El nuevo Trump-azo contra Irán
No es una sorpresa que el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, haya roto el acuerdo nuclear con Irán firmado por Obama. ¿Pero por ... qué lo ha hecho realmente? Barak Obama fue un presidente bienintencionado, progresista y tenaz en sus objetivos, pero sin visión estratégica. En política interior buscó siempre el compromiso, incluso cuando sus adversarios mordían sin cesar la mano que les tendía. Eso le perjudicó electoralmente, de manera que nunca logró una mayoría parlamentaria suficiente para imponer su voluntad. En política exterior, normalizó relaciones con Cuba, algo que sin duda debería haberse hecho tras el colapso del imperio soviético, pero lo logró cediendo en todo sin contrapartidas. En el tema iraní sucedió casi lo mismo: Obama cedió en todo a cambio de una mera paralización del programa nuclear iraní durante diez años
Durante los últimos cien años, los norteamericanos se han acostumbrado a que su país sea la suprema superpotencia mundial, a que su voluntad se imponga, incluso contra adversarios muy poderosos. Obama no mostraba el perfil adecuado para el trabajo, de manera que escogieron a Trump, que parecía dispuesto a imponer su voluntad a toda costa y 'make America great again'. Lo que han conseguido es un macho alfa falso, un bravucón de taberna. Recibieron muchos avisos, pero solo veían lo que deseaban ver.
Dejando aparte al propio Obama, en Estados Unidos casi nadie se creyó que los ayatolás iraníes hubieran renunciado a fabricar armas atómicas. Todo lo contrario: pensaban que los ayatolás habían conseguido diez años de tranquilidad, sin sanciones, para reforzar y desarrollar sus finanzas, su industria y su tecnología. Luego quedarían libres de renovar el tratado o finiquitarlo. Entonces, estarían mucho más cerca de conseguir una bomba y habrían surgido grandes intereses económicos hostiles a cualquier boicot.
Obama firmó el acuerdo nuclear, en primer lugar porque la evidente evolución de la sociedad iraní permite pronosticar que la oligarquía religiosa de los ayatolás no logrará conservar el poder indefinidamente. En segundo lugar, el acuerdo nuclear era un pacto multilateral respaldado por China, Rusia, Francia, Gran Bretaña y Alemania. Si los ayatolás intentaban romperlo, se quedarían completamente aislados. En tercer lugar, los norteamericanos y los iraníes eran incómodos aliados de facto frente al Estado Islámico. Existía además otro factor extremadamente incómodo que ni Trump, ni Omaba ni Bush Jr. han querido nunca asumir: Sabotajes y sanciones pueden retrasar el programa atómico iraní, pero nunca lograrán detenerlo por completo. Irán es un Estado desarrollado y su tejido industrial es denso, de manera que no es factible desmantelar el programa nuclear iraní volando en pedazos un par de instalaciones clave, como se hizo con el programa nuclear iraquí. Por lo tanto, al final sería la guerra contra un país muy montañoso, tres veces más extenso que España y con el doble de población. Es fácil entender que no se lancen a la ligera a un embrollo semejante, sobre todo tras el fiasco de Irak.
¿Se atrevería Trump a lanzarse a una guerra de semejante magnitud? ¿O acaso es realmente el bocazas irresponsable que aparenta ser? ¿O quizás, bajo la tosquedad aparente, tiene un plan? A lo largo de su vida, Trump ha usado con éxito la bravuconada, la zafiedad y el matonismo. Suele jactarse de que nunca cede, de que no transige, lo que no deja de ser irónico en un hombre que publicó un libro titulado 'El arte de la negociación'. Trump lanzó unas cuantas amenazas truculentas contra Corea del Norte y el dictador Kim Jong-un ha entablado negociaciones en un tono muy conciliatorio. ¿Podrían funcionar estos métodos en el caso iraní?
Lo cierto es que Trump es un macho alfa falso y cada vez que veía que podía perder un pleito, se ha doblegado, pagando muchísimo dinero en acuerdos extrajudiciales. Su posición diplomática en el tema nuclear iraní es muy débil porque se ha enemistado con las demás potencias signatarias, y porque la Agencia Internacional de la Energía Atómica niega que los iraníes tengan en marcha planes secretos. Las recientes acusaciones del primer ministro israelí Netanyahu no son más que alardes de propaganda. Los ayatolás están cumpliendo su parte del trato. El verdadero problema es lo que pudieran hacer cuando caducase el acuerdo, dentro de siete años.
Kim Jong-un ha cedido porque su país está al borde del colapso, y porque los chinos le han presionado para que ceda, porque no les interesa desestabilizar Extremo Oriente. Los ayatolás iraníes son un hueso mucho más duro de roer; una oligarquía fría y pragmática. A ellos sí puede convenirles desestabilizar Oriente Medio, y no son un pigmeo como Corea del Norte, a expensas de un padrino todopoderoso. Las bravuconadas y los malos modos no le van a servir de nada a Trump contra un enemigo como éste.
En realidad, Trump no tiene mejores opciones que sus antecesores: Sanciones económicas o guerra a gran escala. Hubiera sido mejor que aceptase mantenerse en el acuerdo a cambio de que Rusia, China, Francia, Gran Bretaña y Alemania le diesen garantías específicas de duras represalias conjuntas contra Irán si los ayatolás intentasen construir bombas atómicas dentro de siete años o en cualquier otro momento.
La única verdadera solución a largo plazo es que la sociedad civil iraní se harte de la tiranía religiosa y convierta a Irán en una democracia laica con una política exterior pacífica. Eso muy probablemente sucederá, pero es imposible saber cómo o cuándo. Obligar a los iraníes a cerrar filas frente a una agresión exterior no es una buena idea.
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