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La alcaldesa de Barcelona en funciones, Ada Colau y candidata a la reeleción por BComú, Ada Colau (d) junto a Janet Sanz, valora ante los medios los resultados de las elecciones del domingo, momentos antes de entrar a la reunión que celebra la ejecutiva de Barcelona En Comú en la sede de la formación. efe

Frankenstein contra Drácula

El momento de los pactos es el momento del descenso a los infiernos de la política real

Sábado, 1 de junio 2019, 00:39

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Me encanta este momento canalla de los pactos. La atmósfera rufianesca de la negociación secreta. Durante la campaña todo es brillante y publicitario, se apela ... a los principios, hay mucha palabrería, se vende entusiasmo y autenticidad con grandes lazos, todos se dicen insobornables. Y la noche del recuento en directo también es ficción. Ficción televisiva. Hay demasiado dramatismo, por eso nos atrapa: los que se decepcionan, se decepcionan en exceso, lo mismo que los que se exaltan. La mayoría de los portavoces de los partidos suelen proclamarse satisfechos con los resultados, pero lo cierto es que todos esperaban algo más. La realidad empieza el lunes y siempre viene acompañada por lo que podríamos denominar una resignada aceptación de los números. Y es entonces cuando hay que bajar a lo posible. A lo menos malo. Negociar a mala cara, si es preciso. Y llegar a acuerdos concretos. Y ser prácticos. El momento de los pactos es el momento del descenso a los infiernos de la política real. Por eso digo que me gusta: porque va en serio. Lo que no me gusta (ni me ha gustado nunca), es ver que los políticos se sienten demasiado cómodos y demasiado seguros en sus puestos. No quiero que hagan lo que les dé la gana, quiero que hagan lo que puedan. Y quiero que se sientan en todo momento interpelados y vigilados no solo por sus votantes sino también por sus socios (que al fin y al cabo son sus adversarios). Creo que esa tesitura es muy positiva porque evita la excesiva relajación de los partidos y aporta vitalidad y efervescencia a la política. Por eso son detestables (además de aburridas) las mayorías absolutas de un solo partido. A veces se habla de la obscenidad de los pactos, como dando a entender que los trapicheos y cambalaches que se pergeñan en la sombra tienen algo de sucio o vergonzoso. Pero para mí no hay mayor obscenidad que el confort de una mayoría absoluta apoltronada. Por fortuna, eso se han acabado. Durante la pasada legislatura, por ejemplo, la Comunidad Foral de Navarra ha estado gobernada por un cuatripartito formado por Geroa bai (el partido de Uxue Barkos), Bildu, Podemos e Izquierda-Eskerra. Y ha funcionado porque nadie ha intentado pasarse de listo y todos han sabido ceder y velar. El hundimiento de Podemos ha impedido su reedición. Lo que quiero decir es que no hay nada deplorable en los pactos (por raros que parezcan en teoría). Al contrario. Cuanto más raros parezcan, más interesantes serán. Valls tentando a Colau, Errejón tentando a Villacís. Pintoresco. En la pasada legislatura, los portavoces del PP acuñaron el término Gobierno Frankenstein para referirse a esto. Bien, lo que yo digo es que los gobiernos Frankenstein van a ir a más y nos acostumbraremos. Los que espero que no vuelvan nunca son los gobiernos Drácula. Ya me entiendes.

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