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Esta (pre)campaña electoral en la que estamos inmersos, queriendo o sin querer, está siendo muy esclarecedora, por lo menos para mí. He vivido en la ignorancia durante todos estos años. No he sabido quién soy, de dónde vengo, a dónde voy y qué es lo que tengo qué hacer y saber para ser mujer. Gracias a varios representantes políticos, empiezo a ver la luz.

Es ahora cuando soy consciente de mi ignorancia. Durante el par de veces que estuve embarazada, nunca supe por qué la tripa se hacía grande y grande. No me lo explicaron y ni se me ocurrió preguntarlo. Menos mal que, por fin, alguien lo ha dicho claro: las mujeres embarazadas llevan dentro una vida autónoma. Y esta aseveración se perfila como base para derogar la Ley del Aborto. Es más, se propone otra ley de apoyo a la maternidad para que ninguna mujer se encuentre ante el abismo, según sus palabras, de decidir si abortar o no. Claro, ¡eso era! Que las mujeres no sabemos qué significa ni embarazo, ni vida, ni autonomía. Siempre es de agradecer que hombres ilustrados nos vayan informando de estas cosillas. ¿Cómo no nos habíamos dado cuenta hasta ahora?

He aprendido también, de boca de una mujer, que «la guerra de sexos» es pasado y que ahora la propuesta estrella es un «feminismo liberal» para una verdadera igualdad entre hombres y mujeres. Recuerdo 'La guerra de las galaxias', pero ésa, en concreto, no. El argumento no sé de qué irá porque guerra, sexo, hombres, mujeres, feminismo, liberal… ¿Será alguna peli porno? Tengo que ponerme a estudiar.

Pero es que ahí no termina. También me han enseñado que el objetivo (de esta sociedad) es «la igualdad de las personas reales: mujeres, hombres y seres». Y por eso se presenta un proyecto de ley para que «los perros sean personas». O sea, ¿seremos perros con la ley? Yo no tengo animales, pero me voy a empezar a fijar en las perras para ver qué hacen, cómo son, qué derechos tienen… ¡Qué difícil es comprender todo esto!

Sin embargo, si estuviera en edad escolar, todas estas dudas existenciales que me acucian tendrían solución con la propuesta (según otras) de incluir una asignatura específica de feminismo en los colegios públicos, cuyo fin es educar en igualdad… (nótese: asignatura versus educar) Imagínense, diálogo entre estudiantes:

-¿Has suspendido alguna?

-Sí, me han caído dos: mate y femi…

-¿Femi? Yo no tengo ésa, como no voy a la pública…

Begoña Muruaga, filóloga y cofundadora del Fórum Feminista María de Maeztu, escribía hace unos años un artículo titulado 'No más leyes'. Recordaba la autora que en 1983 se creó el Instituto de la Mujer y, en nuestro caso, Emakunde, en 1988. Se han suscrito desde entonces numerosos acuerdos para impulsar la igualdad a nivel autonómico, estatal, europeo, en la ONU, no sé cuántas conferencias internacionales... En 2004 se aprobó en España la Ley de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género, y describe Muruaga: «Esa ley recoge medidas educativas, de prevención de la violencia, contra la publicidad sexista, de salud reproductiva y de formación en igualdad, así como medidas de apoyo y ayuda para las mujeres víctimas de maltrato». En Euskadi fue en 2005 cuando se aprobó la Ley de Igualdad para Mujeres y Hombres (en áreas de educación, publicidad, formación, empleo...) En 2007 vino la Ley Orgánica para la Igualdad Efectiva de Mujeres y Hombres... Y así podemos seguir un buen rato.

La pregunta es bien sencilla: ¿se impulsan y cumplen alguna de todas esas leyes, tratados o acuerdos? La respuesta aún lo es más: no.

Miren: no necesitamos más leyes. Hace falta que ustedes, los gobernantes, asuman la igualdad en sus cabezas. No necesitamos que nos digan qué es una mujer, qué entienden por feminismo ni que se acuerden ahora de este tema ante las elecciones. No necesitamos que inventen historias inexistentes ni del pasado ni del presente; ni nuevas asignaturas (lean los programas curriculares escolares). No necesitamos que cuando el 'Superman' vuelva de baja paternal se le reciba como a un héroe. Nada de eso necesitamos. Es muy simple: igualdad.

Ustedes necesitan una nueva asignatura: lectura, comprensión y estudio de lo firmado, a la par de dotar todas esas políticas con los recursos necesarios para su cumplimiento. Nada más.

Así soportaríamos menos tonterías: desde «no estoy dispuesta a criminalizar a mi hijo o a mi padre» (¿y quién sí?) o «no soy feminista y me gusta ser mujer» (a mí me gusta ser lechuga, por lo visto, eso sí, muy verde), hasta aguantar muchas corbatas con poder hablando de mujeres. O enterarme por la publicidad (que no cumple la ley) de que las mujeres hemos debido de nacer enfermas: tenemos arrugas, nos hacen falta mil y una cremas, nos duele mucho la cabeza, necesitamos dieta continua, tenemos «esos días», sufrimos de ansiedad, insomnio, osteoporosis, de menopausia, nunca conducimos coches, se nos estropean todos esos electrodomésticos 'imprescindibles', nos meamos por doquier, nos afeamos y envejecemos, y es hora de acudir al gimnasio, ponerse botox, o como se llame. Necesitamos ser madres, hijas, esposas, cuidadoras en general, dulces, comprensivas. Ángeles y vírgenes, así, en general. Basta de bobadas: cumplan la ley. Igualdad y punto.

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