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Todos los actores de la trama del BBVA tienen que demostrar con nitidez que están al servicio de los intereses generales del banco y no de los individuales
Recapitulemos. Para quienes no habitamos en su epicentro, la historia comienza cuando dos diarios digitales publican una larga serie de documentos relativos a la contratación, ... por parte del BBVA, de una empresa del comisario Villarejo con el objetivo de defenderse de los intentos de toma del poder de unos empresarios que -y esto es importante- eran accionistas relevantes del banco. Sorpresa, pues lo habitual en estos casos es la contratación de bufetes prestigiosos de abogados y de bancos de inversión de renombre, no la de comisarios de policía de turbio currículum.
Los documentos existen y han sido entregados a la Justicia. Cuentan cosas tan terribles como la intervención de varios miles de teléfonos privados y públicos y la escucha de muchos miles de conversaciones, además de seguimientos a personas, vigilancia de sus viviendas, labores de desinformación, etc. Es decir, pueden ser el registro de una larga serie de delitos cuya prescripción, o no, dependerá de la consideración de funcionario público de los partícipes en el caso.
Primera pregunta: ¿Es necesario intervenir 4.000 teléfonos para detener una OPA calificada de hostil? ¿Había 4.000 participantes en la operación? Parecen demasiados.
El banco conoce la situación desde hace varios meses cuando inicia una serie de investigaciones internas para calibrar el alcance de toda la información intervenida. Para ello contrata en primera instancia al bufete Garrigues, al que ahora ha añadido al bufete de Uría y Menéndez y a los auditores de PwC que, según se afirma sin haber sido desmentido, emplea a casi 50 profesionales en el encargo.
Segunda pregunta: ¿De verdad que hacen falta tantos y tan cualificados medios y durante tanto tiempo para analizar un/unos contratos de inteligencia firmados con una sola empresa? ¿Qué hay ahí dentro? Da miedo pensarlo.
Mientras todo eso sucede, los organismos reguladores y el consejo de administración mantienen un silencio sorprendente y poco habitual, ya que, al menos los primeros, nos tienen acostumbrados a actuaciones más expeditivas y contundentes. La CNMV espera acontecimientos y el Banco Central Europeo no opinó de 'motu proprio', sino que pidió celeridad en las investigaciones, dentro de una respuesta a una pregunta formulada en la última rueda de prensa concedida.
Tercera pregunta: ¿Con los hechos que ya se conocen, no tendrían que haber adoptado, todos ellos, una postura más contundente en defensa de los intereses de los empleados, accionistas y clientes? ¿Está cumpliendo el consejo con los requisitos éticos autoimpuestos y tantas veces pregonados? No parece.
Esa es otra. Siempre se ha dicho, y todos pensamos que es cierto, eso de que una ética rigurosa y una gobernanza exigente añaden valor a las empresas. Sin embargo, la trayectoria del banco en la Bolsa desde principios de año es de lo más curiosa ya que, mientras su reputación sangra por todos los poros, su cotización ha subido un 14,43% desde primeros de año.
Cuarta pregunta: ¿Estábamos equivocados o era la Bolsa la que se equivocó al valorar tan mal a la acción a finales de año y ahora corrige su error? Ojalá la respuesta correcta sea la segunda.
Una última pregunta: ¿Y ahora? Este impasse no puede durar mucho y todos los actores de la trama tienen que demostrar con nitidez que están al servicio de los intereses generales del banco y no de intereses individuales, ya sean éstos propios o ajenos. El banco no se merece este paseo por los infiernos. Ni sus muchos empleados se merecen quedar contaminados por esta lamentable historia, que implica a unos pocos, ni sus accionistas tienen porqué sufrir las consecuencias de unas actuaciones que no conocían y por tanto, nunca avalaron.
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