La foto y la cerveza
Si un futbolista es cazado con una mísera cerveza la noche antes de un partido crucial, será colocado en el punto de mira, justo en ... plena línea de fuego. Su futuro más inmediato dependerá del resultado del encuentro mucho más que de su rendimiento. La victoria convertirá su 'pecado' en una anécdota, mientras que la derrota lo transformará en un degenerado que no merece el honor de llamarse a sí mismo futbolista. Así es el mundo del deporte. Los gestos y las actitudes son tan importantes que muchas veces no es suficiente para un futbolista aprender a salir en la foto sino, incluso, todo lo contrario. No salir. Y eso fue, precisamente, lo que en mayo olvidó Mesut Özil cuando posó sonriente junto al presidente turco, Tayip Erdogan. Él y su compatriota Gundogan se vinieron arriba con orgullo junto a un político que, todo hay que decirlo, no es un ejemplo democrático, en absoluto.
Las reacciones provocadas por la citada foto, sumadas a la eliminación de Alemania del Mundial, trajeron lo de siempre: una cacería para dar con el o los culpables del desastre. Ahí apareció Özil, justo en la línea de fuego. A las críticas sobre su juego se unieron las que apuntaban a que su compromiso con la selección no había sido completo. Para muestra, su foto con Erdogan. No hacía falta más. Molesto, su respuesta fue rápida: adiós a la selección. Cansado de tener que aguantar desprecios e insultos, el centrocampista se ha despachado a gusto y ha acusado a buena parte de la clase futbolística germana de racista y xenófoba.
La polémica está servida. Alemania se debate sobre la veracidad de su realidad multicultural y su capacidad para integrar por completo a los hijos de inmigrantes, con independencia de su origen. Los límites de lo anecdótico se han visto superados, cuando en el fondo de todo este asunto no hay más que la foto de un futbolista con una cerveza de calidad dudosa, marca Erdogan, y su impertinencia en un momento en el que Alemania y Turquía pugnan por llevarse la Eurocopa de 2024. Si a esto se suma su bajo rendimiento en el campo, las leyes futbolísticas son inapelables. Ahí debería detenerse este asunto. Buscar más recorrido es hundirse en un debate insano que conduce a una manipulación maliciosa y falsa de conceptos que no merecen un trato así. Las calificaciones de racismo y xenofobia no han de utilizarse con ligereza por mucho que hoy en día un sector nada despreciable las use como arma arrojadiza ante cualquier disenso con respecto a determinadas cuestiones. No es saludable. Özil es alemán, por supuesto, y su pecado, que lo hubo, fue salir en una foto con alguien cuyo talante democrático está más que cuestionado. Y es que las fotos, al igual que las cervezas, hay que saber cuándo tomarlas y con quién tomarlas.
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