Presidencia de todos
La controversia sobre las destructivas bombas de racimo para Ucrania ejemplifica lo que se juega en el semestre español de la UE
La decisión de Pedro Sánchez de precipitar a este 23 de julio las elecciones generales previstas en principio para final de año ha interferido inevitablemente ... en el inicio de la presidencia española de la Unión Europea. No solo por lo obvio: baste constatar que el Colegio de Comisarios encabezado por Ursula von der Leyen adelantó al pasado lunes su reunión en Madrid para evitar que coincidiera con el inicio oficial de la campaña. Existen precedentes -la Francia de Emmanuel Macron en pulso con la extrema derecha de Marine Le Pen que cuestiona el proyecto comunitario- de socios europeos que han compatibilizado el liderazgo por turno de la UE con una cita en las urnas nacionales. Pero si no conviene magnificar la erosión que esa coincidencia provoca, tampoco es realista conducirse como si el 23-J no fuera a interferir en la responsabilidad que asume España en el concierto internacional en este semestre ya inaugurado. Máxime cuando el club comunitario ve cómo desafíos pendientes -por ejemplo, la concertación en las delicadas políticas en inmigración y asilo- se ven intensificados severamente por la continuidad de una guerra en Ucrania que ya ha cumplido los 500 días sin visos de una resolución que vaya a poner fin en lo inmediato a la ignominiosa invasión por Vladímir Putin. La preocupante disonancia entre la Casa Blanca de Joe Biden y buena parte de los aliados de la Unión -España incluida- sobre el rearme del ejército ucraniano con las destructivas bombas de racimo deja grave constancia de lo que supone ser europeo en este contexto; del peso histórico que representa mantener un compromiso inquebrantable con los valores que la UE hace carne ahora en el presidente ucraniano y los suyos con la obligación de no traspasar barreras que socaven aún más los derechos humanos y la necesaria cohesión del bloque que combate a Putin.
España tiene que demostrar que está en su sitio y a la altura en la presidencia de la UE que desempeña. Ello implica que las instituciones que nos representan, empezando por el Gobierno que entrará en funciones el 24 de julio, han de responder a las exigencias de nuestro papel europeo abstrayéndose de la agria liza electoral. Y si las urnas dictaminan un cambio en La Moncloa, Sánchez habrá de esmerarse en un traspaso de poderes que no siembre dudas sobre la capacidad del país para proseguir la presidencia y Feijóo, hacer partícipe a la oposición como reclama ahora al actual jefe del Ejecutivo.
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