Los protagonistas
Muniain es otro desde el parón y Córdoba se condenará si no mejora su nivel con la pelota
Está visto que a Iker Muniain le sentó muy bien el último parón de Liga. No podemos saber si en esas dos semanas entre el ... 6 y el 20 de octubre realizó algún tipo de terapia alternativa que ha acabado dando sus frutos o si se ha tratado de una simple casualidad. El caso es que el capitán rojiblanco es otro y el equipo lo agradece. Muniain, recordémoslo, llegó a aquel parón en un momento penoso. Lejos de ser una solución, era un problema para el fútbol del Athletic. Su partido ante el Valencia en San Mamés fue un auténtico despropósito -nadie entendió que Garitano le mantuviese en el campo los noventa minutos- y su actuación en Vigo una semana después, absolutamente insustancial. Ni siquiera llegó a intentar un remate.
El cambio ha sido drástico. De vuelta al tajo, Muniain fue el mejor contra el Valladolid, uno de los más activos en el Wanda Metropolitano y la estrella ante el Espanyol. Su actuación del miércoles tuvo un valor que fue más allá de los goles. Y no me refiero tampoco a que pudiera jugar de nuevo en su posición natural, con licencia para ir y venir a su aire, sin que ello suponga un problema de equilibrio al equipo. (Por cierto, imagino que Garitano habrá tomado nota y que, al menos en los partidos de San Mamés, independientemente de que el rival juegue con tres centrales, mantendrá la apuesta de Williams en la derecha y Raúl García arriba para que Muniain juegue de media punta). El valor al que me refería es la actitud. En un partido de enorme importancia, Muniain tiró del carro desde el pitido inicial hasta el final.
El de La Txantrea, en fin, ejerció de líder. Ahora de lo que se trata es de que se mantenga en esta línea durante una buena temporada. Este es el gran reto que ni Iker Muniain ni Iñaki Williams, los «jugadores franquicia» como los calificó Garitano, han podido cumplir durante su carrera. Han sido futbolistas de fogonazos, de pequeñas rachas brillantes, nunca verdaderos competidores de largo recorrido. Éstos no hacen dos o tres partidos magníficos y luego se echan a dormir, o a hacer la digestión de su autocomplacencia colmada, sino que se exigen a sí mismos seis o siete meses por campaña al máximo nivel. Sería extraordinario para el Athletic que este Muniain que ha aparecido después del parón siga así hasta marzo. No pido más. Y lo mismo podemos decir de Williams, al que ni siquiera la joya de gol que marcó al Valladolid le sirve para ocultar la más que mediocre temporada que está realizando. Ante el Espanyol, de hecho, se le vio especialmente flojo y pasota. Fue algo muy raro porque, tal y como se desarrolló el partido, con 2-0 al cuarto de hora, tuvo una oportunidad ideal para lucirse. No se le van a presentar muchas así, me temo.
Espero que Garitano haya tomado nota y ponga, al menos en San Mamés, a Muniain de mediapunta
Otro de los protagonistas del partido fue Iñigo Córdoba, que empieza a ser un caso triste y problemático. Un runrún de decepción acompaña sus acciones. El miércoles, por primera vez, escuchó algunos pitos. Garitano le defendió en la sala de prensa. «Hay que tener paciencia. Yo la tendría y le aplaudiría más», dijo, al tiempo que destacaba el gran trabajo que el joven canterano había hecho sin balón y su manera de ensanchar el campo. Lo de pedir paciencia resulta un tanto paradójico. No hay ninguna afición que tenga tanta como la del Athletic y Córdoba es un buen ejemplo. Y es que no estamos hablando de un recién llegado, de un chaval que acaba de ascender del filial y empieza a hacer méritos, sino de un jugador que está en su tercera temporada y suma ya 73 partidos con el primer equipo. Vamos, que ha tenido más oportunidades que el Platanito.
No veo una solución fácil al problema de Córdoba, que juega cada vez más presionado y se ha visto metido en un bucle muy peligroso para un futbolista. No tiene la calidad suficiente como para poder brillar con el balón cuando está obligado a hacer un desgaste tan intenso en la presión y en labores defensivas. Sencillamente, no le da para conciliar ambas exigencias. Y nunca le dará. Lo suyo no es una mala racha. No es algo que pueda corregir. O su entrenador le permite rebajar un poco su despliegue en defensa, de manera que pueda estar más fresco y lúcido cuando tiene la pelota, o está condenado. El runrún se acabará haciendo insoportable y Garitano lo sabe. Y es que no estamos hablando de un lateral o de un medio centro correoso. Estamos hablando del 11 del Athletic. Palabras mayores.
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