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El inesperado éxito electoral de Vox en las elecciones andaluzas y su abrupta irrupción en el Parlamento autonómico ha descolocado al resto de los partidos y descompuesto a todos los politólogos. Sinceramente, creo que la mayoría de los análisis efectuados no son correctos. No voy a cometer la petulancia de decirle por qué casi medio millones de andaluces han votado a este partido, entre otras razones, porque no les conozco a todos, pero sí le voy a dar mi opinión.
Por supuesto que habrá razones múltiples y diversas y, entre ellas, algunas coincidirán con las que aparecen y se esparcen por toda Europa. Pero pienso que esa cansina insistencia en equiparar a Vox con esa extrema derecha es equivocada. En este mismo periódico, ayer, en las cuatro primeras páginas de política se hacía esa equiparación nada menos que en 22 ocasiones. Y, por supuesto, en ninguna se establecía la relación Podemos/extrema izquierda. Vox no es el Amanecer Dorado griego; ni el AfD alemán, sus militantes no se tatúan esvásticas, ni hay registros de que apaleen a vagabundos.
Sin embargo, creo que agrupa a gentes cansadas de los graves insultos de Quim Torra, de los improperios y las vejaciones de Carles Puigdemont, de los terribles desafíos de la CUP, de las irritantes y peligrosas inconsistencias de Pedro Sánchez, de las alocadas propuestas de Podemos y, por supuesto, de las interminables corruptelas del PP y del PSOE.
Por eso, podemos hacernos este tipo de preguntas. ¿Es sensato proponer un cordón sanitario frente a Vox –que no oculta su deseo de modificar la Constitución–, mientras se gobierna sin pudor con quienes proponen, abiertamente, demolerla? ¿Es sensato demonizar a personas como Ortega Lara y apoyarse para gobernar, y reírle las gracias, claro, a Gabriel Rufián? Yo he visto alabanzas a Stalin emitidas por Alberto Garzón, ¿Ha visto usted a Abascal, aludir elogiosamente a Hitler? Si el modelo de Vox es Donald Trump, el modelo de Monedero es Nicolás Maduro y Hugo Chávez el de Iglesias, ¿en qué país prefiere vivir usted? ¿Se ha preguntado alguna vez cuál es la razón por la que la caravana de migrantes centroamericanos pretende entrar en el imperio del diablo americano y no en Venezuela, en donde según Errejón se come caliente tres veces al día, o en la idílica y admirada Cuba?
¿No es el colmo de la desfachatez proponer, como hizo Pedro Sánchez en la campaña, que gobierne la lista más votada en Andalucía, cuando él gobierna en España con 84 diputados, a 52 de la lista más votada? ¿No es osado exigir, como hizo Susana Díaz en la noche electoral, que se unan los constitucionalistas para aislar a Vox, cuando se gobierna España con ERC, JxC y Podemos?
Pasito a pasito hemos alcanzado el absurdo. Por eso creo que muchos han votado y votarán (aclaro que yo nunca lo he hecho, ni lo haré) a Vox. A ver quién es el listo que lo arregla ahora.
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