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Europánico y políticas del riesgo

En la civilización que más bien pudiera llamarse‘accidental’, la administración de las emociones públicas se ha convertido en una prioridad

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Viernes, 1 de septiembre 2017

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Los atentados de Barcelona, junto con los de París y Berlín de 2016, o de Londres en marzo y junio de este año, han llenado de perplejidad a la sociedad europea. Varios han sido los términos empleados para calificar los hechos, pero se percibe una cierta incapacidad para enmarcar culturalmente sucesos que rompen la supuesta normalidad de la vida en común de los europeos. Atendiendo al modus operandi de los últimos atentados, parecen haberse consolidado actuaciones que logran generar pánico por medios no violentos de por sí, es decir, se da una difusión de pánico en la cotidianidad. Alain Badiou en su libro sobre los atentados de Francia, consideraba que el modelo económico-social europeo genera subjetividades que no pueden acceder a los publicitados bienes de la clase media europea. Ciertamente, el sistema social-productivo genera identidades residuales que, expuestas a incentivos tanto ideológicos como puramente materiales, pueden activarse como generadores de pánico, es decir, son residuos pani-activos. Badiou, sin embargo, rebajaba la importancia del elemento religioso en los atentados de París. Con ello deja de lado un aspecto destacado del proceso histórico, el de la capacidad de proselitismo de las grandes religiones, entendidas no tanto como sistemas de símbolos sino como instituciones activas en el proceso de consolidación de las estructuras sociales. Como señalaba Randall Collins en su obra ‘Macrohistory’, la proselitización de las grandes religiones tuvo éxito porque se dirigió muy en particular a los elementos residuales de la sociedad. El europánico es un fenómeno disruptor relativamente reciente que aparece en conjunción con elementos intensificados de las sociedades de riesgo. El término ‘Sociedad del riesgo’ fue acuñado por Ulrich Beck a mediados de los ochenta del siglo pasado y la evolución de los acontecimientos globales de las últimas décadas ha resaltado los contornos de este fenómeno. Por una parte, la evolución de las economías capitalistas ha corroborado la visión de Minsky, según la cual, el progresivo alejamiento de un suceso catastrófico genera estructuras piramidales de riesgo, de tal manera que ante un evento inesperado que resultaría controlable en otro caso, la pirámide de riesgo se desploma arrastrando consigo a la totalidad del sistema financiero, al sistema productivo y al resto de sistemas sociales de bienestar. Dentro del campo de la psicología de las decisiones, Max Bazerman, profesor de Harvard, ha acuñado el término ‘Sorpresas predecibles’ para referirse al acaecimiento de sucesos de efectos catastróficos que podían haberse evitado teniendo en cuenta la cantidad de información disponible sobre los mismos. Para Bazerman, toda sorpresa predecible comienza cuando se conoce que un problema existe y no va a desaparecer por sí solo. Las acciones necesarias para solventarlo suelen conllevar costes presentes que únicamente revierten en contrapartidas en un futuro más bien lejano, por lo que se prima la inacción y el mantenimiento de las cosas tal y como están. Por otra parte, Paul Virilio, un pensador de trayectoria elíptica dentro de los círculos culturales, ha proporcionado una interpretación en clave geo-histórica de los procesos globales. Virilio revierte la lógica aristotélica para decirnos que para interpretar los sucesos actuales, el accidente determina la sustancia y no al revés. En la civilización que bien pudiera llamarse ‘accidental’ (más que occidental por ser global) la velocidad de surgimiento del accidente se ha multiplicado y la administración de las emociones públicas se ha convertido en una prioridad. Para Virilio, en el estadio actual de aceleración continuada, la administración de la emoción pública llega a sustituir a la opinión pública y sus procesos subsidiarios de información y debate. El acontecimiento del europánico debe servir para darnos cuenta de que los sistemas sociales de inmunidad, por emplear la expresión de Sloterdijk, padecen una deficiencia continuada de origen histórico. La irrupción del europánico proviene tanto de los flujos de intercambio en las estructuras de membrana geo-políticas (movilidad poblacional y rigidez cultural) como del mantenimiento de un núcleo incandescente en Oriente Medio. Por ello, la relevancia que se otorgue a una política más racional sobre el efectismo emocional incidirá en el curso de los acontecimientos por venir.

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