Lehman y España
La caída del banco de inversión destapó nuestros propios desmanes domésticos, ligados al 'boom' del ladrillo y a la gestión de las cajas de ahorros
En la madrugada del lunes 15 de setiembre de 2008, hace ahora diez años, se certificó oficialmente la quiebra del banco de negocios estadounidense Lehman ... Brothers.
El impacto sistémico de la caída de Lehman Brothers va mucho mas allá del desplome provocado en las bolsas mundiales, estimado entonces en diez billones de dólares. La evidencia de que la titulización 'sub-prime' en Estados Unidos había distribuido fraudulentamente activos tóxicos a los bancos de todo el planeta, tuvo una repercusión internacional estruendosa.
De la interminable lista de los temas relacionados con el 'caso Lehman' cabe elegir la relación entre la quiebra del gigante americano y la grave crisis que ha azotado a la economía española durante la última década. ¿Qué influencia tuvo el desmoronamiento de Lehman sobre el particular drama económico cuyas consecuencia aun nos conciernen en España?
La destrucción de Lehman supuso la concienciación universal de que los bonos hipotecarios titulizados en Wall Street y vendidos a los bancos de todo el mundo valían poco o nada. El primer efecto devastador de esta revelación fue el colapso de los mercados interbancarios mundiales. Dado que era imposible conocer con certeza el grado de exposición de cada banco a los referidos activos tóxicos, cada uno desconfió de los demás y las líneas de excedentes de tesorería bancarias se redujeron a una fracción de su movimiento normal. A decir verdad, la banca española apenas tenía en sus balances títulos tóxicos. Pero el ejemplo demoledor suscitado por la caída de Lehman provocó una grave sobrerreacción de prudencia.
La sonoridad del estallido inmobiliario en Estados Unidos supuso, a su vez, un frenazo en seco en la frenética actividad inmobiliaria en nuestro País. Visto lo ocurrido al otro lado del Atlántico, en el espacio de meses la construcción que suponía el 12% del PIB español se contrajo a su mitad. El colapso de la demanda y la creciente falta de liquidez se tradujo en una impacto negativo del 4,3% en la actividad económica (en 2010 se produciría una recaída algo menor) y el paro inició una escalada que culminaría en 2013 en los 6,2 millones de parados, el 26,9% de la población activa. Paro e inactividad empresarial recortaron en un 6% los ingresos fiscales del Estado y los gastos sociales tuvieron que multiplicarse, llevando el déficit presupuestario al 11%, disparando así la emisión de deuda soberana.
Es razonable interpretar que incluso sin la crisis americana la burbuja inmobiliaria española hubiera estallado más antes que después. Las exorbitadas cifras de crecimiento, la alegría crediticia y la escasa cautela a la hora de evaluar la solvencia de los prestatarios, no podía auspiciar otra cosa.
El resto se reduce a una lamentable cadena de consecuencias. El meteórico alza de la morosidad bancaria derivada de las insolvencias del sector inmobiliario arrastró al subsector de las cajas de ahorro, sometido desde años atrás al pernicioso protagonismo en sus consejos de unos títeres políticos con nulo o torcido criterio. La desaparición de las cajas ha sido el escarnio más importante producido a la actividad social de nuestro país en centurias, con la desaparición de su ingente obra benéfica. Pero es que además, la última de sus víctimas, Bankia, que precisó del apoyo público de 22.000 millones de unos euros que ya no teníamos, obligó al Tesoro español a acudir al Mecanismo Europeo de Estabilidad y solicitar una línea de rescate de 100.000 millones. Era Junio de 2012 y España se deslizaba por la pendiente de la quiebra exterior, del impago de la deuda soberana.
A partir de ahí y en particular desde finales de 2013, la conjunción de factores atribuidos a las 32 reformas impuestas por Bruselas en el memorándum del rescate, la drástica recuperación de la competitividad derivada de un paro astronómico, y los llamados 'vientos de cola' nos han conducido hasta la España de hoy, en 2018, con las sombras y luces que definen nuestro escenario económico.
Lehman se constituye en el icono de la torpeza, la codicia y el fraude de una casta financiera americana que no ha pagado como merece el tamaño y número de sus tropelías. Pero a nosotros nos acompaña la historia de nuestros propios desmanes familiares de la que tenemos mucho que recordar y aprender.
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