Memoria y verdad
- EDITORIAL - ·
El peligro de que los jóvenes vascos ignoren la crueldad del terrorismo es paralelo a la tentación de pasar página de los mayoresEl Correo
Martes, 10 de noviembre 2020, 00:12
Resulta desolador que el 60% de los jóvenes ignore quién fue Miguel Ángel Blanco. El desconocimiento por parte de las nuevas generaciones de la parte ... más tenebrosa de la reciente historia de Euskadi, esa en la que unos fanáticos fundamentalistas asesinaban al diferente y pretendían imponer sus delirios mediante el terror, representa un inquietante déficit de una sociedad que ha de mirar al futuro sin caer en la tentación de sepultar en el olvido un pasado de dolor y sufrimiento. No solo como antídoto para que el horror no se repita, sino para que resplandezca la verdad y sea posible construir sobre ella una convivencia saludable y pacífica.
Bajo el lema 'Mirar hacia atrás para seguir adelante', Euskadi conmemora hoy el Día de la Memoria. El hecho de que, nueve años después de que ETA abandonara las armas, esa jornada de homenaje a las víctimas del terrorismo y de otras violencias carezca de una ceremonia unitaria demuestra una persistente fractura en torno a su trasfondo. Es oportuno que el Gobierno vasco haya puesto el acento en «una reflexión crítica del pasado» entre los jóvenes. Un colectivo que, tras décadas de ignominia, tiene ante sí un despejado horizonte de paz y libertad. Y que por razones de edad apenas guarda recuerdos de un tiempo bien cercano dominado por la coacción de las armas, la cruel persecución del adversario y su eliminación física como instrumentos para alcanzar objetivos políticos.
El legado de las víctimas, su desgarrador testimonio en primera persona de los pasajes más negros de la reciente historia de Euskadi, debe cubrir ese vacío y corregir la tendencia a la desmemoria de algunos sectores de la sociedad. Por muy sugerente que se antoje la búsqueda de una memoria compartida, mucho más lo es el triunfo de una en la que prevalezca la verdad. Que nunca estuvo justificado el terrorismo de ETA. Que el tiro en la nuca y el coche bomba fueron consecuencia de la infame catadura moral de la banda y sus corifeos, no de un «conflicto» inexistente. Que quienes los practicaron no son héroes que merezcan homenajes populares al salir de la cárcel, sino criminales que han cumplido su condena. Y que sus repugnantes asesinatos merecen la repulsa más firme, a la que aún se resiste la izquierda abertzale. Mezclarlos con otros sufrimientos e injusticias también deplorables, que nadie legitima a diferencia de la violencia etarra, no es el camino más idóneo.
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