Príncipe a la fuga

Cierto que Harry es un Windsor y que Estados Unidos es un territorio salvaje en el que la gente quizá ya no sea antropófaga, pero es algo peor: tolerante. Eso explica que un americano se ponga un traje con una camisa de manga corta y no le vea al asunto el crimen contra la humanidad. Lo increíble es que el que no se quite el traje color papel de plata sea nieto del duque de Edimburgo e hijo del príncipe de Gales, dos individuos que habrán cometido todos los pecados existentes pero no el de salir en la tele con unos calcetines cortos. El domingo Meghan Markle le confesó a Oprah que llegó a pensar en suicidarse. Todos nos sentimos cerca de ella. Cómo no vas a querer suicidarte poniéndose tu marido esos zapatos.

Por lo demás, conviene recordar que los estadounidenses se vestirán raro pero son listos y a partir de Oprah Winfrey han acuñado el término 'oprahficación'. Sirve para cuando alguien sale en la tele para explicar entre lágrimas lo mucho que sufre, el daño que le han hecho y los buenos sentimientos que bullen en su alma. Es mentira en todas las ocasiones. Un timazo. Los duques de Sussex deberían entender que no les será fácil hacerle creer al mundo que hay heroísmo en rechazar un privilegio en busca de otro alternativo y más cómodo. Se confirma que todas las familias reales son infelices de un modo retorcido. Con ese traje y esos zapatos, Harry la traición no se la está haciendo tanto a su abuela como al duque de Windsor, que lo hizo todo antes que él, pero renunciando al trono y vistiéndose mejor.

El juez que lleva lo de la caja B del PP se dirigió ayer a Luis Bárcenas como «señor Rajoy» antes de un receso. Tendría que ver con que ayer se supo que no habrá careo entre el extesorero y el expresidente. Eso nos deja sin la posibilidad de ver a Rajoy mostrándose sorprendidísimo por la existencia de ese señor de ahí, tan grande y trajeado, tan con el pelo blanco. «Es todo francamente notable», podría haber argumentado Rajoy en su defensa. Así las cosas, lo más llamativo del juicio tiene que ver por ahora con el modo en que Bárcenas parece más interesado en hundir al partido con él que en salvarse él mismo. Ayer el extesorero dejó caer que, cuando se publicaron sus famosos papeles, el PP le ofreció medio millón de euros si los falsificaba para generar dudas. La posibilidad de que alguien intente solucionar sus problemas falsificando una contabilidad que ya es falsa de por sí interesaría como guion a los hermanos Coen.

Horas después de que este periódico informase de que la Comisión de Ética Pública del Gobierno vasco llevaba año y medio sin dar señales de vida, el organismo agarró y se pronunció sobre un caso. Desestimaron una denuncia sobre la antigua cúpula de Salud fichando a toda prisa por una multinacional sanitaria. Lo que importa es sin embargo el impulso ético. Ese retomar año y medio después los asuntos pendientes. Hasta asusta la energía. Por suerte, está la Semana Santa a la vuelta de la esquina. Que también conviene desconectar.