Tiempo de navajas
Zupiria relaciona el problema de las armas blancas con «extranjeros sin arraigo»
Los problemas de seguridad ciudadana son paradójicos. Irrumpen en la realidad con consecuencias materiales -cristales rotos, sangre, ambulancias, puede que incluso cadáveres-, pero suscitan en ... el discurso del gobernante variaciones abstractas, prácticamente espirituales. Lo comprobamos ahora que para las instituciones vascas la inseguridad está dejando de ser una sensación de los demás, una frecuentemente errónea, para convertirse en una preocupación propia. Imagino que falta un poco para el trastorno. Y otro poco más para el desvelo. Ayer le preguntaron al consejero Zupiria por el festival de sucesos de los últimos días y fue él mismo quien hizo el recuento de los navajazos -Solokoetxe, Albia, Coronación…- para pronunciar la siguiente frase: «Es una imagen del momento que en algunos lugares y en algunas circunstancias está viviendo la seguridad en Euskadi».
Reconozco que me gustó la fórmula «momento en algunas circunstancias». Debe de ser eso a lo que los intensos llaman ahora 'momentum'. Se nota que Zupiria fue consejero de Cultura porque su definición involuntaria es poética: momento en circunstancias favorables. El factor de favorabilidad en política son los votos y las circunstancias tienen que ver con la reubicación en la agenda de problemas complejos y evidentes pero postergados. La inmigración y sus derivaciones delincuenciales es el principal.
Eso explica por qué este miércoles el consejero de Seguridad, en lugar de esquivar las preguntas, prácticamente las abrazaba. Así sacó él mismo el dato: este año ha habido diez homicidios en Euskadi, lo que, a falta de un trimestre, iguala la peor cifra de los últimos cinco años. A continuación habló de «extranjeros sin arraigo» que «están acostumbrados a utilizar armas blancas». Los aficionados a los consejeros de Seguridad recordarán que lo de las navajas y las culturas foráneas ya lo dejó caer Josu Erkoreka en 2023. Aquello coincidió con unas municipales, llevó a hablar de arcos de detección de metales en las discotecas y terminó con un endurecimiento de las sanciones por portar armas blancas. Dos años después, la situación no ha cambiado a mejor. Lo que está cambiando ante nuestros ojos es el momento político en algunas circunstancias apuradas.
Osakidetza
Formar y despedir
El dato se conoció el martes: de los 106 médicos que han finalizado en el País Vasco la residencia en la especialidad de Familia, un tercio no va a quedarse a trabajar en Osakidetza. El consejero de Salud explicó ayer la situación: la mayoría de los MIR que se forman aquí vienen de otras comunidades. Y a los jóvenes les tira mucho la familia. «Sobre todo, siendo médicos de familia», habría argumentado ayer Alberto Martínez si le preparase yo los papeles. A mi favor, mi argumento tampoco parece más pintoresco que el que defendió el consejero y sostiene que el euskera funciona como un factor de proximidad que favorece que los nuevos médicos permanezcan en Osakidetza. Hombre, ya. Por eso Salud quiere que el euskera puntúe en el MIR, que es una prueba nacional y unitaria. El ministerio se niega tajantemente hasta que haya que sacar de milagro alguna votación en el Congreso. Mientras tanto, faltan médicos a espuertas. Y parece que hay alguna razón enigmática que hace que, con los salarios, el nivel de vida, la gastronomía y los paisajes, no baste para atraer y retener el talento foráneo. Ni muchas veces el autóctono. La posibilidad de que para salir de un agujero convenga cavar más hondo nunca debe descartarse.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión