta del Ejército ceñida a su torso musculoso junto a la bandera de España. Así que volví a pensar que la actitud corporal es un mensaje poderoso: cuidado conmigo, parece decir. Y ojito con esta bandera porque es mía, parece insinuar. Intenté imaginarme a Iglesias o al ministro Illa haciendo pesas y flexiones en un gimnasio para desarrollar los músculos y obtener un mínimo de apostura física, pero la escena me resultó penosa. No me la creía ni yo. Aunque algo tendrán que hacer, supongo. Está bien que lo suyo sea el cerebro y el estudio, pero como empiecen a tortas llevan las de perder.
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