Dímelo en el Kremlin
Rusia ·
Sorprende que el desafío de Prigozhin a Putin pueda zanjarse con un retiro en BielorrusiaEl fin de semana de Evgueni Prigozhin, doble patibulario del papa Bergoglio y jefe de los paramilitares Wagner, tampoco ha estado mal. Lo comenzó el ... viernes insultando gravemente al Estado Mayor ruso y el sábado ya tenía controlada la ciudad de Rostov del Don, la décima más poblada del país, y a una columna de blindados avanzando hacia Moscú. Quién no se ha venido arriba alguna vez. A lo de tirar directo para el Kremlin, Prigozhin lo llamó «Marcha de la Justicia», pero al resto nos pareció más bien el clásico asalto a la capital de los mercenarios pendientes de cobro. Solo que no sucedía en la Roma del anárquico siglo III, sino en la Rusia del XXI, una potencia nuclear con plaza permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU. A ese respecto, fue curioso comprobar cómo hubo entre nosotros quien pareció depositar en el amago de golpe de Estado alguna clase de esperanza justiciera. Como si sustituir a un autócrata criminal por un criminal imprevisible fuese un avance evidente. Cuando el sábado por la noche supimos que Prigozhin detenía su marcha sobre Moscú y que el Kremlin le perdonaba la rebelión a cambio del exilio en Bielorrusia, yo creo que ya todos pensamos lo mismo: «Evgueni Viktorovich, como pises Minsk no es que vayas a morir envenenado o cayéndote por una ventana, es que probablemente mueras de las dos maneras a la vez».
Ayer por la tarde no se sabía dónde estaba Prigozhin. La última vez que se le vio salía entre vítores de Rostov. Ese apoyo popular aumenta si cabe la amenaza para el régimen de Putin, que ya se ha mostrado demasiado vulnerable permitiendo que el ejército privado de un magnate traidor se le acerque retador a doscientos kilómetros de Moscú. Que semejante desafío pueda terminar con un pacto en lugar de con una venganza atenta contra la lógica del poder en Rusia. Cierto que en aquel país pasan últimamente las cosas más sorprendentes. Los perfiles biográficos de Prigozhin destacan estos días que, antes de señor de la guerra, nuestro hombre se dedicaba a la restauración. Era chef. Pues justo eso a mí no me sorprende. Encuentro que es la evolución lógica del gastrónomo. En términos de afán de protagonismo y sensaciones fuertes, un paso más allá de ciertos menús de vanguardia solo debe quedar ya la guerra civil.
23-J
Venganza postal
El voto por correo se dispara y eso puede servir para que la abstención no sea tan decisiva en unas elecciones que se celebrarán en pleno verano. En el País Vasco las solicitudes doblan ya a las de las últimas generales. Que los ciudadanos se estén tomando la molestia tiene por supuesto una explicación política. ¿La importancia de los comicios? ¿La capacidad movilizadora de los partidos? ¿El alto grado de concienciación de una sociedad madura democráticamente hablando? No, en absoluto. Esas son todas razones bastante superficiales. Para que la gente esté perdiendo una mañana en Correos y viva después pendiente de la llegada del cartero, se requiere una motivación mucho más profunda. Todo apunta por tanto a que estas elecciones las ganas de que pierdan los otros comienzan a ser incontenibles.
TV
Gafas de ver
Que la televisión iba a terminar con la civilización no lo dijo un cualquiera. Lo dijo Karl Popper al final de su vida. La recuperación de vaticinios funestos es siempre pedagógica. Treinta años después, lo que ha hecho la civilización es acabar con la televisión. La gente solo ve series en plataformas y los adolescentes no disputan el mando a distancia porque están viendo a 'streamers' en el móvil. Incluso la televisión como objeto adquiere una repentina ternura cuando Apple presenta sus gafas de realidad virtual con las que ver series, películas, 'streamers' y cualquier otra cosa existente en un mundo inexistente. Como si la idea no fuese sorberte el seso sino el espíritu. Y como si este vaticinio no fuese a demostrarse absurdo en treinta años.
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