Deslumbrar sin luz

Tras insistir en lo de ignorar los bulos y buscar la información oficial, el Gobierno informó oficialmente: sigue investigando lo ocurrido, que es muy complejo, y no descarta nada. Tampoco el ciberataque. Para que nadie se equivoque atribuyéndole a él alguna clase de extraña responsabilidad sobre el suministro energético del país, Pedro Sánchez dibujó ayer una diana y convocó un fantasma. La diana son los «operadores privados», a los que se les pedirán responsabilidades. El fantasma es la energía nuclear, que parece surgir como la opción energética de la fachosfera desde el cerebro de algún estratega de comunicación. La diana es por ahora Red Eléctrica Española, operador privado que tiene una participación pública del 20% y una presidenta que fue ministra socialista y es registradora de la propiedad. Este perfil partidista y en absoluto técnico escandaliza al PP, que cuando estuvo en el Gobierno colocó de presidente de la corporación a un secretario de Estado que era economista y sabía de fiscalidad. Respecto al fantasma, el azar quiso que el político que presidió Red Eléctrica entre los dos anteriormente citados, el socialista Jordi Sevilla, publicase ayer mismo un artículo en el que llamaba a mantener la energía nuclear como respaldo del sistema para evitar apagones. El asunto es desde luego complejo y yo solo tengo una cosa clara: el lunes no maravillamos a nadie, pero dejamos sin luz a Portugal. En términos de vecindad, y antes de hacer del gran apagón otra grieta interna, insidiosa e inútil, deberíamos enviarles flores, vino, un detalle. A los portugueses, digo. A todos. A los diez millones.

Una opción era que la segunda llegada de Trump a la Casa Blanca funcionase como un trampolín para los partidos que en otros países se acercan a sus postulados. La otra opción era que, ateniéndose a su costumbre, el estadounidense terminase destrozando todo lo que le quedase cerca, aniquilando socios y chamuscando alianzas mientras repite que nunca se ha visto nada igual, que todo el mundo le dice que es increíble y que es realmente bonito todo lo que está consiguiendo. Apunta en esa dirección la victoria electoral del sustituto de Trudeau en Canadá. Su nombre es Mark Carney y en tres meses ha conseguido darle la vuelta a la ventaja de veinte puntos que el candidato conservador tenía en las encuestas. El secreto de Carney fue convocar unas elecciones contra Trump y aprovechar su posición interina al frente del país para plantarse frente a los Estados Unidos sintonizando con un movimiento de resistencia y orgullo nacional. El castor ingenioso y trabajador es el animal nacional de la civilizadísima Canadá. Puede que nadie esperase que el simpático roedor enseñase así los dientes a su poderoso vecino. Con esa mirada decidida y medio loca, además. Como de pelea a puñetazos en el centro de la pista de hockey.